En un nuevo aniversario, una recorrida por la cancha donde dio el salto
El Flaco Zuccarelli y el Pato Fariscoy recordaron cómo se gestó la época dorada del club. Diario Hoy los juntó en el lugar donde Miguel Ignomiriello empezó a inculcarles una disciplina que les sirvió tanto para el fútbol como para la vida
Un pedazo del mundo Pincha es la cancha auxiliar, la de 1 y 54, justo en uno de los bordes donde la ciudad quiebra el contorno de cemento para darle lugar al Bosque: la hermana menor de la “tierra de campeones”. En el aniversario número 112 de la fundación de Estudiantes, dos de aquellos pibes que conformaron un estilo revolucionario para el fútbol argentino, antes de empezar a levantar copas, volvieron a pasar por el campo de juego, para recordar y esperanzarse con lo que viene.
Humberto Zuccarelli volvió a pisar esta cancha después de mucho tiempo y dijo: “Me trae recuerdos imborrables. Acá, en la cancha chica, como le decíamos, se puede decir que arrancó todo, con aquel famoso proceso que se inició en 1964, al mando de don Miguel Ignomiriello, forjándose la Tercera que Mata y, como consecuencia de ello, el equipo que terminó siendo tricampeón de América y campeón del mundo”.
El famoso mote de “adelantados” que les otorgó la tribuna tiene sus razones. Una de ellas Zucarelli la vistió en una proverbial anécdota. “Año 1966. Estábamos para jugar con Vélez, eran casi las 9 y, con la Tercera jugábamos a las 11.30, de visitante. Viajábamos con saco y corbata, que ya era tremendamente raro. Cuando estaba por subir al colectivo, don Miguel me miró y me tocó la patilla: ¿Y esto? Era una patilla normal para la época, algo larga. Miró el reloj y me dijo: Tiene diez minutos, a las 9 salimos. Entonces me fui corriendo a la pensión que había acá a tres cuadras, me metí en el baño y con una gillette me las corté. Llegó justito, me dijo, y me hizo subir. Así de estricto era para todo. A todos nos enseñó el sentido de lo que era ponerse la camiseta y la importancia de tomarse esta actividad, como verdaderos profesionales, mientras éramos amateurs”, contó el Flaco.
Memoria albirroja
Juan Abelardo Fariscoy, clase 1948, fue uno de esos cracks que quedaron en el anonimato, opacado por el brillo de los multicampeones. Sin embargo, lleva el orgullo de haber pertenecido y aún hoy se siente parte de esta institución. “Iniciamos en 1964 una época de oro, yo cuento cinco años y catorce títulos desde divisiones inferiores a Primera. ¡Qué etapa! Abajo, con Ignomiriello y con el profe Cancela, un trabajo deportivo y social con Urriolabeitia, Timko, Cheves, Di María, y los que llegaron a Primera, teniendo a Zubeldía, Kistenmacher y Marelli; con Lachaise y Mangano como dirigentes, con Mansilla como utilero”, enumeró el Pato.
Ambos caminaban por la cancha, mientras se podía escuchar el ruido producido por los motores de las máquinas que trabajan para la futura casa. ¿Cómo era esta cancha? “De tierra, había un pastito cada veinte metros, pero para nosotros era el Bernabéu, el Maracaná. Trabajábamos mucho, sabiendo que nos iba a brindar un gran beneficio cuando nos tocara jugar allá, en la principal”, contaron.
En diciembre de 1965, la Tercera (“que era una Primera”, acotó Fariscoy) dio la vuelta olímpica. Fue una noche, con baile a Independiente, 5 a 1. Asomaban quienes luego conquistarían el mundo: Poletti, Aguirre Suárez, Manera, Malbernat, Echecopar, Bedogni. “Felices aquellos que pudieron terminar siendo campeones de América y del mundo. Es cierto que hubo varios muchachos que no llegaron a tener esa satisfacción pero formaron parte del día a día, integrando la Sexta, la Quinta, la Cuarta, inclusive la Tercera”, señaló el Flaco, actualmente en Quilmes, como secretario general del área de Fútbol.
Para Fariscoy, vienen a la memoria otros cracks: “Orife, Cremasco. Tendría que nombrarte a veinte que, si fueran estos tiempos, habrían sido vendidos a Europa”. La nota, en pleno mediodía, fue teniendo matices. Cuando vieron una silla plástica, bromeando, dijeron: “Debe ser una de las que ocupaba Ignomiriello a la hora de observar jugadores, en las famosas pruebas”.
“Veníamos de familias humildes, muchos pibes dejaban sus pueblos del Interior. Yo siempre fui platense y nunca voy a olvidar que mi primer baño de agua caliente fue gracias a Estudiantes de La Plata. Tenía 13 años”, se emocionó Juan, jubilado y adepto al atletismo. A su lado, Zuccarelli, viendo el lomo de la tribuna popular de cemento, evocó: “Recuerdo cuando era chico, atrás del arco. Venía a gritar cada domingo por Estudiantes, como el hincha que en definitiva soy ”.