Con olor a tilo

Los devotos del Canto Bar

Historia de un circuito aún vigente. El que gusta de emociones musicales fuertes, aquí no tiene problemas en imitar a su ídolo y hasta se olvida de pasar vergüenza al hacerlo ante el público. Mención a los brillantes animadores

"Si la gente no se divierte no es Canto Bar. La onda es que vayas con tres o cuatro amigos, que se suban y canten una de Pimpinela aunque les salga mal por más sepan la letra”, le explicó a Hoy uno de los más experimentados en el circuito festivo platense, Sergio Rubio, quien junto a su pareja están listos para otra noche otoñal en una cervecería artesanal de diagonal 73 y 26.

El espectro ya no es tan amplio y tiene a sus “figuras”. Saliendodesde el Bar Cultural “La Ferretería” en 57 entre 11 y 12, pasando por 7 y 56 donde sale magia con Chiqui Murray, pasando

por un espacio al aire libe en que Alejandra organiza karaokes la plaza de 1 y 66, llegando a las cuadras adoquinadas de la Vieja Estación, con recintos como “Mirapampa” y “Ciudad Vieja”, habitualmente copado de aficionados al tango.

Por lo general no se cobra entrada y los organizadores deben saber sobrellevar este espectáculo. Existen dúos o solistas que son fijas, y están los que van por primera vez sin conocer a nadie y terminan emocionando, imitando a Mercedes Sosa.

Todavía cantamos…

La gente pide canciones. Otros van y las cantan directamente arriba de las pistas. Y en esta ciudad, nadie como Horacio Gramajo para facilitarle al público un tema que haya pensado representar. 

Alejandro Ayr, a sus sesenta años, probó esta experiencia compartiendo con un grupo de amigos. “Así es lindo, si vas solo ya no es lo mismo. Y tenés que aguantarte que cante cada perro que no puede ser. Hice un tema de La 25, pedí la pista del tema de rock y me lo pusieron al toque. Si cantás bien, hasta hay gente que sale  a bailar y ahí está el secreto del Canto Bar”.

También hay un grupo que se dio en llamar “Los Mosqueteros”, que tiene página en Facebook y que van juntando amigos para ir a distintos lugares, o bien en los propios domicilios particulares de la gente.

Aunque no les alcance el tono, por más que un ladrido haya surgido como un gran imprevisto, en un Canto Bar “se va de lo más lento a lo más movido y termina con la cumbia del momento, como Maramá, cuando las mesas se corran y el baile sigue pegando.

La ciudad tiene a increíbles intérpretes, como Horacio Gramajo, el dúo Sergio-Viviana, Sebastián Jimenez y el “Jota de Cover Line”. La mejor frase y el resumen de esta historia es acuñada por Rubio. “Con el Canto Bar yo soy millonario, mi papá vive y hasta me olvido de los problemas más grandes de la existencia”, tiró.

“Si sube Sebastián, no quiere cantar más nadie”

Un halago de colega nada fácil de conseguir en el ambito artístico. Pero las loas fueron de Sergio Rubio (foto) para Sebastián Jimenez: “Es la mejor voz de la ciudad, que pasa de cantar en un crucero a un bar con cuatro mesas, es increíble que no prospere. Lo mío es rock, voz distorsionada, pero el chabón te canta la canción del Titanic, te hace un tributo a Cerati y después de él no quiere pasar a cantar más nadie”.

 ¿Te acordás de “La Grieta?

Considerada la primera escuelita del Canto Bar en La Plata, en la avenida 60 entre 4 y 5 (donde hoy existe un campo de fútbol 5), fue el lugar donde acudían todos los devotos del under, con una particularidad en el funcionamiento: el interesado en cantar, debía anotarse y le pasaba la canción a los organizadores, que después iban “organizando” los temas para que no choquen un rock de Los Ratones Paranoicos con otro de Sergio Denis.

El grupo que frecuentaba en ese boliche era “Pleas Bis”, con los hermanos Dinoco, Jimenez y Rubio.