entrevista

Meritxell Colell Aparicio presenta su nueva producción: Dúo

Con una reciente retrospectiva en el Festival Independiente de Cine de Cosquín, ahora estrena su segundo largometraje de ficción en el país.

Rodada en el norte argentino, Dúo, la nueva propuesta de la realizadora española Meritxell Colell Aparicio, relata el proceso de desintegración y reencuentro de una pareja de baile. Hablamos con la directora para saber más detalles del relato.

—Argentina ya es como tu segunda casa, los temas de las películas, el baile, el país, está todo metido…

—La Argentina para mí es muy importante, de hecho yo vine por un intercambio con la FUC en 2005 y fueron casi tres años viviendo en Buenos Aires, y después una relación que no se termina, sino al contrario. Creo que cualquier persona que ame la cultura o ame el cine tiene que tener un vínculo con Argentina. El teatro como tal lo descubrí aquí, nunca había visto y fue así como me gustó el teatro, y mucho, y luego, evidentemente, son todas experiencias que son inolvidables.

—Y además, te sigue sorprendiendo, venís de la retrospectiva en FICIC…

—Sí, Argentina regala, da muchas cosas así. Lo del FICIC fue hermosísimo, cuando Roger Koza me llamó pensé qué maravilla, qué privilegio. Y para mí, estrenar películas aquí es otro privilegio, y después me voy para un viaje de documentación del nuevo proyecto.

—¿Nuevamente en Argentina?

—No, pero a mí siempre me gustaría seguir haciendo cosas en Argentina, sea como editora o como directora, por lo que hablábamos, porque es un país que es un lugar donde uno aprende muchísimo, en muchos sentidos, en la forma de abordar el cine, en la forma de entenderlo. No solo se trata del talento que hay, que hay muchísimo, sino también de la cinefilia. Eso es difícil de encontrar.

—¿Qué hay con el baile y la distancia?

—Yo vengo trabajando la danza desde Con el viento, mi ópera prima, y tiene que ver con que el cine es el arte de los cuerpos, y la intensificación también de los cuerpos, y la danza también. Y ahí hay algo muy, muy potente, en cómo los cuerpos se expresan, que es único. Y, evidentemente, ahí la distancia juega un gran papel. Yo siempre, hasta ahora, he apostado por filmar la danza desde dentro, estar muy en la sensación de quienes están bailando, que la cámara sea un tercer elemento que está danzando con ellos, y no desde afuera. Porque digamos que lo que buscamos filmando la danza así es, no representarla, no ilustrarla, sino sentir algo de lo que pasa entre los cuerpos.

—¿Cuánto tiempo te lleva aproximadamente un proyecto?

—Cinco años, más o menos, porque previo al rodaje hice cinco viajes de documentación en los cuales también se filmó el Super 8, es decir, todo el Super 8 está filmado antes del rodaje de la película. Y para mí estos viajes siempre son no solo para filmar, sino para escribir y reescribir y reescribir el guion. Y el rodaje siempre se rueda cronológico para que la realidad se meta, la ficción siga atravesándola. Y después el montaje evidentemente también pide mucho tiempo, como para volver a encontrar esa película. Entonces, además creo que es algo importante reivindicar. Estamos con la urgencia de hacer películas y hay una presión mediática fuerte de cuándo es tu siguiente película, y me parece fundamental que entendamos que los proyectos requieren tiempo y que a veces hay una urgencia para hacer algo cuando en realidad se tiene que cocer a fuego lento, porque vas descubriendo cosas que cuando ruedas con urgencia no.

—¿Qué pasa justamente con eso, cuando uno cocina a fuego lento un proyecto, que además uno lo ve y es hermoso, y lidia con la urgencia de los estrenos?

—Yo reivindico el cine artesanal. Hay como una idea de que el cine de calidad es el cine de Netflix porque tiene toda la tecnología habida y por haber, cuando la magia de hacer cine, incluso de ver cosas singulares, pasa por cuanto más artesanal y cuantas más limitaciones hay en un proyecto, porque más creativo tienes que ser.

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