Diego Velázquez, Ariel Staltari y Alberto Ajaka hablan de Casi muerta

El trío se puso bajo las órdenes de Fernán Mirás en su segunda película como director con la gran Natalia Oreiro de protagonista.

Uno de los éxitos cinematográficos de este año es Casi muerta, segunda película como director de Fernán Mirás, protagonizada por Natalia Oreiro y con Diego Velázquez, Ariel Staltari y Alberto Ajaka en roles claves. Con ellos hablamos sobre su participación en la propuesta y mucho más.

—Alberto, si te pasa lo mismo que a la protagonista, te dan la noticia de que te queda un mes de vida, ¿qué hacés?

—Alberto Ajaka: Si yo sé que me van a decir eso, no atiendo el teléfono. Empezaría por ahí, por eso debe ser que no voy al médico desde el pediatra. Pero... pero sí, e inevitablemente vienen a casa, ¿viste?, el telegrama, o llaman 800 veces como para venderte un celular y te dicen, y cuando vos te descuidaste te dicen: “¡Vas a morir!”. Si ese fuera el caso, tendría que arreglar unos quilombitos, mejor. Aprovecho para arreglar algunos quilombos, dejar la cosa más o menos en claro. Y voy a decir algo que... No sé, empezaría a pensar con quién me voy a encontrar. Después de todo esto, yo estaría todo el tiempo abrazando a mis hijos, y también una cosa un poquito más romántica, empezaría a pensar quién me va a recibir.

—Casi muerta tiene algo muy ­interesante más allá de la trama, la química que hay entre ustedes, la historia de amistad profunda que cuenta, que es una película con actores. Estamos acostumbrados por ahí a ver películas en el cine que no hay actores formados. ¿Cómo fue para ustedes también eso y además ser dirigidos por un actor?

—Diego Velázquez: Me parece que la particularidad también es esa, que el trabajo está puesto en la actuación en encontrarle pequeños detalles o darnos a nosotros motivaciones para hacer las cosas de otra manera, que eso es el trabajo que hizo Fernán, que hay algo ahí de un actor que entiende qué es lo que lo que le puede servir a la película, lo que le puede divertir al actor jugar, que lo estuvo alimentando todo el tiempo porque a él le divierte eso también, porque encima estaba dirigiéndola sin poder actuar en la película.

Creo que había algo de manejarnos a nosotros de una manera muy amorosa también como un actor ayudándote a encontrar ­formas de actuar pidiéndotelas de la manera en que un actor sabe que está bueno que te las pidan. ­Porque lo que pasa muchas veces es que no hay dirección de actores porque los directores no tienen ni idea qué es lo que hace un actor, cómo son las formas de pedir y acá había algo allanado que tiene que ver con que Fernán es un actor que está muy entregado al juego un actor delicioso y nos contagió me parece un poco de eso ­totalmente.

—Ariel Staltari: Yo coincido con Diego, me parece supercálido, además de ser talentoso, en lo que hace su calidez hace que vos también puedas. Yo, en lo personal, soy bastante sensible y franela. Me gusta que me vengan, me digan, y la verdad que yo nunca había trabajado con él y me sorprendió, además, de lo que sabe y cómo se maneja en el set. La verdad que lo disfruté muchísimo.

—AA: No, bueno, así como cada uno sabe de su trabajo o del territorio de su trabajo, el set de filmación es algo así parecido a una trinchera, digamos, es un clima hostil, no hostil en los modales necesariamente, aunque puede serlo, sino que es un clima de un montón de gente apurada por organizar algo, y por hacer bien su trabajo, su área de trabajo, y que se ocupa específicamente.

La dirección tiene en todo caso ahí la posibilidad y la potestad de guiar ese territorio, esa escena de combate. La actuación ahí llega a veces pidiendo permiso, digamos, un poco, de diferentes maneras, ni que hablar, te digo si vas a hacer una pequeña participación, un bolo, el permiso para actuar. Sin perder la seriedad de la situación de batalla o de la demanda por terminar, por hacer las cosas y demás, que está en toda película, que esta película no estuvo ajena a eso, había un campo de pasible y apaciguado para poder opinar e intercambiar. Había un interés y una tensión, como dijeron los chicos, en Fernán en atender a esas cosas. Y uno ya lo sabía a priori por el solo hecho que se llame Fernán Mirás quién está ahí, digamos. Hubiera sido una desilusión comprobar que no ocurría. así que no, por suerte ocurrió, sucedió.

