Entrevista exclusiva

El hipnotizador, la apuesta fuerte de HBO que regresa a la pantalla chica

Esta noche, a las 23, llegará la segunda temporada de la serie que sigue las desventuras fantásticas de Natalio Arenas, un intrigante personaje. En diálogo con este medio,  Leonardo Sbaraglia, el protagonista, y Pablo de Santis, su creador, adelantaron detalles de la flamante producción

Leonardo Sbaraglia se ceba un mate. Hace tiempo que tomó la costumbre de llevar su propio equipo. Ya sea durante una entrevista, mientras lee un guión o ensaya, esta infusión forma parte de su rutina. “La más matera de mi familia es mi vieja. Yo nunca fui tan adepto, pero durante un viaje a Uruguay cambié mate y bombilla y me aficioné al método uruguayo de cebar, que es por zonas”, explica el actor. Esta noche, a las 23, regresará a la pantalla de HBO  con la serie escrita por Pablo de Santis que lo tiene como protagonista.

Basada en el cómic de De Santis y Juan Sáenz Valiente, El hipnotizador, que vio la luz en 2015, es una de las apuestas fuertes de la señal de cable,y, debido a su éxito, decidieron renovar el programa para una segunda temporada. La producción bilingüe, realizada con impactantes efectos especiales, cuenta con talentos de la Argentina, Brasil y Uruguay, como Carla Quevedo (Show me a hero), Daniel Hendler, Fernando Alves Pinto, Mayana Neiva, Darío Grandinetti y Luís Machín

Con ocho capítulos de una hora de duración cada uno, esta entrega sigue al enigmático hipnotizador, Natalio Arenas (Sbaraglia), dispuesto a realizar su mayor deseo: irse a donde nadie lo conozca y abandonar su oficio. Así, llega a un pequeño pueblo llamado Puente Blanco, aparentemente perfecto; sin embargo, al conocer a los habitantes y sus actitudes, descubre que las apariencias engañan. “Encontramos una historia que nos pareció genial, algo que no está contando nadie más, que no se parece a lo que hace el resto de la industria”, aseguró Paul Drago, director de Producción de HBO Latinoamérica.

Antes de su estreno, Sbaraglia y De Santis hablaron con diario Hoy sobre esta segunda etapa, en la que el escritor argentino debió crear nuevos personajes que no formaban parte de la historia original.

—¿Cómo fue trabajar en esta segunda temporada de El hipnotizador?

Pablo de Santis:—Me encantó que se haya hecho, quiere decir que la primera le gustó a la productora. Fue una gran alegría. Se me ocurrieron varias puntas para contar la historia y, a través de diálogos y conversaciones, quedó esta, en la que todos los personajes son nuevos, salvo Arenas.

—¿Cuál será el enganche para los fanáticos?

PDS:—En esta temporada, Arenas llega a ese lugar y se da cuenta de que no puede hipnotizar, tiene una barrera, lo siente físicamente. A la vez, cree que su hipnosis puede tener un efecto dañino en las personas. Allí hay una cuestión casi clandestina, ese es uno de los ejes de la trama. Por eso Arenas tiene esa sensación de ser un extranjero, algo que oficia de detonante de conflictos que están escondidos en esa pequeña sociedad.

—Las contradicciones están latentes en esta nueva entrega…

Leonardo Sbaraglia:—Sí, se puede hablar mucho de esta temporada y también de qué es estar hipnotizado: cuando se está en ese estado, hasta qué punto te das cuenta si sos libre o no. Yo creo que uno está “tomado” por la cultura. Todo el tiempo estamos tomados por eso, por internet, por las redes sociales, por los medios de comunicación. ¿Hasta qué punto uno es dueño de su propia naturaleza? En El hipnotizador eso está presente aunque es una historia que se mete en cosas que tienen que ver con la fantasía y, de manera poética, con el encuentro con el dolor. Esta nueva entrega hace mucho hincapié en la disquisición de qué hacer con el dolor, si extirparlo o convivir con él. Arenas se va a encontrar con personajes que parecieran haber decidido eliminar el dolor, como si se pudiera vivir sin eso. Creo que si la primera temporada fue oscura, esta será luminosa pero no por eso menos oscura. Como si esa luminosidad escondiera en realidad mucho dolor. 

—¿Qué va a buscar el personaje al lugar?

PDS:—Llega por accidente. Allí, hay algo extraño, como huellas de su pasado, siendo la primera vez que va. Así, el espectador llega y conoce con él.

—¿Se plantea cómo salvador?

LS:—Pareciera que es como el extranjero que viene a romper el equilibrio, pero por momentos, de una forma atroz y criminal, porque viene a iluminar lo que está oscuro, a develar lo que no se dice y eso no es un proceso fácil. Él quiere dejar de hipnotizar porque siente que todo eso le trajo muchos problemas, al mismo tiempo no puede con su naturaleza y quiere seguir ayudando pero se da cuenta que cuando empieza no puede hipnotizar y cada vez que lo hace se produce una tragedia. 

—En el contexto social y político en el que estamos, ¿en qué aspecto utilizarías vos la hipnosis para ayudar a los demás?

LS:—Vamos a hablar metafóricamente (risas). Me parece que estamos en un momento de luchas muy desiguales, como querer hipnotizar a alguien que es Mike Tyson y vos estás aprendiendo a pelear. Estamos viviendo en un momento en que todo está alineado hacia un mismo lugar y no solamente en la Argentina, sino en el mundo. Pero eso no quiere decir que uno lo comparta o se tenga que alinear, uno más bien va a seguir creyendo en lo que cree y combatiendo lo que tiene que combatir. Creo que hay una cuestión particularmente extrema, que tiene que ver con una vuelta de la expansión capitalista de Estados Unidos, que está volviendo a tomar territorios. El tema es que el cuerpo de uno no sea parte de ese mercado, sino que pueda seguir siendo parte desobediente de la naturaleza y de la propia humanidad. También ver qué herramientas nos permiten llegar a eso. 

—En el mundo del cine, más específicamente, ¿qué es lo que ves?

LS:—Creo que el cine es un patrón cultural importantísimo para la Argentina y es respetado en cualquier lugar del mundo, ha generado un gran capital, que son nuestras producciones y su diversidad, con más o menos presupuesto. Sin criticar al cine comercial, porque yo lo hago y vivo de eso, pero se tienen que seguir haciendo películas de calidad y preguntarse por qué la gente no va a verlas. En mi caso, este año tuve tres experiencias disímiles: Nieve negra, un extremo de éxito e industria; El otro hermano, una intermedia, fagocitada por la exhibición, y No te olvides de mí, que desde el mercado no tuvo ninguna posibilidad. 

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