Salvadora Medina Onrubia, una platense pionera del feminismo
La vida de esta escritora fue un fuego que nadie pudo apagar. Esposa de Natalio Botana, abuela de Copi, amiga de Alfonsina Storni y los más reconocidos anarquistas que vivían en nuestro país.
Por la ventana de la Escuela Otto Krause se la ve arengando por la libertad del anarquista Simón Radowitzky, preso en Ushuaia. Salvadora Medina Onrubia vestía una falda negra abotonada hasta la cintura, camisa blanca y un corbatín negro anudado como moño. Arengaba a un público compuesto mayoritariamente por varones.
Con veinte años, era la primera mujer argentina que hablaba en una manifestación política. Desde las alturas en las que estaba, solo podía verse un mar de sombreros. Con la mano izquierda sujetando la ventana y la otra hecha puño, dijo: “Estoy con ustedes, con los anarquistas, los que deben marchar de frente y con el pecho descubierto, arrastrando el peligro, sin importarnos morir por nuestro bello ideal”.
Ya había conocido a Natalio Botana, un empresario periodístico uruguayo, cuya fastuosa quinta de Don Torcuato era visitada por Pablo Neruda y José Ortega y Gasset, y donde el mexicano Alfaro Siqueiros hizo uno de sus famosos murales.
Botana provenía de una familia de hacendados uruguayos, llegó a ser uno de los hombres más poderosos de nuestro país, y moriría, a los 53 años, en un accidente automovilístico en Jujuy.
Se conocieron cuando ella fue a la redacción de Crítica con una de sus obras de teatro y en busca de financistas.
Salvadora recordaría: “Primero hubo insultos, después amistad. Salimos a pasear por Palermo y ya no nos separamos más”.
Muerto Botana, en 1941, Salvadora se puso al frente de la empresa, convirtiéndose en la primera directora de un diario en nuestro país.
Salvadora nació en La Plata el 23 de marzo de 1894, pero pasó su infancia y adolescencia en Gualeguay, Entre Ríos, donde fue maestra rural y madre por primera vez, a los 16 años.
Poeta, periodista, dramaturga. Su primera obra se estrenó en Buenos Aires cuando tenía 18 años, el 10 de enero de 1914. Su título: Almafuerte. Un drama en tres actos que tiene como protagonista a una heroína.
En una de sus obras hace decir a uno de sus personajes: “A pesar de ser mujer, me permito el lujo de tener ideas, ¿sabe?”. Ella tenía ideas y no eran de las habituales en su época. Se atrevió a escribir sobre lesbianas y mujeres adúlteras. Se enfrentó a la dictadura iniciada el 6 de septiembre de 1930, iniciando su ofensiva con el artículo “El general Uriburu y el orden social”.
Terminó encarcelada. Los intelectuales más notables de la época escribieron una carta al dictador para que la liberaran.
Su vida comenzó a parecerse a la muerte cuando su primogénito murió accidentalmente de un tiro. No faltó quien dijo que se trató de un suicidio cuando ella le confesó que no era hijo de Botana. Lo cierto es que desde entonces, Salvadora ya no fue la misma. Se convirtió en una sombra de sí misma, acosada por alucinaciones. Una herida que ya nadie pudo cerrar.