—AS: Y una más, tuvo una más, perdón, que fue fundamental para mí, además de haber hecho Tango feroz, y era mi ídolo de chiquito, no, de verdad él lo que generó en lo vincular lo generó mucho él, él nos acercó y nos propuso este juego de amor profundo que tienen estos personajes, y no es para nada menor.

—Díganme a qué hora se siguen viendo, se siguen escribiendo, porque si me dicen que fue para la película nada más, me voy...

—AA: Mirá, el finde, nosotros no habíamos trabajado juntos y ­oportunamente lo que debe ocurrir es una comunión donde debe estar permitido opinar, para apropiarse de esa escena. Insisto, no ser un invitado al plató, a la escena, sino ser un protagonista más allá del rol que te toque. ­Pensar que absolutamente todos los integrantes de un equipo de trabajo son protagonistas. Pero, bueno, encontrar el espacio donde está el protagonismo actoral, más allá de los rótulos que la pirámide habitual entrega a cada rol, ­sentirte no importante, sino útil, necesario y demás, eso estuvo, y no es menor.

Te avisan que te queda un mes de vida, ¿qué hacés?

Tras El peso de la ley, su ópera prima, el actor y director Fernán Mirás se permite indagar en Casi muerta una pregunta que acaso a lo largo de nuestras vidas nos hemos hecho varias veces: qué pasaría si nos quedara un mes de vida. En esta ficción, que tiene ese disparador narrativo, las respuestas comienzan a llegar apresuradamente, porque María, la protagonista, encarnada por Natalia Oreiro, no está sola, tiene un grupo de amigos que siempre la han sabido acompañar y, en silencio, un gran amor le disparará algunas ideas para esos pocos días que tiene por delante.

Con un sentido del humor negro, muy negro, Casi muerta se anima a transitar zonas poco recorridas por el cine argentino, que tal vez sí desde la comedia supo hacer de la muerte y todo su universo una posibilidad para hablar de muchas otras cosas. La propuesta, independientemente de su explosivo leitmotiv, reflexiona y se detiene, deliberadamente, para acercar una historia que reúne muchas inquietudes grupales y habla de la importancia del amor y la amistad.

—Vamos a continuar con ustedes, y con una pregunta bien arriba, que ya respondió Alberto. Si les dan la noticia que le dan a la protagonista, que les queda un mes de vida, ¿qué harían?

—Diego Velázquez: Ponerme a ­llorar.

—Violeta Urtizberea me dijo exactamente lo mismo...

—DV: Y sí.

—Pero pensémoslo en plan: “Bueno, vamos a quemar las naves, vamos a romper todo”...

—Ariel Staltari: Yo particularmente la verdad que no tenía pensado venir a hablar de justamente algo así, pero lo tengo que decir porque es inevitable, ineludible para mí. Yo estuve en la misma situación que el personaje de Natalia y me pasó que me lo dijeron. Entonces me pasó más o menos parecido a lo que dice él, lloré después.

En ese momento lo tomé con mucha tranquilidad. No lo podía creer. Uno se hace fantasías de cómo tomar esa notición tremendo y finalmente cuando me pasó medio que lo intuía, que sabía que algo mal andaba en mí y que no había mucho paño.

Después sí vino todo esto, el por qué a mí, toda esta cosa, este drama italiano que me acompaña desde muy chiquito, el llanto y la victimización. Y después la inversión de la pregunta. ¿Por qué a mí no? ¿Qué tengo de especial para que no me suceda? Y eso es algo que a mí, uniéndolo con lo de la peli, es algo que me gusta mucho porque se quita solemnidad a un tema tan tabú que es hablar de algo inevitable y pasa por varios pasajes este cuento, ¿no? Tenemos un momento donde te estás riendo a carcajadas y parás: “No me tengo que estar riendo de esto”, y bueno, y las zonas inevitables de profundo dolor o tristeza.

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