CULTURA
La historia de un matrimonio ejecutado en la silla eléctrica
Julius y Ethel Rosenberg fueron los primeros civiles en la historia de los Estados Unidos ajusticiados por espionaje.
Klaus Fuchs había comenzado a trabajar en 1941, en Tube Alloys, nombre clave del proyecto nuclear del Reino Unido. En 1944, como parte de la expedición científica británica, pasó al laboratorio de Los Álamos, en EE.UU., donde formó parte del equipo que construyó la primera bomba atómica, detonada el 16 de julio de 1945 en Alamogordo, así como las usadas contra Japón el 6 y el 9 agosto de ese mismo año. Fuchs transmitía información confidencial a la Unión Soviética, y lo hacía mediante un químico que trabajaba con él en Los Álamos, Harry Gold, que no era Gold, sino Goldnitsky, de origen ruso, y que sería detenido por el FBI acusado de espionaje. En el interrogatorio al que fue sometido, surgieron los nombres de Alfred Dean Slack, Sydney Weinbaum y David Greenglas, quienes fueron arrestados. El último de los mencionados – el sargento David Greenglas-, señaló que su hermana, Ethel Greenglas Rosenberg, estaba implicada en la maniobra de espionaje. Así comenzó la historia.
Julius Rosenberg era un reconocido ingeniero electrónico nacido en el seno de una familia judía que, en la Juventud del Partido Comunista de los Estados Unidos, conoció a la actriz y cantante Ethel Greenglas. Cuando el hermano de Ethel confesó haber pasado a los rusos secretos sobre investigaciones atómicas realizadas en los Estados Unidos, la caza de brujas se extendió a niveles paranoicos y con una brutalidad implacable. Todos los que guardaban alguna relación con los espías fueron sometidos a proceso. Las convicciones comunistas del matrimonio fueron la sentencia que los condenó.
Los Rosenberg fueron ejecutados en virtud de la Ley de Espionaje de 1917, que castigaba con la pena de muerte la comisión del delito de espionaje en tiempos de guerra. Sin embargo, con ellos, el ensañamiento fue mayor que con otros acusados de espionaje, como fue el caso de Klaus Fuchs, condenado a catorce años de prisión, o del propio David Greenglas, quien pasó diez años en prisión. La acusación concreta que se blandió contra el matrimonio –y que nunca pudo probarse- fue que habían revelado los secretos de la bomba atómica a los soviéticos.
El Papa Pío XII elevó una petición de clemencia que fue rechazada por el presidente Dwight D. Eisenhower. Julius y Ethel Rosenberg fueron ejecutados en la silla eléctrica el 19 de junio de 1953, en la cárcel de Sing Sing. Como última voluntad, Ethel Rosenberg pidió se le permitiera cantar un aria de Madame Butterfly. Julius murió a la primera descarga, su esposa resistió tres descargas eléctricas antes de morir. La ejecución causó espanto en el mundo entero.
En Argentina, el poeta José Pedroni compuso un poema a Ethel Rosenberg que comienza diciendo: “Yo no sé si eras o no culpable/ oh, muerta mía inesperada/ Sé que eras madre de Michael y de Robby/ y que como yo cantabas”. El poema después sería musicalizado y cantado por Jorge Cafrune. En La Habana – capital de Cuba-, se erige un monumento al matrimonio en un parque en la intersección de las avenidas Paseo y Zapata. Consiste en una pared a ladrillo vivo y los bustos de medio perfil en cemento de ambos. Los Rosenberg aparecen en la novela de Paul Auster 4 3 2 1, en la que un personaje llora por la injusta muerte del matrimonio; y también se alude a ellos en La campana de cristal de Sylvia Plath, y en El cuaderno dorado de Doris Lessing. Por su parte, Bob Dylan compuso una canción a su memoria bajo el título de Julius and Ethel.
El respeto por la verdad
Muchos años después de la ejecución, David Greenglas confesó que había acusado falsamente a su hermana, dejándose llevar por su “ciego anticomunismo”. Nikita Jruschov, en sus memorias –publicadas póstumamente, en 1990, alude al matrimonio como mártires de la causa comunista con la valentía de no retractarse nunca de sus ideas. Julius Rosenberg había dejado escrito: “Categóricamente declaramos, desde ahora y para siempre, que no accederemos, ni bajo pena de muerte, a prestar falso testimonio ni a abandonar a la tiranía nuestros derechos de norteamericanos libres. Nuestro respeto por la verdad, la conciencia y la dignidad humana no está en venta”.
El FBI, luego de finalizada la Guerra Fría, hizo pública una extraordinaria investigación de la que surge que Ethel Greenglas no participó de ningún acto de espionaje, pero que posiblemente Julius Rosenberg sí haya sido parte. Vaguedad que no justifica ese crimen que mancha para siempre la conciencia de los Estados Unidos.