El “taquito feliz” de un guerrero de Berisso que nunca baja los brazos
Luciano “Luly” Aued surgió en Gimnasia en tiempos del colombiano Maturana. Su corazón y técnica individual lo llevaron a lo más difícil: mantenerse. Pero en los últimos años había entrado en una especie de meceta. Se lo dejó de ver en los partidos de Primera, a pesar de que conservó siempre la ficha en el Racing Club.
El pasado sábado, cuando el reloj daba las 22.21, y en Liniers no se rompía por nada el 0 a 0 de Vélez y Racing, Aued tuvo una inspiración absolutamente potreril, de las que se extinguieron por las presiones económicas y de las otras (amargo tacticismo que apagó la frescura). Pero “Luly” se animó. Iban 44 minutos del segundo tiempo, y un pensamiento telepático hizo que lo vea a su compañero Vietto donde sólo él podía imaginarse. De espaldas al arco, dentro del área, la bancó a lo guapo y le aplicó un “taquito” que mandó la bola como en un billar, para el pique del “9” y la definición exquisita por arriba del arquero…
Histórico, recordable, como aquel golazo de Juan Fleitas a Chilavert, que aún se conserva en los corazones y las mentes de los Albicelestes.
Los chicos en las escuelas ahora tratan de imitar el taco de Aued, el muchacho de Berisso que pese a las lesiones nunca bajó los brazos. En diálogo con la prensa, dijo que “no podía creer la jugada que hice. Por cómo se dio el partido, por cómo definió Lucho, porque fue en el descuento... Fue todo perfecto. Son cosas que al hincha le quedarán y a uno le sirve para demostrarle al técnico que puede serle útil al equipo”.
¿Cómo fue la jugada? Así la explica en frío Luciano: “Recibí una pelota de Viola. Tenía a Zuculini por el segundo palo y casi se la di. Me frené un poquito. Lo vi a Vietto picando por atrás de un defensor y tiré el taco a ver qué salía”.
En todas las redes sociales apareció el “taquito”, pero humildemente Aued aclara: “no uso Twitter, pero mis amigos me cargaban con una foto que apareció mía con el Balón de Oro. Era lógico que los hinchas se lo tomaran a chiste y que se sorprendieran porque me vieron jugar muy poco”.
Un premio al guerrero, al pibe que de niño recorría todos los días en el taxi de su viejo la Avenida 60 para cruzar de Berisso a La Plata y jugar en un equipo de la Liga LIFIPA, Las Malvinas, porque “ya lo pedían” por su talento innato.
Cuando pasan estas cosas, dan ganas de abrazarse al de al lado y compartir la emoción, y también las lágrimas como las que habrá caído en las mejillas de su viejo, Amado, taxista de nuestra ciudad.
Hace un tiempo “los médicos no encontraban qué tenía... Jorge Batista hasta me dijo que estaba la chance de que no pudiera jugar más. Ese día lloré mucho con mi vieja. Fue el año pasado. Me aferré a mi familia. Mis compañeros estuvieron siempre pendientes de mí lesión, también Luis Zubeldía”, repetía ayer en los pasillos del “Cilindro Mágico”, un poco más mágico desde que este gol (no fue suyo pero se lo recordará como propio) le dio una alegría al racinguista en tiempos de vacas flacas.