Las primeras tanguerías en La Plata

A comienzos del siglo XX, el tango comenzó a hacer furor. Nuestra ciudad no quedó al margen. Muchos locales se fueron abriendo para ese baile que, al principio, se dio entre hombres.

Primero fue en los prostíbulos. Luego fueron abriéndose locales dedicados a esa forma de abrazarse a la que se llamó tango, inventada poco antes de que comenzara el siglo XX y que era practicada por niños bien, compadritos, prostitutas e inmigrantes.

Dice el poeta e historiador del tango, Horacio Salas: “Hay rastros de tango en las tropas mitristas de 1874 cuando entran a San Luis cantando un tanguito de la época”. La habanera, el chotis y la milonga fueron los ingredientes de ese híbrido que se dio en llamar tango. Felipe Pigna subraya: “(el tango) Le debía mucho a las dinastías de músicos afrodescendientes, siempre escasas de dinero por el histórico sometimiento y marginación, pero muy ricas en musicalidad. Fueron nuestros negros los primeros en juntar la habanera que les mandaban por barco sus hermanos cubanos con el rioplatense candombe, la milonga campera y los ritmos europeos que traían los gringos”.

Según Julio Mafud, el tango era producto de la mezcla de dos mundos: el de los “cajetillas”, que se escapaban de su casa para caer en barra al prostíbulo, y el de los “cafishios” y “compadritos”, que explotaban a las prostitutas. ​Los primeros grupos musicales tangueros estaban compuestos por violín, flauta, clarinete, arpa y acordeón.

Fueron tantas las críticas que ese baile generó en sus comienzos por sus “abiertas connotaciones sexuales”, que el propio Papa Pío X quiso formarse personalmente un juicio al respecto. El encargado de hacer la demostración en el Vaticano fue Casimiro Aín, un bailarín del circo de Frank Brown. El tango que se bailó en la ocasión fue Ave María, de Francisco y Juan Canaro, y fue ejecutado en armonio. La compañera del apodado “Vasco” Aín, fue la bibliotecaria de la embajada argentina en el Vaticano, una señorita de apellido Scotto. Parece ser que el Papa no encontró pecaminosa a la danza aunque recomendó reemplazarla por la furlana, danza de origen véneto que había conocido en su juventud.

El tango nació como música instrumental y recién se volvería canción en 1917, con Mi noche triste –de Samuel Castriota y Pascual Contursi-, estrenada por Carlos Gardel. Hasta entonces, Gardel era un cantante de folklore, ese tema fue su lanzamiento como cantor de tango. No fue fácil, ese salto le provocó muchas dudas. Razzano le comentó a Osvaldo Sosa Cordero: “Antes de librarlo al público, yo mismo le pedía a Gardel que cantara ese tango en cuanta ocasión se presentaba. Queríamos pulsar la reacción de los oyentes. Y, cosa curiosa, las más entusiasmadas eran las mujeres, aunque no entendieran las palabras en lunfardo, que luego se las explicábamos Carlos o yo.”

En la década del veinte el gran lugar de encuentro en nuestra ciudad para bailar el tango era el Jockey Club de La Plata, donde tocaban orquestas de tango con esmoquin, por ejemplo, la de Julio de Caro. Con el tiempo fueron abriéndose lugares más populares, y en los clubes de barrio se daba cita la creciente legión de cultores del tango.

En calle 59 entre 15 y 16, funcionaba una célebre tanguería en la que solían actuar José Razzano, Chola Luna y Paquita Bernardo. La propaganda del lugar no solía ser la más conveniente: trifulcas que aparecían en la página de policiales de la prensa local. También tenían una importante concurrencia “La casona”, en diagonal 77 entre 5 y 6; “Mi refugio”, de 43 y 8; y “Los Pinos” de 10 y 56.

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