Crimen en Romero: la víctima tenía más de 15 tiros, siete en la cabeza

Tras la operación de autopsia, se conocieron detalles de uno de los asesinatos más brutales de los últimos tiempos en la ciudad. De los asesinos nada se sabe.

La balacera que acabó con la vida de un joven de nacionalidad paraguaya de 23 años, la tarde del domingo en un sector de Melchor Romero, fue tan infernal y prolongada que nadie podía creerlo. Tan es así, que al principio, durante los primeros tres o cuatro disparos, las personas que estaban en las inmediaciones pensaron que en realidad se trataba de los cortes de las motos.

Sin embargo, no tardaron en caer en la realidad, una realidad que todavía hoy les parece increíble.

“Los tiros acá no son infrecuentes, y cada dos por tres los oímos o nos enteramos después de que lastimaron a alguien. Pero ahora fue diferente. Era una detonación detrás de otra, continua. Cuando vimos lo que realmente había ocurrido, no podíamos creerlo”, comentó un vecino de la zona.

El mismo hizo referencia a uno de los crímenes sin dudas más violentos que se vivieron en la ciudad en los últimos tiempos. Tal como este multimedio publicó en su edición anterior, Rubén Fleitas circulaba con su moto por las calle 167 entre 523 y 524, alrededor de las 18.30.

Al pasar por la puerta de un supermercado, fue abordado por dos desconocidos que, al parecer, llegaron a pie. “Sin mediar palabra, sin discusión previa alguna, le dispararon con una pistola”, narró un jefe policial. Después, también contó que la víctima “tenía antecedentes penales y ya habían intentado matarlo en dos oportunidades previas, al igual que a su padre”.

Bajo esos detalles, no dudó en aseverar que “de seguro se trató de un ajuste de cuentas, alguien lo quería muerto”, aunque dicha teoría, si bien no fue desechada, hasta el momento no es la única. “No descartamos nada, ni siquiera la posibilidad de un intento de robo”, aseguró por lo bajo otro vocero con acceso al expediente.

Nueve milímetros

Consumado el ataque, los cacos se dieron a la fuga a las corridas, presuntamente, sin llevarse nada del damnificado, que quedó boca arriba tendido en la calle, agonizando. Los siete disparos que recibió en la cabeza y los otros que impactaron en su tórax (cerca de 10) le quitaron la vida en segundos. Cuando llegó el primer patrullero, notó que ya no tenía signos vitales, algo que luego comprobaron los paramédicos que acudieron en una ambulancia.

“Todas las balas recuperadas en la operación de autopsia eran del mismo calibre, nueve milímetros, al igual que las vainas servidas incautadas de la escena del crimen. No se descarta que hayan actuado dos tiradores en forma simultánea”, amplió un portavoz.

Aún con estos datos, las autoridades de la fuerza, que analizan el hecho con hermetismo, no pudieron dar hasta ahora con los involucrados en el asesinato, que sigue impune como tantos otros en la región.

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