La matriz corrupta del gobierno K

Cristina hizo gala de sus contradicciones

“Pedimos al juez en Nueva York que genere las condiciones para un acuerdo igualitario que sea beneficioso para el 100% de los acreedores".

“No puedo creer que una legislación de cualquier país del mundo privilegie el 1% de los acreedores en detrimento de un 92%. Creo que es necesario que se le generen las condiciones a la Argentina para negociar y acordar. Dimos prueba de ello en varias deudas contraídas anteriormente".

Estas fueron las frases principales del discurso que ayer pronunció la presidenta Cristina Kirchner en Rosario, en ocasión del acto por el Día de la Bandera. A esta altura, es muy difícil encontrar alguna postura que indique que la Argentina no deba cumplir con el fallo dispuesto por la Justicia norteamericana, que tras un largo litigió le terminó dando la razón a los buitres.

Las cartas ya están echadas pero, para evitar seguir cometiendo errores garrafales que agudicen la crisis que estamos atravesando, es indispensable tener bien en claro cómo hemos llegado a esta situación y quiénes son los responsables.  Si actualmente estamos cerca de un default es producto de un gobierno que carece de materia gris, con una presidenta que tiene serios problemas de compresión en relación a cómo funcionan los centros del poder económico y financieros a nivel mundial. 

La soberbia 

Lejos de recurrir a expertos que tengan real conocimiento de cómo hay que moverse en corazón del sistema capitalista, como es Nueva York, CFK decidió rodearse de aplaudidores y obsecuentes. Durante años, puso en escena una farsa, con militantes rentados aplaudiendo cada uno de sus discursos, y se terminó creyendo su propia mentira, con una soberbia que no hizo más que demostrar la debilidad y la mediocridad de una gestión gubernamental que comenzó a transitar su recta final.

Las permanentes contradicciones, que se han puesto en marcha desde el mismo momento en que la Corte norteamericana decidió no tratar el litigio entre el estado argentino y los fondos buitres, lo único que hicieron fue sembrar incertidumbre.  Se anunció, por ejemplo, que estaba previsto el envío de una comitiva para ir a negociar con el juez Griesa y los buitres y a las pocas horas, por un berrinche de la primera mandataria, se desmintió. No duró mucho: Cristina ayer tuvo que volver sobre sus propios pasos. 

Estas marchas y contramarchas son propias de un gobierno que intenta vestirse con ropajes revolucionarios, pero que en los hechos concretos emprende acciones que solamente favorecen a los sectores concentrados que, desde hace casi 40 años, vienen saqueando al país.

El manejo de la deuda externa es una cabal muestra de esta bipolaridad política.  A fines de 2001, cuando se declaró el default, se abrió una oportunidad única para el país para determinar cuánto es lo que efectivamente se debe.  Cualquier empresa que atraviesa por una situación similar, por lo general, instrumenta lo que se denomina concurso preventivo de acreedores, donde se debe demostrar la validez de las acreencias. Luego, sobre esa base, un juez dictamina cuánto se le debe abonar a cada uno y, en función de las utilidades de esa compañía, establece la forma de ir cumpliendo con los compromisos impagos.  

Lejos de seguir este camino, el kirchnerismo optó por validar toda la deuda, no hizo la más mínima auditoria cuando existe un fallo del juez Jorge Ballesteros que, tras una larga investigación, determinó que gran parte de la deuda es ilegal e ilegítima. Fue tal la complicidad de los K que, al momento de instrumentar los canjes, ni siquiera se cambió la jurisdicción para dirimir eventuales conflictos, determinando que las operaciones se sigan haciendo bajo el amparo de las leyes norteamericanas. Con este accionar, los K sacrificaron la soberanía nacional, permitiendo que el futuro económico del país ahora esté en manos de un magistrado extranjero, a miles de kilómetros de distancia de la Argentina. 

La bicicleta financiera

Gran parte de la deuda pública, cercana a los 300 mil millones de dólares, cifra que prácticamente duplica la deuda que existía antes de que Néstor Kirchner llegara a la Casa Rosada, es el resultado de una bicicleta financiera que se puso en marcha durante la última dictadura militar.  No se podía esperar otra cosa de genocidas que habían decidido traicionar el legado sanmartiniano y belgraniano, para asociarse con intereses antinacionales dispuestos a saquear lo que, hasta antes del golpe de 1976, era el país más próspero y desarrollado de América Latina.

Los negociados financieros se profundizaron durante el menemismo, cuando se rifaron las últimas joyas de la abuela, y los K –como fieles discípulos de ese modelo- lo perfeccionaron. Así fue como, primero con los canjes  y luego con el pago -en contado, en efectivo y por adelantado- de 10 mil millones de dólares al FMI, permitieron que la denominada patria financiera continuara enriqueciéndose, con millonarias comisiones, a costa del subdesarrollo del país. 

En definitiva, la corrupción forma parte intrínseca de este gobierno y ponerla al descubierto derrumba la falacia del relato oficial. En ese sentido, cuando ayer CFK se quejó de los fondos buitres al sostener que “revolotean sobre Vaca Muerta”, dando a entender que se quieren quedar con los recursos naturales, la primera mandataria distorsionó la realidad. 

La verdad es que este gobierno ya entregó, en bandeja, lo que es uno de los principales yacimientos de gas y petróleo no convencional del mundo a otros buitres, entre los que se encuentra la multinacional Chevron, que el año pasado firmó un leonino contrato con YPF. Pero eso no fue todo: la frutilla del postre vino después, cuando los K pactaron recompensar a Repsol, la empresa que vació YPF y nos dejó sin hidrocarburos, haciéndole pagar a los argentinos una compensación de más de 8000 millones de dólares. 

En conclusión, al kirchnerismo le cabe la perfección una de las máximas del genial pensador Arturo Jauretche: “si malo es el gringo que nos compra, peor es el criollo que nos vende”.