El orgullo de Rojo se hace inmenso en una casita de 530 y 134

La familia Barbarino (toda bien Pincha) es la que hace el mayor de los aguantes al “16” de Argentina en este Mundial. Charlamos con Mario, su primer entrenador en el Club Las Malvinas, en torneos LIFIPA

Sábado a la una de la tarde, a esa hora en que Argentina e Irán jugaron el sábado en el Mundial de Brasil, era la hora exacta en que LIFIPA jugaba los partidos de la categoría ’90, donde Las Malvinas, con el DT Mario Barbarino y un pibe puro corazón, Marcos Rojo, disfrutaban de los partiditos en cancha reducida. A los 49 años, plomero de profesión, ese “Gringo” que le daba las primeras indicaciones, recuerda aquella época que magnifican ésta. Y aunque él pudo haber viajado por una invitación especial que le hizo Marcos, igual lo vive inmensamente emocionado desde la casa. “Estamos como locos, de no creerlo. Aparte lo que es él…” fue la expresión iniciar de quien lo formó, del que lo llevaba en su auto y en cuya casa de dos pisos el pibe festejó uno de sus cumpleaños, porque la de los Rojo no era muy grande ni con comodidades.

El nene que se está comiendo la cancha en el Seleccionado de Sabella, dejó grandes amistades, por su loca forma de ser, tan loca, que no teme en tirar una rabonita en su propia área. 

Barbarino siguió hablando desde el corazón: “traerme un palco de la cancha de River cuando juega la selección, un palco de 900 peos y yo sentado entre los familiares de todos los jugadores, entre las modelos, cuando él canta el himno, cuando él sale a la cancha, para mi señora, para mis hijos, para mí, es un sueño.

En julio de 1997 ese equipo de infantiles llegó al diario Hoy. Eran el arquero Jonatan Machuca, Germán Poggio, Gonzalo Sirini (sobrino del DT), Sebastián Alfonsín, Nicolás Sabin, “eran los 4 o 5 mimados que los llevaba para todos lados”. Por supuesto todos hoy disfrutan viendo a su amigo consagrado. “La mayoría son del barrio y cada vez que nos cruzamos sale lo de Marcos. Somos futboleros de toda la vida, pero un jugador de la selección era un marciano, no era un hombre común”, trata de dar con la palabras exactas este ex goleador de la Liga Amateur, y hoy entrenador de un equipo de la Liga Amistad (interbarrial).

-¡Qué tiempos aquellos!

-… Marcos salía llorando cuando perdía, realmente lloraba. Tengo mil cosas. Se le caía los mocos a la mitad de la pera, yo entraba a la cancha y le sonaba los mocos con la mano. Ese veneno que se chupaba… El año pasado, un día que cumplía años Agüero, Marcos vino a casa a saludarme a mí, iba a estar Maradona, pero no, “yo voy a lo del Gringo’” y se vino a mi casa a tomar una coca.

-No cambió nada de su personalidad

-Nada. ¡Marcos nos invitó al Mundial! Pero imaginate un mes… yo trabajo de plomero, aunque mi hijo, el mayor (Mario Vicente Barbarino), se fue. Marcos alquiló una casa en San Pablo, mi hijo manda fotos y no puede creer, con pileta, con jacuzzi, con mesa de pool. Mi hijo jugaba en la ’88, no jugó con él, pero Marito jugaba a las doce y yo con la ¡90 a la una. Marito era como el hermano más grande de esos pibes y venía en el auto con nosotros, para todos lados. 

Hay un momento de la charla donde don Barbarino se emociona. Dice que el primer cumple de Rojito “fue acá en mi casa…. festejó los 5, nosotros no éramos ricos, pero estábamos un escalón mas arriba, nada más, teníamos un lugar mas grande. Cuando me presentó a su mujer, se lo contó delante de mí”.

Además, “la entrada para los Mario, como dice él, siempre están”.

Con unos rollitos demás, sin la práctica del fútbol, este padre de familia, que le daba la camiseta 10 azul y amarilla, para entrar los sábados a la una en el torneo de LIFIPA, ya entiende “que un jugador de selección no es un marciano, es como nosotros… Mi hijo está disfrutando de eso y en un Mundial… el otro día, comunicado por esos wa sap, no sé si entendí mal o qué, pero decía que pisó el pasto del Maracaná…”

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