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La vida en el “fin del mundo”: la historia de un platense en la Antártida
Agustín Biasotti, estudiante de Biología, se encuentra trabajando en la Base Orcadas del Sur. En diálogo con diario Hoy, contó algunas particularidades de su día a día.
El 17 de noviembre de 2020, Agustín Biasotti emprendió camino a la Antártida en búsqueda de nuevas experiencias y aprendizajes. Si bien nació y se crió en nuestra ciudad, desde hace un tiempo vive en Puerto Madryn, debido a las facilidades que allí tiene para continuar sus estudios de Biología. Sobre su actual presente en la Base Orcadas del Sur, le expresó a diario Hoy: “Cada Base es muy particular. Uno dice la Antártida porque se piensa en una unidad, pero es un continente entero con islas alrededor. Yo estoy en la Isla Laurie, es una de las más al norte pero es de las más hostiles en cuanto al clima, porque es muy pequeña. Lo que tiene de bueno estar acá arriba y estar muy cerca de las corrientes más importantes del mundo es que es una de las zonas más productivas del mundo en cuanto a nutrientes del mar y lleva a que haya muchísima vida”.
Al ser una base tan alejada del resto, se complica la logística y hace que estén muy aislados. Tal es así que se llega solo por barco y solamente entre diciembre y abril. En torno a cómo se produjo su llegada, el platense comentó: “Para estudiar algo acá hay que presentar un programa con todas las especificaciones. Hay que regirse sobre varios tratados y por lo tanto lleva mucho tiempo hacerlo efectivo. Uno de los grupos más activos acá es el grupo de plancton, que estudia la dinámica del zooplancton y el fitoplancton en los alrededores de la Isla. Es la base primaria para toda la alimentación de todo el océano; es clave conocer su distribución y su estado. También está el grupo de mamíferos marinos, que es más que nada censos poblaciones de lobos de dos pelos antártico, elefantes marinos del sur, focas de wedell y cangrejera y leopardos marinos. Al estar tan al norte hay muchísimos lobos de dos pelos, que se reproducen en las Georgias del Sur, son muy territoriales. Otro grupo importante es el de aves. Los pingüinos entran en lo que denominamos monitoreo de ecosistema, porque son muy importantes y nos muestran cómo está la vida en la Antártida en general, son consumidores primarios y depredadores. Este censo es internacional, se hace en muchísimos lados y nos sirve para comparar. También se hacen cuestiones de botánica acá, sumados a particularidades en cuanto a historia, geodesia y sismología”, agregó sobre el trabajo del día a día.
En total en la Base Orcadas del Sur hay 17 personas: solo tres vienen de la parte científica, el resto son militares que están encargados de la logística y de mantener el lugar, estando presentes así las tres fuerzas. “Nuestra idea acá es investigar, saber del estado poblacional y ver cómo evoluciona este continente clave para analizar cómo se comporta la Tierra. Esta Base es la única que destina guardaparques para hacer conservación en la Antártida y es la primera del país y en la que se empezó a invernar. La Argentina es la primera que mantuvo la presencia continua en este continente desde 1904. Es muy importante para la historia y para el reclamo de soberanía. Acá está el Museo Casa Moneta, que es la segunda casa más antigua de la Antártida y lo mantenemos nosotros”, remarcó Agustín. A pesar de todo, aseguró que se hace difícil estar a tanta distancia y con poca conectividad. “Las bajas temperaturas y estar aislados ayudan a vivir encerrados, sobre todo en el otoño y en el invierno; son días con poca luz y afecta a lo emocional. Es un ambiente en el que se necesita mucha energía. Es toda una experiencia, muy completa en muchas cosas. En total son 16 meses, hay que manejar la ansiedad, los dolores, la alegría y las emociones fuertes. Igualmente se disfruta mucho el lugar”, concluyó.