The Walking Conurban, una odisea digital

Un grupo de amigos visualizan los paisajes más insólitos de Buenos Aires con imágenes más que elocuentes.

En una entrevista con este multimedio, los integrantes del proyecto The Walking Conurban hablaron sobre cómo surge la cuenta de Instagram y las vicisitudes de su crecimiento.

—¿Cómo se gesta el proyecto?
—La idea que sustenta la cuenta nace después de una tormenta muy fuerte, allá por abril de 2012. La mitad de la zona sur quedó sin luz y tres de nosotros, que teníamos una banda e íbamos a ensayar, serpenteamos durante 45 minutos haciendo un viaje que usualmente nos demandaba 10 minutos en línea recta.

Ese escenario de fogatas prendidas en cada esquina, casi post apocalíptico, generó el nombre de la cuenta,The Walking Conurban. Unos cuantos años después, en 2018, empezamos a subir las fotos que antes nos pasábamos entre nosotros. Con el tiempo igual el espíritu de la cuenta mutó de fotografiar el abandono, para tratar de ser un mapeo más o menos exhaustivo del conurbano. Tratamos de no poner muchas trabas a la hora de seleccionar el material.

En lo posible que no haya primeros planos de caras o personas, que el elemento que haga a la imagen no sea alguna cuestión que sea peyorativa o estigmatizante y no mucho más. Eso en términos de explicitar lo que no va con el contenido.

—¿Cómo es recepcionada la cuenta?
—La recepción es mayormente positiva, si bien desde el principio hemos tenido algunas voces críticas. Desde el idioma del nombre hasta aquellos que dicen que, o bien romantizamos la pobreza o bien estigmatizamos al conurbano. Lo que prácticamente convierte a The Walking Conurban en El Aleph, capaz de realizar o mostrar dos cosas antagónicas con la misma imagen.

Más allá de eso, creemos que la recepción positiva tiene que ver con que The Walking Conurban sirve como un lugar donde el público se ve identificado con los lugares por los que transita en su cotidianidad. Es decir, se convierte en algo especial, se resignifica, aquel lugar que siempre invisible porque era parte del paisaje diario.

—¿Qué es lo más insólito que les ha ocurrido?
—Insólito no nos ha pasado nada. Más bien nos han sucedido cosas muy típicas del día a día, como que en un municipio nos hayan sacado el auto porque sospecharon de nosotros o, mejor dicho, nos confundieron con periodistas. Nos han preguntado vecinos de algunos lugares quiénes éramos y por qué estábamos sacando fotos. Han sospechado que estábamos haciendo inteligencia criminal. Contrariamente a lo que se podría suponer, nos hemos encontrado con imágenes que trascienden los límites de lo bizarro, pero que no nos aconteció directamente a nosotros.

—¿Qué otros objetivos tienen en relación a la ­propuesta?
—Siempre fueron muy modestos. El primero fue incluir a más gente en un chiste interno. Eso fue transformándose y hoy en día nos encontramos administrando algo que siempre amenaza con írsenos de las manos por el volumen de interacciones, de mensajes a contestar, de archivo fotográfico. A futuro estamos tratando de expandirnos hacia el formato multiplataforma, sumar contenido audiovisual y seguir en la senda de mostrar al conurbano desde un lugar contrahegemónico.

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