Entrevista exclusiva

“La producción pornográfica es uno de los objetos más demandados del mercado en todo el mundo”

César Jones reflexionó sobre el cine erótico y las entregas actuales. Además, recorrió su vasta trayectoria y presentó el nuevo material en su haber.

En diálogo con este multimedio, el realizador platense César Jones presentó su recorrido profesional.

—¿Estás trabajando en algún proyecto en la actualidad?

—Estoy editando una nueva película que terminamos de editar en diciembre pasado y cuyo montaje está bastante avanzado. Soy muy puntilloso y el trabajo mismo requiere un grado de detalle importante, y eso hace que el tiempo de edición se extienda hasta seis meses.

—¿Cómo son los tiempos de filmación?

—Se dan en un aproximado de seis jornadas no consecutivas. Con un estimado período de dos o tres semanas. Toda la pre y posproducción requieren más tiempo.

—¿Cuáles fueron las circunstancias con las que llegaste al cine porno?

—Se dio de casualidad, casi jugando, pues estudié cine en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de La Plata y en el último año, junto a un grupo de amigos, solo por el placer de hacerlo, se nos ocurrió embarcarnos en la realización de una película porno sin experiencia porno, sin que tuviéramos en mente un destino comercial, aunque finalmente lo tuvo. El acicate se dio por inmiscuirnos en un género que nos fascinaba por aquel entonces, como nos pasa ahora. Por aquel momento no sabíamos que se iba a convertir en un oficio, puesto que ya pasaron 22 años.

—¿Creés que cambiaron los paradigmas de esta industria?

—Cambió muchísimo, sobre todo a partir de la irrupción de internet como ese canal por excelencia donde se trafican todo tipo de bienes culturales más allá de la pornografía. El otro día le comentaba a un crítico de cine que es amigo que el cine porno previo a los 2000 no tiene casi ningún punto de contacto con el actual. Es decir, cualquier filme de los 70, 80 o 90 se parece más a una película convencional de estos tiempos que una a la de su propio género. Tanto así ha cambiado esta industria.

—¿Víctor Maytland fue un referente?

—Es un personaje ineludible porque a partir del advenimiento de la democracia, el cine porno se consolida como un género legitimo. Adquiere ese estatus y real. Quien lleva adelante ese proceso con un hacer continuo, con un gran éxito, no fue otro que Víctor. Por supuesto que ya había en la Argentina, pero era porno clandestino. Pero fue instituido por él.

–¿Creés que es necesario este género?

–En realidad ocurre con creces. En términos generales, la producción pornográfica es uno de los objetos más demandados del mercado en todo el mundo. Me quejaría de lleno. Estoy situado en una condición de pequeño productor que no se queja como le va desde un rincón de América. Además es un mundo de posibilidades infinitas. Luego se juega la capacidad de cada cual para servirse y capitalizar ese entramado.

—¿A qué definirías porno de autor?

—Lo que marca una línea divisoria de aguas para poder llamar a cierto producido porno de autor, sin que importe demasiado tampoco, es el volcarse en cada proyecto con la propia presencia de manera incondicional. Es decir, no escindirse del proyecto, sino todo lo contrario, volcarse allí y mostrarse en cada película.

—¿Cómo abordás la dramaturgia?

—Antes me dedicaba al porno argumental, ahora hago un porno duro, hardcore. Entonces noté que cuando fui operando ese paso, estuve más de inspirarme en sucesos o cuestiones varias, desde el recorte o ver un programa que dispare una idea. Trabajo de una manera tal que ahora hago el casting, armo el elenco y decisiones no tan racionales, sino meramente sensuales. Una vez que determino el elenco, me dejo seducir por sus cualidades y potencias y son ellos los que dictan el contenido de cada escena que compone la película. Es presente absoluto. Hay una cuota de exhibicionismo que los actores deben tener para gozar de su oficio, de los que los filman y luego por los espectadores. Esta forma de encarar la realización porno donde está en un vacío, puede tener un poco de vértigo, pues tenés un casting y ­desarrollás la logística sin tener idea de qué es lo que vas a filmar. Pero, bueno, siempre estuve seguro de que era esculpir, y la imagen, la forma, aparece sin dudas. Con el correr de las películas, aun más. Este modo de trabajar que es tan riguroso e intenso, por así decirlo, genera un gran consenso y placer a los de detrás de cámara. Es liberador y placentero. Tiene que ver con una forma que nos despoja de problemas como la continuidad, el exceso de diálogo, el hecho de agobiar a los actores. Trabajé con guiones a tal extremo que citaba a los actores para una jornada y así repasar los guiones, y otra para el sexo de una misma escena. Estaba pasado de rosca. Todo eso lo borré de un plumazo, y me generó alegría.

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