los '90

La eterna cadencia de Juana y sus hermanas

En un repaso histórico por los ciclos, personajes y figuras que marcaron un momento de la TV argentina, diario Hoy recuerda el programa de humor, aún vigente.

Entre 1991 y 1993, la pantalla chica se engalanaba con la emisión de un show humorístico titulado Juana y sus hermanas. Por aquel entonces la grilla buscaba modificar sus programas imperantes por contenidos más versátiles que rompieran los esquemas patriarcales para dar, a nuevas formas audiovisuales, otros perfiles artísticos, con la inclusión de mujeres en el género humor, que hasta ese momento estaban íntegramente llevado a cabo por artistas masculinos.

Gracias a este cambio de paradigma, Juana Molina desembarcó con su ciclo que marcó un antes y un después gracias a los personajes interpretados que continúan vigentes hasta nuestros días.

La performer inició su carrera incursionando en La noticia rebelde, como también en ciertas ediciones de Antonio Gasalla. Tras este aleccionamiento intenso con los mejores del país, ella se puso al hombro la escritura del programa que se emitía por Canal 13 y contaba con un elenco notable de artistas pertenecientes a la escena off como Inés Molina Villafañe, Martín Pavlovsky, Horacio Roca, Osvaldo González, Felipe Méndez y Nelly Lainez. La producción televisiva no tenía un relato continuado, sino que estaba constituido por sketches con disímiles personajes.

La primera interpretación lograda fue Marcela Balsam, una rubia despampanante, con un rubio muy al estilo de la época menemista, labios prominentes, curvas fatales y cuya inspiración surgió del perfil de una artista, cantante y modelo publicitaria como lo es Patricia Sarán.

Además surgió la figura de Estefi Grasa, una tenista que no triunfaba, tenía escasas palabras y modismos inspirados en otros personajes de la farándula vernácula.

En esa época, los contenidos norteamericanos comenzaban a tener reversiones en el país y un ejemplo de lo expuesto estaba dado por el show impuesto por María Amuchástegui que daba clases de gimnasia aeróbica por televisión. El éxito del formato llevó a que inspire a Juana para realizar una parodia similar en su ficción.

En este marco, Las Cachivacheras eran dos mujeres “de bien”, con sus cortes perfectos e impolutos tonos pasteles en su indumentaria. Ellas eran una clara broma hacia las “paquetas” que conducían programas como Utilísima, eran fanáticas del color coco, las bellas artes, los adornos con vasijas, la falsa filantropía y las buenas costumbres.

Sin aviso previo ni pistas al respecto, Juana Molina le dio un cierre imprevisto al show para abocarse a tiempo completo a otra pasión como lo es la música. Así produce, compone y escribe sus propios álbumes que la llevan a recorrer el mundo entero donde sus conciertos y hits son más que bienvenidos.

Una oriental con avivadas argentas

En pleno fulgor del neoliberalismo característico de los años 90, donde predominaba la estética ostentosa, la apertura a los productos importados, la pizza y el champagne como el dólar a un peso, las grandes cadenas de hipermercados comenzaban a instalarse como gigantescos paseos de compras mientras que las tiendas chinas hacían lo mismo en las ciudades argentinas compitiendo contra los almacenes barriales. Esto fue el origen para Flor de Li, una pícara oriental que buscaba las formas de ganar más dinero, aventajar con sus ventas, tomándoles el pelo y decepcionando a los clientes u otorgando el famoso “vuelto en caramelos”, en otras situaciones disparatadas.

Cuando los resultados no son los esperados

La reina de la cosmética estaba explícita en Gladys, una mujer de rulos rubios con un bronceado extremo que poseía conocimientos dermatológicos que eran puestos a prueba en una sección de su pertenencia en un show televisivo por cable. Allí desplegaba un lenguaje específico y técnico inherente al oficio, una gestualidad certera y resultados no tan óptimos en sus tratamientos despertando la risa de sus interlocutores.
Ante cada semana, insistía en aplicar sus métodos poco eficaces ante el show en vivo teniendo como modelo a una paciente que desesperaba por temor ante lo desconocido. Y lo bien que hacía pues siempre terminaba desfigurada o con daños grotescos en su rostro.

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