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Leonardo Favio y su gran amor platense

Zulema Carola Leyton era oriunda de La Plata y fue la segunda esposa del popular cineasta. Juntos caminaron muchas veces las calles de nuestra ciudad.

"Ella es frágil, tierna y dulce, mirá que encontrarla yo... Voy pensando y me sonrío, para mí que existe Dios”: así ­describe Leonardo Favio a Carola Leyton en la canción Ding dong, ding dong, esas cosas del amor, en la que ella aparece haciendo la segunda voz. Los dos eran treintañeros cuando se conocieron en el Jockey Club de Florida. Él se le acercó como si la conociera de antes y no se despegó de ella en toda la noche. Desde ese día y durante casi 50 años vivieron juntos, aunque recién se casarían pasados 26 años de convivencia.

Fue la segunda esposa de Leonardo Favio. Su primera experiencia matrimonial había sido con la actriz María Vaner, hermana de Norma Aleandro. Ella fue el motivo que decidió a Favio volverse director de cine. Se habían conocido cuando trabajaron juntos en la película El secuestrador, de Leopoldo Torre Nilsson. Para impresionarla, le dijo que él iba a ser director de cine. Tomó secretamente lecciones con Torre Nilsson. Cumplió su palabra: siete años después estaría filmando Crónica de un niño solo, una película que sigue siendo considerada una obra maestra. Ella actuó en ese filme, como también lo haría en El romance del Aniceto y la Francisca. Pero ese gran entendimiento artístico no alcanzó para sostener la relación material, que lenta e inevitablemente se fue encaminando hacia el divorcio.

En Carola Leyton, Favio había encontrado el sosiego y la previsibilidad que le faltaban. Le infundió una idea de futuro que le permitió hacer planes familiares de largo alcance. Tuvieron dos hijos, María Salomé y Nicolás Favio; y una alegría hogareña que él no había conocido en toda su vida.

Hay una persona que fue testigo durante muchos años de esa armonía conyugal: Mirtha Mendoza. Ella era una santafesina que había conocido a Leonardo Favio en Ingeniero Masch­witz, en 1967: “Él era muy joven, tenía apenas 17 años. En esa época Leonardo estaba filmando la película Nazareno Cruz y el lobo. Empecé a trabajar en su casa porque conocía a la familia de una de las integrantes del elenco. La actriz se llamaba Juanita Lara. Me consultó si me gustaría ir a trabajar como empleada a la casa de Favio; enseguida acepté”. Mirtha tenía 17 años cuando empezó a trabajar en ta­reas domésticas en la casa de Favio: “Cuando llegué, Carola me recibió en ropa interior y con un déshabillé transparente, no me olvido más. Ellos eran una pareja muy abierta y sin prejuicios, les gustaba andar sueltos de ropa. Tenían una casa muy linda, era grande y espaciosa, lo que sí no tenía tantos muebles”. Favio nunca la vio como una simple empleada, sino más bien la adoptó como parte de la familia: “Era muy buena persona Favio, por demás de sencillo. Un día, se acercaba la hora del almuerzo y estaba cocinando, mientras Leonardo se encontraba produciendo su película. Entonces él enseguida me dice si estaba preparando comida para mí también. Le respondo que sí, y me dice: Bueno, venite a co­mer conmigo, no quiero que comas sola”.

Hasta el final

En cada acto público importante en que Favio era protagonista, allí estaba Carola. Allí estuvo ella en la última aparición pública de él, cuando en el Salón de los Pasos ­Perdidos del Congreso de la Nación se le acordó la distinción honorífica “Néstor Carlos Kirchner”. “Muchas gracias por haberse tomado la molestia de acercarse”, dijo el artista a las más de 200 personalidades que lo acompañaban en la oportunidad, entre otros Horacio Verbitsky, Cacho Fontana y Virginia Innocenti.

Muchas fotos dieron cuenta de la profunda emoción del abrazo que Leonardo y Carola se dieron, como si ya estuvieran calados hasta los huesos de lo que ocurriría apenas tres meses después. Leonardo Favio murió de neumonía, en una clínica de Buenos Aires.

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