entrevista

Laila Maltz y Paco Gorriz hablan sobre el corto ganador en Berlín

Los actores, protagonistas de Un movimiento extraño, de Francisco Lezama, logran una increíble interpretación en un relato que habla de la actualidad pese a haberse grabado hace unos años.

Laila Maltz y Paco Gorriz son los protagonistas del corto recientemente elegido como el mejor en el festival de Berlín, Un movimiento extraño, de Francisco Lezama, que cuenta la vida de una empleada de seguridad de un banco y el vínculo que inicia con un “arbolito” de la calle Florida. Con ellos hablamos tras el premio en la Berlinale para saber más del trabajo de ambos.

—¿Se conocían antes de Un movimiento extraño? ¿Habían trabajado juntos?

—Paco Gorriz: Nos conocíamos, pero no habíamos trabajado juntos.

—Laila Maltz: Nos conocíamos del ambiente, por amigos.

—PG: Nos cruzamos en algo más social, me parece, pero no nos habíamos cruzado trabajando.

—LM: Era la primera vez.

—¿Y qué les pasó cuando supieron que iban a trabajar juntos?

—PG: Surgió de Francisco la idea de cruzarnos. Él trabaja con Lai generalmente y quería hacer convivir las formas de trabajo de cada uno en un universo común. Ahí surgió la idea de esta guardia y este “arbolito” que intercambia dólares, pero también intercambia su cuerpo en la aplicación Grindr. Y con la particularidad de que esa aplicación le llega no porque él la descubre, sino porque se lo dice el personaje de Lai. Entonces hizo convivir esa guardia esotérica y este arbolito, ella cambia dólares y se conoce, y así surge la idea de esta comedia romántica corrida con estos dos mundos.

—¿Cómo fue el encuentro entre ustedes?

—PG: Yo tenía un poco de miedo porque sé que es divina, que es compañera, pero tenía miedo del cruce de que iba a surgir de la combinación. Me encanta como trabaja, pero es verdad que ella tiene una forma mucho más genuina, espontánea, de un presente superfuerte y eso es algo que me cuesta más llegar, hasta ese lugar, tengo una formación más distinta.

—LM: Además, Fran tiene una forma como muy de trabajar a través del sonido, como que él sabe muy bien qué quieren rítmicamente, es un obsesivo del cómo decir las cosas. En ese sentido, no hay lugar para la improvisación, como que hay algo supermecánico y de siempre ganarse como ese momento de que también lo va buscando en el presente.

—PG: Conectamos muchísimo y hay algo de ese perdernos que nos perdimos juntos que estuvo muy bueno.

—LM: Yo vengo trabajando de otra manera, algo de animal inconsciente y no entender tanto, y con Fran pasa que muchas veces no sabés hasta que esté hecho.

—¿No da miedo eso?

—PG: Sí.

—LM: Da miedo, pero no me importa, porque si no, no lo podría hacer, así que me entrego porque me gusta y me divierte lo que hace Fran. Por suerte no tengo como la necesidad de vivir de esto, igual, sino también elegiría que sea así porque sería un infierno. Pero también me encanta que la historia sea tan lejana a mí, más cercana a Fran, y no a mí.

—PG: También es muy insoportable estar desde adentro intentando controlar cómo a uno se lo ve, es insoportable. Si no uno actúa poniendo el ojo también desde afuera de cómo se lo ve a uno, y es insoportable. Después lo que se ve es a una persona queriendo tener el control desde todos los puntos de vista. También en ese sentido siento que estuvo bueno, porque Lai es re generosa en ese sentido, y como que entramos juntos en eso y que hay algo de las escenas, que se ve, que es que se ve a dos personas que no saben qué están haciendo, pero que están juntas, acompañándose. También fue muy generoso Fran como en las escenas que escribió y que, si bien ensayamos mucho y tuvo un ensayo bastante minucioso en cómo encontrar el tono, una vez que ese tono estaba encontrado Fran nos dejaba como jugar muy libremente. Y hay algo de eso que se ve como una estructura muy sólida, pero dos personas nadando adentro solas y eso porque Fran confió.

—LM: Él es muy bueno escribiendo y es muy gracioso con el guion, las ideas y todo. Después, para mí también es relindo eso de que siento que no nos conocíamos tanto y trabajamos de esto, pero a la vez medio amigos o conocidos. Que como que siento que conectás desde un lugar, también, como de persona que se vuelve lindo.

—PG: Tuvimos escenas medio difíciles en sentido de cosas de sexo, alguna cosa como que no las podríamos haber hecho, la escena del trío para mí es hermosa y podría ser algo medio burdo, y tiene un nivel de fragilidad muy linda.

—¿Investigaron sobre el universo de sus personajes?

—PG: Sí, dos veces fui a Florida, para escuchar el tono y ver cómo se vestían. Estuvo bueno, porque cuando te quedás un rato ahí viendo y escuchando, empezás a saber que hay diferentes tipos de arbolitos. Está como el arbolito que está a los gritos y otro que dice más chiquito, y tomamos algo más sutil para el personaje. En cuanto a la ropa, entendés que hay cierto casting de prendas y un poco trabajamos también con la persona que hizo el vestuario para generar esos colores que en general también tienden a querer camuflarse en ese mapa geográfico que es el centro de Buenos Aires, que es un quilombo. Así que por ahí fue como esa investigación.

—LM: No hice una investigación de cómo es un guardia de seguridad, sí siento que hay algo medio parecido a lo que dice él, que siento que como que una guardia de seguridad puede tener múltiples personalidades y para mí como que hay algo que, quizás, no sé ni siquiera si un guardia se prepara tanto. Justo después del corto hablaba con un guardia de seguridad del edificio de una amiga que le contaba que me iba a Berlín con el corto que yo hacía de guardia de seguridad y le preguntaba algo de qué tienen en común los ­guardias, alguna pregunta, pero entendí que cada guardia en sí es un universo. Pero, bueno, quedó lindo, y me gustó la primera vez que lo vi, porque a mí me shockea un poco verme.

—¿Te sigue pasando eso?

—LM: Sí, algo de no poder separarte, pero con las funciones en Berlín no me pasó.

—Después del discurso de Francisco al ganar se generó mucho revuelo, ¿no?

—LM: Nosotros nos fuimos justo al otro día, así que no lo vivimos juntos, apenas terminó me volví y empecé a ver que salía en todos lados. Pero él es el director y habla por su propia voz, y me parece que le salió así natural.

—PG: Creo que lo que pasó y lo poderoso del discurso es que no fue como una cosa personal bombardeando particularmente a nadie. Creo que pegó porque habló a favor de instituciones que él conoce, que nos formaron medio a todos y que se ve que muchísima gente se sintió ­identificada. Y cayó en un momento muy clave, no fue una bardeada por bardear.

Noticias Relacionadas