cultura
Barbra Streisand: cantar al amor y vivirlo hasta que duela
Triunfó mundialmente en el cine y en la música, con una carrera artística que ya lleva más de cuarenta años, atravesada por pasiones tormentosas.
Nadie puede negar que es una mujer exitosa. A lo largo de su carrera artística ganó 52 discos de oro, 31 de platinos, 13 multiplatinos, dos Óscar, cinco Emmy, ocho Grammy, cuatro Globos de Oro y un Tony. Cincuenta biografías se escribieron tratando de descifrar quién es esta curiosa artista estadounidense de origen judío que brilló tanto sobre los escenarios como en la pantalla grande. El misterio sigue allí, y tampoco pudo ser descifrado con su libro de memorias.
Nació el 24 de abril de 1942. Desde su etapa de estudiante en el Erasmus Hall High School de su Brooklyn natal, improvisaba espectáculos cantando canciones picarescas o apareciendo en un show televisivo. El salto lo dio con una comedia musical en Broadway, titulada I Can Get It for You Wholesale, que le traería aparejadas dos cosas: un importante reconocimiento público y un romance –que terminaría en matrimonio- con un compañero de elenco, Elliott Gould.
En 1961, Elliott Gould ya era un actor conocido que hasta entonces solo había hecho pequeños papeles en teatro y en cine. A Barbra Streisand no le iba mucho mejor: era una principiante de 19 años que vivía de los adelantos que le daba su representante. Ella había llegado a la audición del musical vistiendo un tapado de los años treinta que había comprado en una tienda de ropas usadas. Cantó dos de las canciones que solía cantar en el night club donde actuaba. Gould recordaba: “El autor del libro en que se basaba el musical, Jerome Whiteman, estaba sentado a mi lado. Se volvió hacia mí cuando Barbra empezó a cantar, no nos dijimos nada, pero sabíamos que nadie podía disputarle el papel a esa chica”. Al final de la prueba, él se acercó para felicitarla. Ella lo invitó a que fuera a verla al local donde iba a cantar esa noche. El amanecer los encontró juntos, y así fue durante ocho años. La obra tuvo trescientas funciones. Fue la única obra que hicieron juntos. Cuando bajó de cartel, se casaron en Las Vegas. Dos años antes de separarse, Barbra se alzó con su primer Óscar, y a partir de allí su éxito fue avasallante. Su marido, si bien hizo algunas películas que tuvieron considerable repercusión –Mash, entre ellas-, iba siempre a la sombra de ella. Cuando le preguntaron a Gould porqué se habían separado, respondió: “No nos separamos, es que nunca llegamos a crecer juntos”.
La vida de Barbra se había vuelto vertiginosa: uno de los críticos más célebres decía que tenía la exótica belleza de un Modigliani, era cortejada -dentro y fuera de la pantalla- por Ryan O'Neal. Luego creó su propia compañía cinematográfica; fue amada por Robert Redford en The Way We Were; Ingmar Bergman quiso convencerla para que interpretara una película basada en La viuda alegre.
Su romance más conocido
Barbra era capaz de defenestrar públicamente al periodista que intentara inmiscuirse en su vida amorosa, como lo demostró en 1970 cuando se enamoró de Pierre Trudeau, quien llegaría a ser primer ministro de Canadá. El romance se hizo público cuando entraron del brazo a una cena de gala celebrando el centenario del ingreso de la provincia de Manitoba a la Confederación Canadiense. Se habían conocido un año antes en Inglaterra, cuando ambos se sentaron a la mesa de la princesa Margaret para una fiesta en Claridge's después del estreno británico de Funny Girl. Trudeau estaba en Londres para su primera Conferencia de la Commonwealth. Cuando ella lo vio por televisión, en medio de una tormenta de flashes de cámaras, supo que esa noche, cuando se encontraran, iba a ocurrir algo decisivo. En la cena de los Claridge, descubrió que Trudeau, como más tarde escribió, “era todo lo que prometía mi imaginación y más”. Él le pidió que bailara, pero ella dijo que no le gustaba hacerlo en público. Posiblemente fueron a bailar en privado, cuando el auto oficial se los llevó alejándolos de la persecución periodística.
Sus affaires con políticos no se agotaron entonces, sino que alcanzarían incluso una resonancia mayor cuando se la vinculara a un romance con Bill Clinton.
Ella había sido una de las grandes contribuyentes a su campaña política. Esa era una buena excusa para que se encontraran con asiduidad. Pero el periodista Cristopher Andersen, en el libro Bill e Hillary: el matrimonio, reveló que los celos de Hillary despertados por las numerosas pruebas de infidelidad, la llevaron a prohibir a Barbra Streisand el ingreso a la Casa Blanca cuando ella no estuviera presente. Apenas algunos ramalazos de una vida expuesta a todas las turbulencias del arte y del amor.