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Un hombre que revolucionó la pedagogía

El catalán Fransesc Ferrer Guardia, era un librepensador que fundó la Escuela Racionalista introductora de nuevas normas para el aprendizaje. Fue fusilado en 1909.

En sus libros de texto, Fransesc Ferrer planteaba este tipo de problemas a sus alumnos: “Si un trabajador fabrica diez sombreros en ocho horas y por hacerlo le pagan cinco pesos. Y si esa decena la empresa la envía al mercado a cincuenta pesos, ¿cuánto dinero le robó el patrón al obrero?”. El asombro que provocaban sus planteos sólo era superado por la indignación provocada en los sectores tradicionales.

Para el maestro catalán, el proceso de enseñanza era recíproco: maestros y alumnos aprendían a la par. No había castigos ni amonestaciones. Se entendía al niño como un librepensador por naturaleza y a las ideas religiosas y al patronato estatal como desvirtuadores de esa mente.

En una suerte de decálogo del maestro racionalista, Ferrer escribió: “La Escuela Racionalista es la progenitora de una humanidad fuerte y libre, sin salarios, sin limosnas, ni fronteras. La Escuela Racionalista no reconoce deidades, por consiguiente, ella acabará con los amos, dogmas y prejuicios políticos y militares. La Escuela Racionalista procurará que el obrero trabaje para la comunidad, así como ésta trabaja para él. La Escuela Racionalista enseñará a oír la voz de la razón, pero nunca la voz del servilismo, y acabará con el actual régimen capitalista, para establecer el del proletariado”.

El objetivo declarado de la escuela racionalista era combatir los planes mecánicos, la transmisión escolar de una concepción mediocre de la vida, y la transformación de la sociedad a través de una actitud solidaria inculcada desde la niñez.

Fransec Ferrer nació el 14 de enero de 1859 en Barcelona, hijo de campesinos. De muy joven entró a la logia masónica Verdad y desde un primer momento apoyó a la República, trabajando activamente en tareas de alfabetización. Su trabajo como revisor en la compañía de ferrocarriles le permitió convertirse en el correo que aseguraba el contacto entre los revolucionarios españoles y el exiliado presidente del gobierno republicano Manuel Ruiz Zorrilla.

En 1899 se casó con la maestra Leopoldine Bonnard, con quien recorrió Europa empapándose de las nuevas concepciones pedagógicas. Pero Fransec decidió darle una vuelta anarquista a las más avanzadas metodologías de enseñanza, y en 1901 acuñó un nuevo estilo didáctico que tendría que pagar muy caro. Tenía 47 años cuando fue encarcelado por primera vez. Desde la prisión, escribió: “La Escuela Moderna pretende combatir cuantos prejuicios dificulten la emancipación total del individuo, y para ello adopta el racionalismo humanitario que consiste en inculcar a la infancia el afán de conocer el origen de todas las injusticias sociales para que, con su conocimiento, puedan luego oponerse a ellas y combatirlas”.

Ferrer Guardia creaba escuelas y ateneos por todo el territorio de España, a donde concurrían a instruirse miles de niños sin recursos para poder pagar una enseñanza privada. El proyecto, que comenzó con 30 alumnos, tenía para 1906 más de 30 escuelas, en las que se procuraba, a través de la educación podía favorecerse a la libertad del individuo y a la armonía de la colectividad, mediante un régimen de paz, amor y bienestar para todos sin distinción de clases ni sexos. Su concepción extendió su influencia en toda Europa, poniendo en jaque los dogmas pedagógicos hasta entonces vigentes. Su primer gran enemigo fue la Iglesia Católica que se veía cuestionada en sus postulados y, sobre todo, en su poder económico y espiritual. El pensador anarquista Piotr Kropotkin le escribió al maestro catalán en una carta: “Todo está por hacer en la escuela actual. Ante todo, la educación propiamente dicha: la formación del ser moral, individuo activo, emprendedor, valiente; y al mismo tiempo sociable, igualitario y capaz de sentir su unidad con todos los hombres del universo”.

Su pedagogía revulsiva fue considerada intolerable porque amenazaba los cimientos mismos de la sociedad tal como es concebida. Como no podía condenárselo por el solo hecho de practicar distintas ideas pedagógicas, se lo culpó de ser cabecilla de revueltas violentas con fines políticos. Murió fusilado en los fosos del Castillo de Montjuit en Barcelona, el 13 de octubre de 1909. Años después se demostraría la falsedad de las acusaciones que llevaron a su asesinato.

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