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Dúo Ciocchini-Villaro: “La propuesta sonora tiene que ver con la intimidad, con la ausencia de mediadores”

Nicolás “Choco” Ciocchini y Ximena Villaro tienen un largo recorrido en la escena platense de la música popular y la canción. En esta entrevista con diario Hoy explicaron la original propuesta que presentarán hoy en la ciudad.

El tango, la canción, la música popular siempre está. A veces es como el llamado del monte: se escucha por lo bajo, pero cuando sucede es imposible no acudir hacia allí. Ximena Villaro es docente, cantante y compositora platense, al igual que Nicolás “Choco” Ciocchini, quien además es intérprete y es un nombre de peso en la escena tanguera de la ciudad. Durante todo el 2022 han estado presentándose en diferentes lugares de la ciudad con una propuesta 100% acústica, despojada de amplificación: guitarras, otros instrumentos de cuerdas y voces. Hoy harán lo propio en la sala de Vil Teatro (calle 11 n° 1884, entre 70 y 71). En conversación con diario Hoy, desandaron y explicaron la propuesta.

—¿Cómo surge el hecho de tocar juntos? Más allá de la cercanía sentimental o afectiva, tiene que haber una coincidencia musical, estética, ¿no?

—Ximena Villaro: En este caso creo que no tiene que ver con aunar fuerzas, que es bueno, sino con extender el diálogo al espacio del concierto. Nutrirse en vivo de ese intercambio. Es decir, que el hecho de tocar en vivo no sea una exposición, sino que siga siendo un intercambio real. Una alquimia. No es un acuerdo estético previo sino un descubrimiento posterior, relacionado con la práctica misma de la música y los textos. También con cierta simplicidad o despojo. Y allí la sensación de compartir una sensibilidad, una inclinación hacia las cosas y los sonidos.

—Nicolás Ciocchini: Tocar juntos es un encuentro. En nuestro caso hay una serie de coincidencias anteriores a estos conciertos, coincidencias afectivas o circunstanciales, que se remontan a casi 20 años, cuando yo empecé la facultad y Ximena fue mi docente. Después cada quien hizo su camino y en los últimos años empezamos a comprender que teníamos mucho en común, en la forma de entender el hacer artístico y musical, en lo que ambicionamos y lo que no. De todas formas, lo más importante es que lo que hace Xime me parece maravilloso, soy su fan absoluto.

—La propuesta tiene la originalidad de ser totalmente acústica. ¿Qué hay en lo acústico, qué encuentran allí, a diferencia del sonido amplificado?

—XV: Creo que la recepción de una voz, de unos instrumentos, sin electrónica, por decirlo de algún modo, recupera una textura singular, granular, que de a poco nos vamos acostumbrando a olvidar, e incluso, muchas veces, a tratar de enmascarar detrás de todos los nuevos conceptos de sonoridad, atravesados por las tecnologías casi indiscriminadamente. Disfruto de las tecnologías y de las nuevas sonoridades digitales, pero me gusta recordar que hay opciones. Si el sonido am­plificado se convierte en la única for­ma de transmisión de la música, creo que estamos quedándonos con me­nos, estamos reduciendo la cuestión.

—NC: Una visceralidad. Una cercanía, no hay mediadores. No hay donde esconderse tampoco. Las voces y las guitarras suenan así, como le llega a quien comparte con nosotros ese encuentro. Es de una intimidad, aún en el grito, que puede resultar apabullante, y está bien.

—En relación a la anterior: ¿cómo surge la idea de estos conciertos ­íntimos?

—XV: Si mal no recuerdo, creo que no fue tampoco algo pensado previamente, sino que el hecho de estar con varios instrumentos de alternar casi permanentemente la voz y los instrumentos, de estimular algo del orden de la improvisación o la creación más espontánea, al menos yo, fui sintiendo que lo que empezaba a aparecer en la dinámica del concierto era algo que nos hablaba también de otro modo de transmisión. Sumado a que las salas permiten este modo, o buscamos salas que lo permitan. Luego, la invitación más profunda, es a hacer silencio para escuchar. Una invitación que surge desde la música y se dirige al corazón de las cosas y de las relaciones humanas también.

—NC: De una necesidad. De no responder a un deber ser del sonido, de la música en vivo, de los músicos, de los espacios. Un largo etcétera. De recuperar y preservar el placer de hacer música de la manera que elegimos.

—Este concierto forma parte de una serie que han venido haciendo a lo largo del año, ¿están proyectando editar un material pronto?

—XV: La verdad que nos gustaría encontrar un modo de registrar estas canciones. Tengo entendido que sí, que tenemos esos planes. Luego todo debe circular con las otras actividades y compromisos que cada une tiene. Pero hemos habado, sí, de hacerlo quizás antes de fin de año.

—NC: Tenemos la idea de grabar antes de fin de año, sí. Nos cuesta a ambos, pero queremos dejar registro y compartirlo. Somos un poco anacrónicos en muchas cosas, entre otras las formas de grabar y difundir lo que hacemos.

—Por último, una pregunta más abierta, un juego. Como dice un poema de Tuñón, ¿el tiempo ultraja todo, todo menos la canción?

—XV: Sí. Y la guitarra es la guitarra sin envejecer, como dice una canción de Silvio. Pero ¿qué es, qué hay en la canción más allá, o junto con, cada canción? El tiempo puede terminar con todo, pero solo con todo aquello que puede ser afectado por este. Lo que no cambia, según Silvio, es el hecho de que detrás de los instrumentos, de la guitarra en este caso, hay una persona que siente. Creo que vamos detrás de la música para sentir. Esa situación no cambia.

—NC: Dejame creer que sí.

Discografía básica

Ximena Villaro editó en 2012 Y ella no sabe. Junto con la producción y la parcería en guitarra del enorme Diego Rolón (se nota mucho su mano, su clase), despachó un disco que encuentra en la canción su centro tonal. Una década después aquel disco mejora con el tiempo. Un trabajo musical trabajo fino, exquisito sobre poemas de Juan L. Ortiz, Juan Goytisolo, Oliverio Girondo, entre otros. Por caso, darles play a las canciones Dicotomía incruenta y En la noche un ruido de agua se vuelve imprescindible y una buena puerta de entrada a su mundo.

Por su lado, “Choco” Ciocchini tiene dos discos editados, Viola mía y 11 derivas. El primero se entrega al cancionero popular, criollo y tanguero más clásico. Autores como Yupanqui/Del Cerro, Betinotti, Piana/Manzi, Gardel dan cuenta de ello. El segundo encuentra resonancia, sobre todo, en el cancionero tanguero y folclórico contemporáneo. Gisela Magri, Juan Carlos Cáceres, Raúl Carnota, Tata Cedrón, Lucho Guedes, Tape Rubín son algunos de los autores interpretados. Algunas versiones son de antología. Por ejemplo, Cantaba tangos, El afilador y Por entre los caseríos. Alguna vez el crítico Sergio Pujol lo definió como “new criollismo”. Nunca mejor dicho.

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