Se agrava el drama de los ancianos en 122 y 91

Piden ayuda para doce ancianos que viven en un geriátrico abandonado

Ante la falta de respuestas por parte del dueño, dos empleadas asumieron los cuidados, con la ayuda de los familiares. Afirman que están mejor que antes, pero les preocupa que quieran separarlos

Según se denunció, el geriátrico El Sol, de 122 y 91, fue abandonado por su dueño y ahora los doce ancianos que lo habitan quedaron al cuidado de dos empleadas. Como anunció este medio, con la ayuda de los familiares de los abuelos, Mónica Carballeda y Patricia de la Canal buscan hacerse responsables del lugar para que no los separen, ya que “tener que adaptarse a otro ambiente los entristecería mucho”, aseguraron ambas. 

Las asistentes geriátricas relataron que el pasado 26 de mayo el propietario “se fue sin dar explicaciones”. Al no poder localizarlo, decidieron resolver la situación más urgente: la falta de alimentos. De los siete empleados que había, solo Mónica y Patricia eligieron continuar. “Desde junio del año pasado cobrábamos la mitad del sueldo y algunas veces menos”, explicaron las dos mujeres que, al día de hoy, pasan prácticamente las 24 horas en el lugar y siguen sin cobrar. “No era ético dejarlos solos”, explicó Patricia. 

Sin demoras, reunieron a los familiares de los abuelos y plantearon la situación. Con su ayuda y la de los vecinos, hoy tienen alimento suficiente para estar tranquilas. “Ahora están como locos porque comen pollo al horno”, afirmó Mónica. “Están más tranquilos que antes”, completó, a su vez, Patricia. 

Pero las preocupaciones no se terminan: afirman que hace unas semanas el dueño del lugar irrumpió en forma violenta, y el viernes pasado su exesposa habría hecho lo mismo. Si bien ante el abandono ellas realizaron la denuncia policial, ahora están asesorándose sobre cómo continúa la situación legal del hogar. Por lo pronto, su principal urgencia es resolver el pago de la luz, el gas y el alquiler. Además, les gustaría contar con la asistencia de un profesor de música, porque “cuando cantan dejan de pensar en que los van a separar”, explicó Mónica. Ese es el miedo más fuerte, compartido por los ancianos y las dos mujeres que los cuidan. “Es que somos una familia”, resumieron ambas. 

Noticias Relacionadas