cultura
Roberto Arlt va al cine
No fue solo uno de los escritores argentinos más adaptados, sino también de los que más reflexionó sobre el séptimo arte.
La primera proyección cinematográfica en nuestro país se hizo en el Teatro Odeón, donde se exhibieron cortometrajes hechos por los hermanos Lumière, mediante un kinetoscopio –antecedente del proyector-. Fue el 18 de julio de 1896, cuatro años antes de que naciera Roberto Arlt.
El autor de El juguete rabioso y Los siete locos era un apasionado del cine. “Desde la butaca, cada espectador vive en sensibilidad un trozo de existencia de los personajes de sombra que gozan o sufren ante él. Hombres y mujeres van a buscar al cine, aparte de la distracción, una explicación de las problemáticas que complican sus existencias”, así comienza una de las reseñas que Roberto Arlt escribió en el periódico Última Hora. En los años 1917 y 1939, Arlt publicó reseñas sobre cine en distintos medios periodísticos. En esa época, Horacio Quiroga y Jorge Luis Borges también escribían artículos y críticas sobre estrenos cinematográficos, encontraban allí un lenguaje afín a la literatura pero con leyes propias.
Para Arlt, el cine es el lugar de aquel al que no le gusta la realidad y aspira a otro destino, y encuentra en las películas la autenticidad que la realidad no tiene. El cine está presente en su literatura como uno de los nombres del progreso. Patricio Fontana, en su libro Arlt va al cine, dice: “En varios textos de Arlt, la presencia del cine en una ciudad o en un pueblito de provincia implica renovación, modernidad, alteraciones tanto en el orden de lo arquitectónico como en el de la moral y las costumbres. De la mano del cine llega –para bien o para mal–, lo nuevo.”
Sus relatos recogen el núcleo estremecedor de las sociedades modernas: el impacto de la ficción, la manipulación de la creencia, la invención de los hechos. En sus novelas, los protagonistas son jóvenes delincuentes que imitan filmes norteamericanos, personajes de clase media arrebatados por el imaginario hollywoodense de sobreponerse a la amargura de su cotidianidad mediante hechos extraordinarios. En El juguete rabioso, un marginal del entorno de Silvio Astier tiene en su cuarto, junto a un Cristo sufriente, al no menos sufriente rostro de Lyda Borelli, actriz de los años veinte.
“Arlt es el más contemporáneo de nuestros escritores. Su cadáver sigue sobre la ciudad. Las poleas y las cuerdas que lo sostienen forman parte de las máquinas y de las extrañas invenciones que mueven su ficción hacia el porvenir”, escribió alguna vez Ricardo Piglia, autor de la adaptación televisiva que unió en un mismo relato Los siete locos y Los lanzallamas, serie de 30 capítulos dirigida por Ana Piterbarg y Ferndo Spiner.Entre las muchas adaptaciones cinematográficas que se hicieron de su obra, vale recordar la del cuento “Noche terrible”, con guión de Paco Urondo y dirigida por Rodolfo Kuhn; las dos versiones de El juguete rabioso –de Javier Torre y José María Paolantonio, respectivamente-, y Los siete locos, dirigida por Leopoldo Torre Nillson e interpretada por Alfredo Alcón, Norma Aleandro y Hector Alterio.