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Arquitectura biomimética: la innovación se inspira en la naturaleza

Con obras como el edificio Mandragore de Nueva York, esta disciplina es el resultado del maridaje entre biología y arquitectura con el fin de conseguir edificios eficientes y sostenibles.

Exactamente en el centro de la isla Roosevelt, entre Manhattan y Queens, está prevista la construcción del que será el rascacielos más alto del mundo: el edificio Mandragore. Un edificio que no solo promete un gran salto cuantitativo, sino que responde a un nuevo concepto: la arquitectura biomimética. El proyecto de Nueva York tendrá más de 160 pisos de altura, un uso residencial y su nombre hace alusión a la planta mandrágora, cuya raíz tiene forma de cuerpo humano. Así, siguiendo este concepto esperanzador y las respuestas ofrecidas por la naturaleza, las ciudades podrían convertirse en organismos vivos que limpiarán el aire de agentes contaminantes, reducirán el ruido, ahorrarán energía e incrementarán el oxígeno ambiental.

Etimológicamente, biomimética procede de “bios”, vida; y “mimesis”, imitar; por lo que literalmente podría ser traducido por “imitar la vida”. De alguna forma, los Homo sapiens hemos reproducido algunas soluciones de la naturaleza para diseñar respuestas. En ese sentido, la naturaleza ha encontrado soluciones eficientes a todo tipo de problemas. Como dice el biólogo Frederic Vester, “es la única compañía que no ha quebrado en sus 4.000 millones de años de existencia”.

Siguiendo estos preceptos, algunos arquitectos han tomado prestados elementos de la naturaleza para dar forma a sus edificios, tanto en su funcionamiento interior como exterior, e incluso en los detalles ornamentales. Un ejemplo es el puente Chicago Spire, que se basa en el torso humano y en el desarrollo de estructuras espirales que ayudan a hacer frente a las cargas del viento.

Hace algunos años, un equipo de arquitectos fijó su atención en los cactus. Estas plantas tienen un sistema de estomas que se abren por la noche, cuando desciende la temperatura ambiental, con la finalidad de conseguir un perfecto equilibrio térmico. En esta línea estratégica, las torres Al Bahar, en Abu Dhabi (Emiratos árabes), disponen de paneles de fachada en forma de paraguas, que se abren y se cierran en respuesta al sol protegiendo a los usuarios de la excesiva luminosidad y del calor ambiental, disminuyendo la necesidad de usar aire acondicionado y, en definitiva, haciéndolas más sostenibles. Este sería uno de los mejores ejemplos de lo que luego se llamaría “fachadas cinéticas”.

Asimismo, frente al mar de Abu Dahbi hay un rascacielos, Aldar HQ, redondo con una piel curva de cristal, construido con armazones de acero y soportes ensamblados que se cruzan diagonalmente –diagrid- inspirados en la concha de la almeja. En los Estados Unidos, el arquitecto Santiago Calatrava se imbuyó del diseño de las alas de una mariposa para construir el pabellón Quadracci del Museo de Arte de Milwaukee, de forma que se abre, y cuando hace mal tiempo o por la noche se cierra.

Finalmente, en Africa, un equipo multidisciplinar de ingenieros y arquitectos tomaron prestado el diseño de los termiteros para dar forma al sistema de ventilación del edificio East Gate Centre (Zimbawe). Su innovador proyecto se basa en dejar entrar el aire por las plantas bajas del edificio y, ya caliente, expulsarlo al exterior por chimeneas. “El arquitecto del futuro se basaría en imitar a la naturaleza porque es la forma más duradera, racional y económica de todos los métodos”, decía Antoni Gaudí, en el siglo XIX. No se equivocaba.

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