Cómo ser mujer y vivir en Arabia Saudita
Una periodista que residió en La Plata durante quince años contó los pormenores de su estadía en la capital de un país cuyas costumbres pueden resultar polémicas
La distancia cultural que existe entre La Plata y Riyadh, la capital de Arabia Saudita, es aún mayor que los 12.854 kilómetros que separan a las dos ciudades. De hecho, ningún árabe podría creer que esta joven madre, antes de llegar a la tierra de los petrodólares, tenía una vida independiente, usaba ropa ajustada y podía compartir reuniones nocturnas.
Por una tentadora oferta laboral que le hicieron a su marido, María Díaz vive desde hace cinco meses en Riyadh, la tierra de la religión y de las restricciones para las mujeres: no pueden conducir ni viajar fuera del país sin un varón de la familia o tutor. Tampoco pueden abrir una cuenta bancaria sin permiso de su marido, mostrar su belleza, darse un baño en una playa, practicar deportes a la vista de todos, leer revistas femeninas o entrar en los cementerios. Emma, su hija de dos años, tampoco puede jugar con las muñecas Barbie: fueron prohibidas en el país, por ser consideradas provocativas debido a sus accesorios, ropas y posturas.
“La mujer está esponsoreada(así lo llaman) por el hombre y de él depende para todo. Así es mi rol hoy en día. Para salir del complejo donde vivo tengo que esperar que llegue mi marido. De todas maneras, las mujeres nos encargamos de desarrollar una vida social, se organizan cafés, reuniones con niños y, por otro lado, en mi caso, estoy trabajando online para empresas argentinas”, dijo María a Hoy, desde la capital de Arabia Saudita y al abrazo de una temperatura de 48º centígrados.
Por suerte para ella, y para el resto de occidentales contratados por grandes empresas, viven en un condominio que resulta una especie de burbuja: “El lugar es espectacular. Nos permite tener una calidad de vida inimaginable. Al tener espacios verdes, pileta, gimnasio, canchas para hacer deporte, juegos para los niños y un restaurante salimos muy poco de ahí. La mayor parte de nuestra vida transcurre en el complejo”, contó María, quien antes de llegar a destino conocía muy poco de Arabia.
“Ni siquiera podía ubicar el país exactamente en un mapa. Hoy puedo decir que es muy distinto a lo que me imaginaba. Absolutamente todas las personas que uno se cruza van cubiertas, los hombres con túnicas blancas y las mujeres, negras. Además, las saudíes llevan cubierto también el rostro por completo. Solamente se le ven los ojos. Al principio choca un poco, pero enseguida te acostumbrás. No solo a verlo, sino a vestirte así para salir a cualquier lugar” agregó.
En relación al comportamiento de los árabes, María dijo que son muy honestos y muy amables, pero que todo está provisto por Dios, ya que “no se sienten dueños de su propio destino ni de lo que pueda pasar. De hecho, cuando hablan en futuro, siempre incluyen la frase inshaalla (si Dios quiere)”. Todavía no tienen fecha de retorno, pero cree que “está bien para hacer una experiencia, no para quedarse mucho. Queremos transcurrir la vida, con seguridad, en Occidente, aún no sabemos bien dónde”.