cultura
Bromas que pasaron a la historia
El sentido del humor ha mutado a lo largo del tiempo, pero algunos episodios que pretendieron ser graciosos quedaron registrados en los anales de la historia.
En los banquetes del emperador romano Heliogábalo, que pasó a la historia como uno de los peores que tuvo el Imperio, había una curiosa diversión: cuando todo el mundo estaba borracho, este mandaba a cerrar todas las puertas y hacía soltar en el comedor una manada de fieras hambrientas, a las que previamente habían arrancado los dientes y las garras. Pero los comensales no sabían eso y muchos de ellos morían infartados del susto. Incluso, a los invitados de menor categoría mandaba ponerles en los asientos cojines llenos de aire que de pronto reventaba, haciendo que cayesen rodando debajo de la mesa.
En las proximidades del Carnaval de 1656, el rey español Felipe IV tuvo en esos días una idea original: proyectó y ordenó que se organizase en el Corral de la Cruz una función especial para mujeres. A fin de que entrasen más, prohibió que llevasen los incómodos “guardainfantes”. A su vez, ordenó a sus criados que le procurasen cientos de ratones ocultos en pequeñas cajas. El objetivo era abrirlas cuando la función estuviese comenzada y producir el natural alboroto. La veracidad de esta noticia la ofreció don Jerónimo de Barrionuevo en sus Avisos, con fecha de 27 de febrero del citado año. Allí se apuntó: “El recelo de que sucediese algún alboroto del miedo de echar aquellas asquerosas sabandijas en el coliseo de las mujeres suspendió la ejecución. Además, la idea no pudo permanecer en secreto; algún cortesano la reveló y Madrid entero tuvo conocimiento de ella”.
Entre los actores alemanes que Pedro el Grande hizo trasladarse a Rusia para sus proyectos civilizadores del pueblo ruso, figuraba Johann Kunst: no solo buen comediante, sino autor de muchos dramas, y que pronto gozó de gran predilección en Moscú. Para la compañía que actuaba bajo su dirección, el Zar mandó a construir un teatro. El 1 de abril de 1704, Kunst se permitió una atrevida broma que le hubo de costar su destino triunfal. Anunció la ejecución de una obra “completamente nueva y excepcional” que “había tenido un éxito brillante en el extranjero”, y este anuncio tuvo por consecuencia que el teatro se llenara y hasta que acudiera el Zar en persona. Pero cuando se levantó el telón, no apareció más que una tabla grande con la inscripción “Hoy es primero de abril”: una parte del público protestó y la otra prorrumpió en carcajadas. El Zar montó semejante cólera que Kunst no tuvo más remedio que huir de Rusia esa misma noche. Cabe aclararse que en el hemisferio norte el primero de abril es el equivalente al día de los inocentes que entre nosotros se festeja el 28 de diciembre.
En el siglo XVIII, vivía en Francia un escritor llamado Antoine Poinsinet. Era un hombre de cierta cultura e inteligencia, pero de una credulidad sin límites. En su correspondencia, Grimm revela que Diderot y sus amigos le hacían víctima de bromas y engaños terribles, convenciéndolo de que iban a confiarle la educación de un príncipe heredero y haciéndolo estudiar para “biombo viviente” del rey de Prusia. En una ocasión, le confiaron un invento inaudito: ciertos polvos que hacían invisible a quien los tomaba. Poinsinet los probó y se introdujo en una habitación en que sus amigos cenaban. Ellos aparentaron no verlo y dijeron pestes del ausente, tirándole encima los restos de la comida, cosas que llenaron de alegría a Poinsinet, pues demostraban acabadamente su invisibilidad.
Durante la Primera Guerra Mundial, un bromista utilizó gatos para una divertida chanza. El siguiente aviso apareció en un periódico de Nueva York hacia fines de 1917: “¡Atención, patriotas dueños de gatos! Las ratas amenazan seriamente la vida y la salud de los soldados estadounidenses que se hallan en los campos alemanes prisioneros. Por convenio con una potencia neutral, el gobierno estadounidense está vendiendo a Alemania una gran cantidad de gatos destinados a exterminar roedores en los campos de prisioneros”. Al día siguiente, desde la primera hora en la Oficina de Correos se apretujaron cuatro mil patriotas llevando sus gatos en canastas.