18 F: que el árbol no tape el bosque

Por Myriam Renée Chávez de Balcedo
Directora del diario Hoy

La historia de nuestro país está atravesada por grandes movilizaciones, que marcaron un antes y un después. Medio millón de personas se reunieron, en plena década infame, para despedir a Hipólito Yrigoyen que había sido derrocado tres años antes; casi un millón de trabajadores se movilizaron el 17 de octubre de 1945 para reclamar la liberación del coronel Perón y un número similar de ciudadanos lo hizo el 10 de diciembre de 1983 cuando, radicales y peronistas, celebraron la asunción de un presidente democrático tras los años de oprobio de la dictadura militar.  Años más tarde, los cacerolazos le pusieron fin al gobierno de Fernando de la Rúa y, pocos meses después de asumir la presidencia, Néstor Kirchner tuvo que hacer frente a otra histórica protesta protagonizada por miles y miles de ciudadanos que dijeron basta ante el flagelo de la inseguridad, luego del asesinato de Axel Blumberg y de otros ciudadanos inocentes que habían sido blanco del accionar de bandas delictivas que crecieron exponencialmente mientras el país se sumía en el atraso, en la pobreza y en el subdesarrollo.

Teniendo en cuenta estos antecedentes, está previsto que hoy, entre las 18 y 20 horas, en la Plaza de Mayo y en las principales ciudades del país, comenzarán multitudinarias marchas de silencio para exigir justicia por el fiscal de la causa AMIA, Alberto Nisman, que pocos días antes de morir había denunciado a la presidenta por encubrir  a los presuntos autores materiales de la voladura de la mutual judía. Ahora bien, el impacto que tendrá esta movida no merece un tratamiento lineal y superficial, como pretenden imponer desde la Casa Rosada o desde algunos sectores de la corporación judicial. Como bien dice el dicho popular, es necesario que el árbol no tape el bosque. Ocurre que, en torno a esta movilización, existe una evidente disputa política entre un gobierno que está en retirada, encerrado en su propia soberbia y seriamente comprometido por distintos casos de corrupción, y un grupo de fiscales que aparecen como organizadores de la protesta cuando, en realidad, su función debería ser la de actuar para que los corruptos y asesinos, que proliferan a lo largo y ancho del país, estén tras las rejas.

Es tan burdo el accionar del kirchnerismo que, en un claro gesto de provocación, organizó para hoy un acto con la militancia rentada en Atucha II, donde repartirán 30 mil empanadas caseras, en un revival de las prácticas que realizaban los compadritos conservadores durante la década infame. Para colmo, el acto podría ser trasmitido en cadena nacional. La excusa es celebrar que, supuestamente, la mencionada central nuclear, que fue rebautizada con el poco original nombre de “Presidente Néstor Kirchner”, llegó al 100% de su capacidad de producción de energía. Parece un chiste de mal gusto en un país que, cada vez que el termómetro supera los 30 grados, hay numerosos barrios que se quedan sin luz.

El nivel de patetismo de la movida de Atucha II solamente es comparable con la inauguración del hospital en El Calafate durante el fin de semana, que también fue encabezado por CFK y trasmitido por cadena nacional. Los miles y miles de pacientes que, diariamente, tienen que padecer las falencias del sistema público de salud no podían salir de su asombro. La presidenta parecía hablar de un país que sólo puede existir en su imaginación, en la fantasía del relato K. Sólo basta con visitar las instalaciones del Policlínico San Martín de La Plata, uno de los más importantes del país, para darse cuenta de lo que hablamos: los pacientes ni siquiera cuentan con sábanas limpias. En las salas de internación tienen que acostarse sobre trapos manchados con sangre. Un panorama igualmente desolador se registra en el Hospital de Niños de La Plata que, tal como lo hemos reflejado en las páginas de nuestro diario, las filtraciones de agua están provocando que se caiga el techo.

Ahora bien, desde el otro lado, también apuestan a burdas maniobras. Que hoy algunos fiscales se quieran bañar con agua bendita, convocando a una protesta en “homenaje a Nisman”, no les exime de responsabilidad por lo que hicieron y dejaron de hacer durante la mal llamada década ganada y por lo que deberían hacer de ahora en más. Si la Argentina padece una corrupción estructural nunca antes vista es porque durante años muchos de los responsables de administrar Justicia miraron para otro lado. Y no lo hicieron sólo con los llamados delitos de guante blanco: también lo hicieron con cientos y cientos de delincuentes de distinta calaña, violadores y asesinos que entraron por una puerta y salieron por otra poco tiempo después.

Salvo algunas honrosas excepciones, jueces y fiscales nada hicieron para evitar que ciudadanos inocentes sigan perdiendo la vida ante delincuentes que han perdido la noción básica del bien y del mal, y que son producto de la marginalidad extrema que ha generado un gobierno nacional cuyas políticas han entronizado el clientelismo en la misma medida en que destruyó el trabajo genuino, las economías regionales y el sistema productivo.

Por último, lo que sucederá hoy también tiene que ser un llamado de atención para gran parte de la dirigencia opositora, que se encuentra sin rumbo. Es imposible que haya un real cambio en el país si la alternativa es, por ejemplo, la alianza entre radicales y un personaje como Sergio Massa, quien fue un furibundo kirchnerista hasta hace tan sólo dos años y, además, está sospechado de tener vínculos con el narcotráfico. Algo similar ocurre con el acuerdo Mauricio Macri-Elisa Carrió. Cabe recordar que Lilita legó a calificar al jefe de gobierno “de delincuente” y de haber instrumentado “una Side privada”. También denunció que Franco Macri, el padre de Mauricio radicado en China (donde hace negocios con el kirchnerismo), “es un cuasi mafioso: miren lo que será que hizo espiar a sus propios hijos”. Carrió sufre un problema de memoria o evidentemente está dispuesta a borrar con el codo, lo que hasta hace poco tiempo escribió con la mano.
 
Más allá de la situación antes explicada, todos los ciudadanos tenemos el derecho y la obligación de salir a reclamar públicamente que haya un cambio profundo en la Argentina para evitar que, nuevamente, se termine imponiendo la impunidad. Que así sea.