CULTURA
Una cosechadora inventada por trabajadores misioneros
Una cooperativa de productores de té del este argentino construyeron una máquina que implica un avance enorme en la cosecha.
A mil kilómetros de las llanuras de Buenos Aires, en la provincia de Misiones, todos los caminos rurales son ondulados y de tierra roja. Desde las partes altas, puede apreciarse cómo ese color atraviesa la maleza hacia el interior de la selva haciendo que cada amanecer parezca surgir dentro de una nube. Allí reside Los Colonos, una de las nueve cooperativas dedicadas al té que hay en la provincia, epicentro de la región tealera más austral del mundo.
Uno de los socios de Los Colonos es Héctor Olivera, dueño de la chacra y de la cosechadora, una de las ocho fabricadas en 2010, en el marco de un financiamiento llevado a cabo por el Banco Interamericano de Desarrollo. Lo novedoso es que cada una de esas máquinas puede cosechar 2.000 kilos por hora; mientras que, antes, cosechar esa misma cantidad de kilos llevaba más de dos horas, porque las cosechadoras se construían sobre tractores pequeños y no tenían una jaula en la parte trasera ni sistema hidráulico de recolección. Por eso, además del conductor, se necesitaban otros dos o tres trabajadores para que, ubicados atrás del vehículo, recogieran los brotes en ponchos o en grandes telas.
“El productor estuvo durante años excluido. No podía vender bien la yerba; y si el producto no tiene precio, es difícil sostener la chacra. Por eso los colonos se juntaron y armaron la cooperativa, para dar valor agregado y mejorar la calidad de vida. De hecho, eso se fue dando. Nos dimos cuenta de que si nos unimos se pueden hacer muchas cosas”, manifestó Carlos Biechteler, presidente de una de las cooperativas misioneras. La idea de dejar atrás el sistema de ponchadas y construir una cosechadora de té a granel nació hace más de diez años, a partir de los encuentros entre los tealeros, mecánicos de la zona e ingenieros de la Universidad Nacional de Misiones.
Era una cooperativa muy distinta a la actual y a la vez no tanto. Sin embargo, el objetivo siempre estuvo claro: bajar los costos de producción manteniendo la calidad del producto. Así y todo, el proceso tuvo un comienzo accidentado; pues los mecánicos que hicieron las primeras innovaciones iban a probar sus máquinas al campo pero, a poco de andar, volcaban. El trabajo se convirtió en un verdadero desafío. En los talleres se probó con diferentes marcas de tractores, con diversos modelos, se corrigieron exhaustivamente los cálculos de peso y medida, hasta que -luego de dos años- irrumpió el acierto.
Hasta ese momento, nunca se había visto a un sólo hombre que, sentado en una máquina, cosechara la plantación de té en menos tiempo y en mejores condiciones de seguridad e higiene. Detrás del vehículo ya no había una peregrinación de hombres padeciendo los rayos de sol mientras recogían los pequeños brotes. Esos tractores devenidos en cosechadoras transformarían para siempre el trabajo en la zafra. Lo más universal de las historias de lucha es que partiendo con pocos recursos puedan lograrse tamaños resultados.
“Nosotros seguimos porque hacemos esto de toda la vida, desde que somos criaturas, ayudando a nuestros padres que también eran tealeros”, le dijo Olivera al periodista Miguel Prenz. Los socios de Los Colonos producen cada zafra un millón de kilos de té seco de los 90 millones de toda la provincia, obtenidos a partir de 400 millones de kilos de brotes verdes. Más del 90 por ciento de ese té, y de todo el que se produce en Argentina, se exporta al exterior, a países como Estados Unidos, Holanda, Chile y/o Alemania.
A pesar de que la cosechadora a granel ha transformado la manera de producir, puesto que el productor-encuentre o no gente para trabajar- puede cosechar solo; aún enfrenta un problema mayúsculo: la comercialización. Un cuello de botella que subyuga a los pequeños productores para que estos vendan sus brotes verdes a los grandes secadores, quienes adquieren el control total para exportar su producto.