ENTREVISTA EXCLUSIVA

Andrés Duprat: “Hay un trabajo colaborativo”

Tras presentarse en el Festival Internacional de Cine de Venecia y en el de San Sebastián, llega a la Argentina con una propuesta inteligente y ácida. Diario Hoy habló con él.

Competencia oficial, película de Mariano Cohn y Gastón Duprat que cuenta con las actuaciones de Penélope Cruz, Antonio Banderas y Oscar Martínez, revela el lado B de la creación artística, imaginada por ambos directores y por Andrés Duprat, quien además de guionar las películas es director del Museo de Bellas Artes de la Ciudad de Buenos Aires y parte del equipo desde las primeras propuestas cinematográficas de la dupla. Con él habló diario Hoy en exclusiva para saber más del proyecto.

—La película tiene la exageración como parte fundante del relato. ¿Cómo se llegó a ese tono?

—Tiene un proceso distinto a las otras, aunque es el mismo universo y tiene el sello Duprat/Cohn, lo cual me gusta. Es una película que se puede entroncar en la tradición de películas que hacemos. Creo que primó nuestra impronta, más allá de que es una película de mayor presupuesto, con productores españoles y con actores internacionales. Eso me agrada. Se trata de nosotros haciendo una película que nos gusta. En general entre los tres empezamos a tirar ideas. Hay un trabajo colaborativo, existe un funcionamiento de grupo, como en las buenas bandas de rock, que decís: “Mirá que bien que suenan”. Creo que funcionamos mejor que solistas. En este caso, Penélope Cruz nos convocó, nos dijo que quería trabajar con nosotros, vi las películas, me encantan, y obvio que nos sentimos halagados. Empezamos con las conversaciones, se sumó Antonio, Oscar, y antes de la pandemia comenzamos con encuentros colaborativos, que eran muy divertidos. A nosotros nos interesaba la idea de abordar el mundo del cine, no de la película dentro de la película, que esquivamos en esta propuesta, sino el mundo de la creación actoral. En los encuentros, ellos nos contaban anécdotas divertidas sobre su encuentro con directores de todo tipo, y fueron muy histriónicos y divertidos para contarlas, con nombre y apellido de cada uno, cosas muy interesantes, y eso quizás nutrió el relato. Respondiendo a tu pregunta, están esas anécdotas pasadas por nuestro filtro. Claro que además luego subyacen temas más profundos. El origen más diferente residió en esto que no vamos a hablar con los actores cuando escribimos el guión; se da en otra instancia. Acá hasta eligieron los roles, aunque a mí me gustó que Penelope fuera la directora.

—¿Les divierte que les pongan nombres y apellidos de los personajes?

—No están inspirados en nadie, pero para mí Lola es alguien que no es tanto de la industria del cine, sino una performer, o alguien del mundo de las artes visuales de alto nivel extremo, porque los directores de cine no san tan extremos, pero en el mundo del arte sí. Si vas a ver una performance de Marina Abramovic, te quedás corto. La película habla sobre aquellos directores que sufren y hacen sufrir a los actores, como pasa en el mundo del deporte, donde muchos tratan mal. Somos individuos que al rigor respondemos, o por ahí no, pero es verdad que hay un tipo de persona que se siente desafiada y eso me parece el pensamiento de Lola: “Quiero a estos dos que son excelentes”. Y los humilla. Pero no están basados.

—Creo que responde a querer identificar, pero por necesidad...

—Sí, y es lícito, pero por ejemplo a Antonio en Venecia le preguntaban muchos si no le molestaba reírse de sí mismo con un personaje que tiene mucho de él, y él decía: No me parezco porque no tengo un Lamborghini.

—¿Fue el proceso de trabajo más divertido para ustedes hasta ahora?

—Puede ser, y en este caso trabajamos mucho el guión. Nosotros lo hacemos con un guión fuerte, y a la hora de ir al rodaje sabemos que eso es lo que se representará. Aunque esto no quita que haya hallazgos, en la interacción de ellos, pero trabajamos mucho con un guión preciso, pero como las tomas y las escenas eran largas aparecían cosas.

