cultura

La historia no contada del Che

Diario Hoy entrevistó a Leda Berlusconi, autora de un libro que revela aspectos desconocidos del proyecto que llevó al Che Guevara a Bolivia.

Leda Berlusconi es una escritora rosarina que vive actualmente en San Marcos de las Sierras, es licenciada en comunicación social, militante de los derechos humanos, fue productora de programas de radio de Fernando Bravo, Héctor Larrea y su compañero de vida, Quique Pesoa. Se publicó recientemente su libro Bolivia, el Che y una historia no contada, que abre una mirada novedosa sobre un tramo de la vida de uno de los personajes más legendarios de la historia latinoamericana.

–¿Cómo fue la prehistoria del libro?

–Fui de viaje a Cochabamba a presenciar el encuentro entre dos compañeros de militancia setentista que no se veían desde hacía mas de 30 años y con la idea de preguntarle como había sido la experiencia de intentar capturar al Che. Tuve el permiso de los protagonistas de grabar todas las charlas y me traje ese material en septiembre de 2013.

–Tu libro plantea una tesis novedosa acerca de las razones por las que el Che fue a Bolivia.

–Mi libro replica lo que Sanchez supo, lo que descubrió, lo que no supo cómo contar y eligió hacerlo allí, en ese momento. A partir de ahí, vienen los razonamientos… y hay muchas maneras de comprender ese emprendimiento rarísimo del Che luego de ese año encerrado en la casa de Praga… pensando, esperando, elucubrando, reinventándose.

–¿Cuál fue el recuerdo más fuerte que te quedó de tu encuentro con Rubén Sánchez Valdivia?

–Bueno es difícil. Creo que el impacto primario fue encontrarme con un hombre entero, lúcido, atento, dispuesto y con criterio… a los 88 años. También lo recuerdo como un hombre sabio, integralmente sabio, sabio para alimentarse, organizarse, mirar el ecosistema.

–¿Te decidiste desde un primer momento a hacer un relato en primera persona?

–No, en un primer momento escribí en tercera persona. Tenía más la idea del ensayo, de la crónica periodística que le diera “seriedad” y ofreciera al lector un marco de verdad, de indiscutible. Trabajé mucho tiempo el texto hasta que logré una tutora (Nora Rabinovich) que comenzó a acompañarme y me fue ayudando a liberar de la periodista perseguidora de fuentes y verdades para involucrarme un poco mas en la literatura y mucho en el relato. Ahí sentí que no eran dos protagonistas, sino tres. Que mi presencia también era importante porque contaba sensaciones, hechos, historia que los otros dos desconocían.

–¿Hubo momentos de empantanamiento en la escritura?

–Sí, varios. Primero cuando sentí que no era yo la indicada para escribir ese libro, sino Loyda, la hija de Sanchez. Una vez que ella desistió, volví sobre el material y arme un aburrido ensayo sobre Sanchez el asesino que murió en Rosario por una bala justiciera y este maravilloso Sanchez libertario de pueblos oprimidos y luchador al lado de su gente. Guarde los archivos que durmieron un tiempo. Casi un año o quizás más, entonces vino la pandemia y sentí que era el momento de volver sobre el material.

–¿Cuál es la mirada que tenés sobre el Che y si ha cambiado con el decurso de los años?

–El Che es un personaje inmortal, no hemos terminado de mirarlo en su totalidad. Siempre miramos el mismo tiempo…, pero ¿qué le pasó en Africa, qué sintió? ¿Qué lo cambió? ¿Qué pasó en Praga? ¿Por qué decidió ir a Bolivia? ¿Por qué pensó que primero había que volver a la “escuela”?, ¿porque priorizó la siembra, el pan, la granja? Son cuestiones que no se debatieron en profundidad y entonces llevaron a grandes y graves errores en las luchas sucesivas.

Ese “hombre nuevo” en el que él creía nos tiene que seguir interpelando porque aún no lo logramos, no logramos ni siquiera acercarnos a la idea primaria, esa que lo plantea como una persona autosuficiente y formada, que puede construir con otros, otres y otras de manera colectiva sin perder su individualidad.

–Desde hace muchos años vivís en San Marcos de las Sierras, ¿qué es lo que más te atrae de ese lugar?

–Muchas cosas, que pude salirme del ombligo porteño, que vivo en otro país donde la vida tiene aun mas sentido. Me atrae que todo lo que se puede hacer hoy, se puede hacer también mañana o pasado y entonces hoy podes mirar el cielo si lo necesitas. Que el trabajo tiene valor en sí mismo; si no regás, la planta se muere, entonces trabajás para tener el riego y te esforzás en regar cuando corresponde. Nada viene en forma natural, tenés que acordarte de pedir el gas, de buscar tu leña, de saber cuándo ingresa el agua y cómo usarla, de qué agua es potable… Sos tu propio proveedor de alguna manera y entonces esos hechos que en las urbes no te importan aquí cobran un valor superior. No tirás más, nunca más, un papel higiénico en el inodoro y se hace hábito y alerta ver cómo los que vienen de las ciudades, de los conurbanos, llenan los inodoros de papel higiénico, usan un rollo completo sin entender lo que significa fabricar ese papel y luego tirarlo a montones. Esa noción de una vida mas cuidada me atrae mucho, me ilusiona, me da ganas de pelearla a pesar de los políticos, de los empresarios, de todos los que rompen la esperanza a diario.

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