ENTREVISTA

Paola Barrientos: “El humor nos salva, siempre”

Tras su paso por Cromañón en el audiovisual, ahora regresa con un clásico de la escena porteña y sigue con el éxito de Esperando la carroza.

La talentosa Paola Barrientos actualmente está con dos espectáculos en la cartelera porteña: Tarascones, el imbatible éxito, y la adaptación de Esperando la carroza. Sobre ambos proyectos hablamos con ella.

—Además del Campari y los sanguchitos, ¿qué es lo que más disfrutas de volver con Tarascones?

—Nosotras siempre queremos volver a hacer a Tarascones. Yo cada tres meses, si no nos juntamos a comer, hacemos una reunión con Zoom para tantearnos, testearnos, saber cómo estamos, en qué estamos, cuándo podremos encontrar un huequito, cuándo se nos arma con el Meet un huequito para estar. Es una voluntad que tenemos de seguir haciéndola, de no largarla, de meterla en la agenda como podamos, de hecho la intención era ser verano y hubo giras en el medio de algunas compañeras, entonces lo posible es esto. Arrancamos los domingos a las 5 de la tarde, que si me preguntaste, digo, déjame comer un asado y tomarme un vaso de vino. Es el huequito que encontramos y nos da tanto gusto y tanta necesidad de hacerlo. La pieza, notablemente, desde que estrenamos, es exactamente la misma. Además del Campari y los sanguchitos, las masitas finas también son un gran aliciente.

—¿Cómo se prepararon con las compañeras para cada vuelta? ¿Qué aprendiste del personaje durante todos estos años?

—El texto no se modifica una coma, sino que se nos resignifican los sentidos. Yo creo que hay algo, además, donde el texto es muy rico, el texto está escrito en verso y el texto me parece que muy magistralmente escrito, entonces el texto requiere de mucha atención y además hay algo que es mucho movimiento escénico en los distintos lugares del espacio barroco que tenemos y adornado por todos lados, como estamos adornados nosotros también. Suceden muchas cosas al unísono, así que me parece que hay algo también de eso, de poder seguir descubriendo cosas como público, cuando la vas a ver. Nos pasa mucho, sí, de quienes nos dicen que la vinieron a ver y que trajeron a otros porque quieren ver a sus amigos o a sus familias viendo eso y riéndose de eso, no solo como recomendarlas, sino querer compartir ese momento de eso con otros. Y eso nos parece como de las cosas más hermosas que nos pasan.

—Si bien en el fondo las amigas se quieren, ¿crees que con su cinismo e ironía están mucho más cerca ahora del momento socio vincular que vivimos?

—En el fondo, ¿las amigas se quieren? Sí, se quieren, porque hay muchos modos de querer. ¿Viste? Hay muchos modos de querer. Y sí, sí creo que ahora interpela, nos va a interpelar, vamos a ver cómo se siente en este contexto ahora de nuevo la pieza, cómo nos resuena. Sin lugar a dudas, este es un momento muy extremo que estamos viviendo y creo que la experiencia la vamos a poder tener. Si bien nosotros ensayamos, por supuesto, antes de cada vuelta y ajustamos así como muy coreográficamente todo, porque tiene un timing que es exacto. La verdad de la milanesa la vamos a tener en este nuevo contexto cuando estemos con el público y suceda ese encuentro. Me parece que ahí como vamos a tomar la verdadera decisión.

—Y en esta sintonía, ¿es para ustedes un momento de conectar con el espectáculo y desconectar de la realidad?

—Hay algo que me pasa a mí con actuar, con hacer teatro, con actuar en el teatro, que tiene que ver con el encuentro con los otros. No solo en el teatro, pero en el teatro es más, como si fuese más absoluto. El cruce con los compañeros de escena, ese encuentro que se da durante los ensayos y que después sucede en cada función. Es ese encuentro único que sucede con esas personas haciendo esa pieza y con el director, por supuesto, esa mirada y esa intervención. Entonces hay algo con estas tres compañeras mías de escena, este texto y este director, que cada encuentro es rico en sí mismo, en cada función y también cada reestreno. Cuando pasan épocas, tiempos, ahora estamos, no sé, cuando estrenemos vamos a ser como ocho o diez meses que no hacemos la pieza. Entonces, más allá de que hayamos estrenado en 2016, o sea que llevamos nueve años de encuentros, de funciones, en algunos momentos con mucha intensidad, en otras temporadas más cortas, inevitablemente redescubrimos el texto y redescubrimos el encuentro.

—¿Cuál creés que es el éxito de la obra y de que haya fanáticos que vuelvan a verla cada vez que regresan?

—Me parece que ahí es una pieza, esa situación y que además es compartida entre nosotras, esa manera de verlo y esa manera de entender los regresos, los encuentros, el teatro, hace que algo se renueve y se reavive todo el tiempo. Ni hablar de las coyunturas que nos rodean, donde de pronto hay cosas, hay parámetros que están cambiados de sentido, ¿no? Lo que era indecible, lo que era una frase que causaba humor por ser una barbaridad dicha desde el escenario, hoy la podés escuchar de otro modo y balbuceada ni más ni menos que por representantes de nuestra política, de nuestra sociedad o medios de comunicación. Así que, sin lugar a dudas, los distintos momentos que suceden en nuestro país, las distintas circunstancias, las distintas coyunturas, también son como una coctelera para la pieza, que es 100% una comedia, pero que no le saca el culo a la jeringa. Tiene una mirada, tiene una posición y lo hace sin lugar a dudas desde un humor muy hilarante.

—Estás con Esperando la carroza en cartel, también de humor, muy argenta, ¿el humor nos salvará?

-—Sí, también estoy con Esperando a la Carroza. Sí, muy argenta, muy nuestra. Evidentemente hay algo identitario que, más allá de que algunas nuevas generaciones no tengan tanto contacto con el batón, como tuvo la mía, con mi abuela y con el barrio. Hay algo que cargamos, que conocemos y que nos es muy propio. Esta manera de vincularse las familias, estas cosas de las familias juntas a pesar de estos vínculos tensos y que no se sueltan igual. El humor me parece que sí, nos salva, siempre. A mí me salva. Yo cuando paso tiempo sin reírme, me doy cuenta que algo tengo que hacer. Cuando me pasa a mí, mucho con las dos piezas, pero sobre todo con Tarascones, cuando siento que en la propuesta hay algo de catarsis, de risa, de liberador, pero también de superador de todo esto, es cuando me sucede que me agarra la necesidad de hacerlo, de abrirlo y de compartirlo.

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