Se vienen unas fiestas con bolsillos castigados por el ajuste K

Se acercan las fiestas de Navidad y fin de año, una época de paz, reflexión y unión familiar. El Gobierno ni siquiera respeta las tradiciones, al punto que ha decidido profundizar su nefasta política económica que implica aplicar severos ajustes que recaen, principalmente, sobre los bolsillos de la clase media y de los trabajadores asalariados.

Es inadmisible que un gobierno que se llena la boca diciendo que es nacional, popular y progresista implemente semejante salvajada como es el nuevo esquema de asignaciones, que dejará a miles y miles de familias sin este beneficio. Es decir, se encontrarán en su recibo de sueldo con quitas que llegan a los 340 pesos mensuales.

En definitiva, esta situación es una cabal muestra de cómo funciona lo que algunos economistas denominan “el impuesto inflacionario”. No actualizar las asignaciones familiares, en función del real incremento del costo de vida, que este año rozará el 30%, significa una pérdida real del poder adquisitivo de los trabajadores, mientras que el Estado se favorece debido a que el aumento de precios representa más recaudación en concepto de IVA. Estamos ante un esquema absolutamente reaccionario, que hasta les generaría escozor a los referentes conservadores que gobernaron el país durante la Década Infame.

Al mismo tiempo, las quitas de las asignaciones se complementan con el pago del impuesto a las Ganancias que, luego de la exención extraordinaria que solamente abarcará este mes, el año próximo volverá a caer con toda su fuerza sobre los salarios de aquellos trabajadores que ganan más de $ 5.782 (si son solteros) o más de $ 7.998 en caso de estar casados y tener dos hijos. 

Casi en absoluta soledad, desde las páginas de este diario se viene sosteniendo que es una aberración jurídica considerar a los salarios como una ganancia, cuando son los empleadores los que pagan este impuesto en función de la plusvalía que obtienen gracias al trabajo aportado por sus empleados. 

Obviamente, esta voracidad fiscal responde a una necesidad de caja. Las arcas están vacías y ya no hay recursos para seguir sosteniendo el enorme aparato clientelar que montó el kirchnerismo. Asimismo, muestra el cariz antipopular de una administración que le mantiene los beneficios escandalosos, como es el hecho de que los bancos no paguen ni un solo peso de impuestos por la renta financiera que obtienen en un país, cuyo modelo económico, en gran parte, se sustenta en la usura. 

Al mismo tiempo, las multinacionales mineras, que saquean nuestros recursos naturales y contaminan las fuentes de agua dulce más puras del país, dejan poco y nada al fisco, y sólo aportan en función de declaraciones juradas elaboradas por ellas mismas, que nadie controla.  

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