—¿Se extendían por el trabajo de los actores las tomas?

—Sí, y hay planos largos con los tres en escena, cosa que si llegara a haber errores no te sirve, pero acá no pasó, y en esta arquitectura finísima poníamos a estos tres “desgraciados” a trabajar.

—¿Qué sentís cuando ves una película basada en un guión tuyo?

—Me gusta más, yo admiro a Mariano y Gastón, y creo que juntos somos más que cada uno por su parte. Soy mayor que ellos, y si bien siento que las ideas son buenas e interesantes, me gusta el ácido que le ponen, y también me gusta la persona que configuramos los tres. Si fuera yo solo sería más pontificador, ellos le ponen una línea más fresca, liviana, interesante, encontrando una voz, y eso se valora, lo hago como espectador y lector, y hay veces que me gusta más alguna obra que otra, pero si reconocés el ADN está muy bien. Por ejemplo, en las series ves que no hay autor y todo es lo mismo. También me gusta el desafío que significa para Mariano y Gastón hacer cine inteligente y popular. Cada vez más valor le doy a eso, a hacer algo con muchos niveles de lectura, porque veo que hay mucho cine que subestima al público con una propuesta grotesca y estúpida, pero también la contracara, igual de nefasta, la obra del artista incomprendido, con una poética propia solo accesible para pocos y no hay una mentira más grande.

—Lola (Cruz) dice algo sobre eso…

—Sí, y está tocado en esta película y en otras, el tema del arte popular y el arte de élite, presente en los personajes de Antonio y Oscar; cada uno detesta al otro y a la vez lo envidia, esa tensión está presente en el mundo del arte, de creer que si no te entienden es un valor, falso encriptamiento, una situación muy nefasta, tanto como la gente que da mierda. Los directores que a mí me gustan son populares, como Woody Allen, Quentin Tarantino o Nanni Moretti, que ponen toda la carne al asador. Hay una frase de Bruno Munari que me encanta: “Uno ve lo que sabe”. Claro, si yo veo ese cuadro, tal vez yo tenga más herramientas. Yo podría escribir 14 páginas sobre la obra, y vos quizás te quedes con otras cosas, pero el arte no es para que lo lea la academia, nada más. En las artes visuales la gente ya siente que no conecta, y es terrible, porque el arte lo hacen personas y tendría que haber una conexión sensual con eso. A veces la hiperformación te hace una especie de “frígido”, y no mirás, no te dejás seducir por la obra, y a los críticos de cine les debe pasar lo mismo, por eso creo que hay que volver a la cosa sensible con respecto al arte y a la cosa popular. Nos interesa que las películas sean populares, pero no en términos económicos, me interesa que la vean, que se discuta. Apelamos a un espectador inteligente y me gusta el challenge, porque sería fácil escudarse en una cosa hermética deliberada. En este caso es más valiente, en todos los campos del arte. Las películas de Cohn y Duprat se meten en esa línea, y es un desafío. Son películas que van a los festivales, son consideradas, y a la vez van al cine y la gente las busca y las comenta.

Del museo a la computadora

Si bien es parte del equipo creativo de los proyectos cinematográficos de Gastón Duprat y Mariano Cohn, Hoy le preguntó a Andrés Duprat si soñaba con él estar detrás de las cámaras.

—¿Para cuándo dirigir vos?

—No sé ni agarrar la cámara.

—Pero hoy en día ni necesitás agarrarla vos…

—Que la agarre otro… Yo me dedico a la gestión cultural y me manejo bien entre esta dicotomía, lo veo muy natural, de toda mi vida, e incluso mi formación, soy arquitecto, no ejerzo, pero creo que están todos unidos, y es verdad es que cada una tiene su lógica, y las vivo como complementarias, aunque sé que no podría hacer una sola cosa todo el tiempo. Me gusta manejar ese transatlántico que es el Bellas Artes, y bajarme y escribir, incluso para el museo. Es un trabajo riguroso, y la escritura de guión me libera.

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