Entrevista Exclusiva

Las realizadoras de Mari hablan de su particular proyecto

Tras recorrer diversos festivales de cine documental, llega a las salas esta propuesta que analiza un vínculo especial entre empleada y empleadora, pero que también aborda la violencia de género.

Mari, de Mariana Turkieh y Adriana Yurcovich, cuen­ta cómo María Luisa Suárez, cansada de la violencia física, verbal y psicológica que su marido ejercía en ella, es albergada en el hogar de Adriana. Diario Hoy dialogó con las realizadoras, madre e hija, sobre cómo fue llevar adelante el proyecto.

—¿Cómo imaginaron el relato, que además las tiene como ­protagonistas?

—Mariana Turkieh: Su historia es también la de la convivencia con mi madre, también con la familia, pero más con ella. Y decidimos, ­dialogando, que mi mamá tenía que estar presente, poniendo la voz y estando en cámara. Porque era parte de lo que queríamos contar, y también sobre cómo se transformó la relación a partir de que Mari comenzó a vivir allí, ­trabajando en otras casas, pero viviendo allí. En el mientras tanto realizábamos el documental reflejando a cada una de ellas y la ­transformación.

—¿Fue complicado trabajar de a dos?

—Adriana Yurcovich: Siempre es complicado trabajar con otra persona, tenés que negociar. Tenemos ambas miradas diferentes; y principalmente esto fue en el montaje, donde surgió una mirada de compromiso sobre lo que ambas creíamos que tenía que ser la película y hasta Mari metió cuchara allí. A lo largo de los años ella opinaba, opinó sobre el final de la película. Nosotras cuidamos al marido de Mari, porque también ella mantenía una relación ambigua con él. De hecho no está divorciada, y en algún momento decidimos no poner cosas duras sobre esta persona y Mari nos preguntó por qué.

—MT: O con los hijos.

—AY: Sí, y esto era porque, por ejemplo, el marido no era importante para nosotros, sino cómo Mari reaccionaba frente a eso.

—MT: Nos interesaba hablar de él como una manifestación de una estructura social y un pensamiento, no él como persona.

—Es interesante que encontraran la forma de común acuerdo entre ambas…

—MT: Es complicado dirigir de a dos, y de hecho tiene experiencia de dirigir de a tres.

—AY: Pero ninguno era mi hija (risas).

—MT: Claro, esta relación es un poco más complicada. Y tal vez una demora un poco más, porque hay que discutir cuando hay diferencias y hay que argumentar. Pero en el fondo eso es enriquecedor, hay cosas que tal vez a mí no se me ocurren y a la inversa.

—La película muestra la realidad de vínculos que en la cotidianeidad se terminan transformando en familia. ¿Quedó mucho afuera? ¿Por qué?

—MT: Yo me corrí. Si bien estaba detrás de cámara, haciendo sonido, hubo una discusión sobre si aparecía yo o no. Pero elegimos centrarnos en la relación de ellas dos. El documental lo comenzamos cuando ella llega a la casa, la convivencia y un tiempito después. Y ella ya estaba transformada. Antes no hablaba, y comenzó a cambiar; por lo que en el montaje decidimos mostrar primero la Mari más reservada, que hablaba poco, porque queríamos reflejar el proceso de transformación de ella.

—AY: También dejamos afuera lo que a mí me pasaba con la llegada de Mari, con quien primero tenía un vínculo dos veces por semana, pero luego fue todos los días. Y que en pandemia, además, esto se potenció, ya que ella ni siquiera iba a trabajar a otras casas. Esa idea perdió bastante fuerza en el montaje, porque también entendimos que era más importante ella.

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