El canotaje argentino vibra en Ensenada

A menos de un mes de haber culminado su participación en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, Sabrina Ameghino dialogó en exclusiva con el diario Hoy

Después de ser mamá, los Juegos Olímpicos significaron la mejor experiencia de mi vida”, relataba en el comienzo de la nota con este medio una exultante Sabrina Ameghino

Ya en su Ensenada natal, recibe a diario el cariño de todos sus vecinos, que no paran de felicitarla por su primera participación olímpica, tras haber llegado a las semifinales del K1 en el deporte que tanto ama: el canotaje.

Al respecto, mientras cumple el rol de madre, cuidando de su única hija, “Vera”, la deportista continúa con los quehaceres diarios, como una más. Con una sonrisa, se prestó a charlar con este medio en la comodidad de su hogar.

—¿Cómo fue el recibimiento en tu casa tras esta increíble experiencia?

—Fue genial. Un poco de vergüenza me dio, pero disfruté muchísimo pasear en autobomba y, de yapa, con caravana. Solo puedo decir que me emocioné y quiero agradecer nuevamente a todos los vecinos por el cariño que muestran hasta el día de hoy.         

—¿Qué te dejaron los Juegos Olímpicos?

—Fue, después de ser mamá, la mejor experiencia de mi vida: me divertí, me conmoví y me asombré. Competí con los mejores y dejé todo en cada carrera. Conviví con los más grandes del deporte nacional y del mundo. No puedo pedir nada más.                        

—¿Cómo sigue tu vida profesional?

—Por lo pronto, le prometí a “Vera” (así llama a su hija Verónica) estar más en casa. Voy a remar, sí, pero más tranquila. Este año queda, en materia de competencia, el Campeonato Argentino y el Sudamericano en noviembre. Lo demás será paso a paso, que sea lo que tenga que ser, y si es Tokio 2020, bienvenido.

—¿Qué opinión te merece el desarrollo de los Juegos Paralímpicos?

—Me parece perfecto que se hagan los Juegos Paralímpicos. En canotaje nos representa Lucas, que es un compañero más. Hemos compartido viajes y pegamos mucha onda, ojalá pueda llegar lejos.                      

—¿Cómo viviste la estadía en la Villa y la relación con tantas personalidades?

—La Villa era Disney, me crucé con mucha gente; y la competencia fue lo que vieron en la tele, se vive a pleno. Después, tengo una anécdota muy particular: yendo a la Ceremonia de Apertura, me siento con Santiago Lange y le pido una foto. Él se ríe y accede. Después seguimos charlando, le mando la foto a mi mamá y le digo: Estoy con esta leyenda, muy feliz. Charla va, charla viene, le consulto si había venido como jefe de equipo y me larga una carcajada. Claramente vivo en un termo (risas).