La inolvidable noche de Abel Pintos

El cantante bahiense emocionó a miles de fanáticas que colmaron el Estadio Único, donde presentó su último trabajo, Abel, y repasó sus clásicos durante más de dos horas de concierto

Era, como lo había anticipado y como lo repetiría durante el largo concierto del sábado, su noche “más esperada”: en el Único de La Plata, ante el calor de más de 25 mil personas en estado de trance y a las que poco les importó el frío.

Con la luna y las estrellas elevándose por sobre el techo semiabierto del estadio, ellas (porque en su mayoría eran mujeres, jóvenes y cuarentonas, aunque también familias y parejas) esperaban por Abel Pintos con globos, remeras alusivas y pancartas.

Y el artista salió a escena veinte minutos después de las 21, vestido con un traje blanco con ribetes negros, camisa negra y zapatos de charol bicolor al tono. Entonces, comenzó a desplegar los acordes de Aquí te espero, el primer corte de su álbum Abel (ganador del Gardel de oro y Disco de Triple Platino), y el estadio estalló en gritos y aplausos.

 “Muchas gracias, muy buenas noches. Hoy se cumple el sueño que hace tiempo se soñó. Gracias por permitir que esto suceda y por permitirme vivir esta noche inolvidable. Ojalá estén cómodos, porque este concierto va a ser muy largo. ¡A gozarla, nena!”, fueron las primeras palabras de Pintos, que durante las dos horas treinta de show se mostraría en contacto permanente con su eufórico público, más acostumbrado a la intimidad de los teatros que a la distancia que proponen los estadios.

En esa comunión constante entre artista y espectador transcurrió la primera hora de concierto, durante la cual el cantautor forjado en el folclore entonó, en el orden del álbum, todos los temas de Abel.

15 años en una noche

Al cabo de ese segmento, el bahiense amenazó con el fin del concierto, pero nadie le creyó cuando su sonrisa fácil le iluminó el rostro. Tras un cambio de vestuario (la camisa negra por una escocesa) inició la segunda parte con un popurrí de tres zambas y continuó con Sueño dorado, Sin principio ni final, La llave, Quien pudiera, Flores en el río y el clásico No me olvides, quizá, donde más destacó su capacidad como cantante, capaz de llevar su voz desde el susurro más íntimo, al registro más alto sin perder afinación.

El artista cumplía con creces las expectativas y el sentimiento en el estadio era unánime: arriba, él bailaba, hacía piruetas y se tomaba la cabeza, incrédulo ante un Único colmado. Abajo, la fanaticada lo vivaba, lloraba y cantaba sin pausa.

“Gracias por regalarme esto, cuando ustedes cantan no queda nada”, agradeció sobre la mitad de la segunda etapa, para luego asustar: “La lista llegó a su fin, pero no nos vamos a ir porque este es el momento de mover las cachas”.

Entonces, todos se pusieron de pie para bailar al ritmo de Todo está en vos, Tu voz, Crónica, Aventura y Tiempo. Era el final de este repertorio nutrido por sus 15 años de trayectoria y Abel se despedía: “Dios los bendiga, y si alguien no cree en Dios, que la vida, el éxito, la suerte o el universo lo llene de felicidad. Muchas gracias, fue una noche hermosa, inolvidable. Sigamos diciéndole ‘no’ a las drogas y a la trata de personas”.

El final

Algunos ya se resignaban hacia la salida, otros, más tenaces, aguantaban en sus asientos y llevaban sus gargantas al máximo para reclamar al ídolo: “¡Volvé, te amo!”, gritó una joven rubia mientras se acomodaba su vincha rosa con la leyenda Abel.

Pasadas las 23.30, ahora con remera negra, el músico regresó con una conmovedora interpretación a capela de El antigal, durante la que, por primera vez, el estadio se enmudeció. “Sus silencios conmueven, realmente”, correspondió él, y se encaminó hacia el verdadero final con Bella flor, Revolución y, nuevamente, Aquí te espero.

Entonces, sólo quedó el clamor generalizado. Él miró a sus músicos, dio dos saltos y río. Con esa felicidad salió de escena y las fánaticas comenzaron a emprender la retirada, colmadas, con la esperanza de que la fiesta se repita en otro estadio. Porque el sábado, en La Plata, su ídolo les prometió: “Si ustedes nos acompañan, este será el comienzo de un nuevo camino”.