El hincha Pincharrata bajo la lluvia de la ilusión y la jura de amor eterno

“No me lo digas dos veces que me agarra la loca y voy a la cancha”, le advirtió él a ella, mirando caer la lluvia por la ventana. Un matrimonio con los hijos ya grandes, independientes, y ella ya sabía cuál sería la conclusión de esa frase que subió el tono después del almuerzo del feriado. Así fue. Los dos salieron en el micro mostaza, pese al diluvio universal. Son los hinchas, como decía Enrique Santos Discépola, “el que da todo sin esperar nada”.

No han podido cambiar este hábito pese a tantos a los que la existencia los fue haciendo modificar. Los años han pasado, pero aquí están ellos, con el carnet y la camiseta.

Después de las horas laborales encuentran liberación en la vida. Pero no es cierto que sea una descarga… ayer no trabajaron y la “fiaca” no les impidió perderse a Estudiantes… ante Colón. Dicho sea de paso, este estadio es tres veces más impresionante que el mismísimo teatro Colón.

En pareja, o también en barrita de cinco o seis o “siete” (el número que les gusta recordar por aquel clásico en que borraron de la cancha a los vecinos hace ya seis años), si uno los escucha con atención, no dialogan ciertamente el castellano, hay un dialecto que repite frases como “mística” o “kiricocho”, que sólo ellos entienden bien. E incluso hablan como si nada de “brujerías”. Esta cofradía “Pincharrata” hoy, con catástrofes mundiales naturales y con crisis que amenazan al mejor bolsillo, continúa llevando con orgullo ese seudónimo, con el que se conoció a un olavarriense lustrador de botas de la Estación, años ’40 y ’50.

Con el aguacero, incluso sin paragüas, confiando en que el techo del estadio es suficiente confort, pero sin medir si a la salida los agarraría la lluvia y el frío, acudieron en buen número por ser un cotejo que no da ninguna chance de vuelta olímpica.

Felices, aunque también con la mueca de preocupación por las cosas que se viven en el cotidiano, llegaron comentando el fútbol, con la vuelta de Verón, con los “huelguistas” jugadores santafesinos que no se presentaron la fecha anterior, o con otros asuntos como el clásico uruguayo (los más bullangueros de esta pasión dicen ser amigos de Peñarol de Montevideo).

Es la tribu fundada en 1905, en una zapatería, que hoy incluso con el “mal tiempo”, iban como niños hacia la 32, dejando las huellas de sus pies marcadas en el pasto de la rambla de 32, sin llevar botas siquiera.

Y la parejita aquella, se instaló en su platea, tomados de la mano, como en el banco de la iglesia donde hace hace tantos años se juraron amor, un amor eterno, como el que se llevarán de esta vida junto a Estudiantes.