cultura
El legado del Papa Francisco
El Pontífice argentino recomendó en diversas ocasiones la lectura, no solo para conseguir "un cambio radical" en los seminarios, sino también como "camino de la maduración personal".
Francisco Bergoglio dedicó su papado a sostener una noción de cultura que implica la construcción de un territorio de encuentro donde se respete la unidad de lo diverso. Ante una cultura del descarte –descarte no solo de cosas, sino de personas que pierden aptitudes para el sistema de producción–, promovía una cultura de la inclusión. Decía: “La cultura del descarte, de hecho, no tiene fronteras. Hay quienes presumen poder establecer, sobre la base de criterios utilitarios y funcionales, cuándo una vida tiene valor y vale la pena vivirla. Este tipo de mentalidad puede conducir a graves violaciones de los derechos de los más débiles, a fuertes injusticias y desigualdades donde nos dejamos guiar principalmente por la lógica del beneficio, la eficiencia o el éxito”.
En una célebre carta, el poeta, novelista y autor teatral francés Jean Cocteau escribía a su compatriota el filósofo católico Jacques Maritain: «Es necesario salir de uno a través de la literatura; sólo el amor y la fe nos permiten salir de nosotros mismos». Esta cita fue remarcada por el documento redactado por el Santo Padre sobre el papel de la literatura en la formación, publicada el pasado 4 de agosto del año pasado.
En ese sentido, el Papa Francisco subrayaba la "importancia de la lectura de novelas y poemas en el camino de maduración personal", porque los libros abren nuevos espacios interiores, enriquecen, ayudan a afrontar la vida y comprender a los demás. Las obras literarias son una especie de "campo de entrenamiento para el discernimiento".
El Papa Francisco reveló su aprecio por el caballero Rodrigo Díaz de Vivar durante su audiencia con el seminario de Burgos en abril de 2024, recitando el icónico pasaje en castellano antiguo: «Mío Cid Ruy Díaz por Burgos entróse, en su compañía sesenta pendones, salíanlo a ver mujeres y varones; burgueses y burguesas están en los balcones».
Esta epopeya, considerada uno de los grandes tesoros de la literatura española, ha capturado la admiración del Pontífice, quien ha reiterado su entusiasmo por la obra en múltiples ocasiones. La conexión de Francisco con el Cid y, en general, por las obras trágicas hacía las que tiene predilección, se debe a que «llorando por el destino de los personajes, lloramos en el fondo por nosotros mismos y nuestro propio vacío, nuestras propias carencias, nuestra propia soledad».
Pocos saben que a sus 28 años, el Santo Padre fue Profesor de Literatura en un colegio jesuita en Santa Fe, Argentina. Alguna vez afirmó públicamente cómo sus alumnos preferían las obras de Federico García Lorca en lugar del Cid, que él siempre mandaba estudiar. Esta anécdota la contó en su carta para subrayar una idea: «El corazón sigue buscando, y cada uno encuentra su propio camino en la literatura». A pesar del tiempo que ha pasado, Francisco mantiene viva su conexión con sus raíces y tradiciones literarias, utilizando el Cantar de Mio Cid como símbolo de una rica herencia cultural que trasciende generaciones.
El Papa Francisco también ha sido un ferviente lector de Fiódor Dostoievski, quien en El Idiota describe la pena capital como «una violación del alma humana». En ese sentido, remarcaba: “En su novela El Idiota, Fiódor Dostoyevski resume impecablemente la insostenibilidad lógica y moral de la pena de muerte de la siguiente manera, hablando de un hombre condenado a la pena capital: «¡Es una violación del alma humana, nada más! Se dice: 'No matarás', y en cambio, porque él ha matado, otros le matan. No, es algo que no debería existir», citraba el Pontífice subrayando su postura contra esta práctica.
En sus doce años de pontificado, Francisco, además de manifestarse a favor de los pobres y contra el cambio climático y las guerras, era un fiel defensor de la idea de que la lectura es el vehículo principal del pensamiento y que parte de su amor a la vida se lo debía a su amor a los libros.