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Desde la Universidad de Stanford revelan dato importante sobre la sal

Un equipo de investigadores calculó que reducir unos 350 miligramos de sodio al día bajaría la presión arterial sistólica en solo 1,25 milímetros de mercurio, y evitaría así alrededor de un millón de accidentes cerebrovasculares y ataques cardíacos.

A veces, cambios aparentemente pequeños en los hábitos pueden suponer una gran diferencia en la salud de las personas. Tal es el caso del nutriente esencial sodio sobre la presión arterial, uno de los componentes del popular agente aromatizante cloruro de sodio, comúnmente conocido como sal. La cantidad de sal que se puede consumir sin peligro ha sido objeto de controversia durante un siglo, y es poco probable que el debate se resuelva pronto.

Algunas personas son especialmente sensibles a la capacidad del sodio para elevar la presión arterial, pero teniendo en cuenta lo extendida que está la hipertensión arterial y lo difícil que es evitar el consumo de sal en exceso, muchos expertos sostienen que el enfoque más seguro es una reducción general de los niveles de sodio en los alimentos preparados y procesados.

La hipertensión arterial aumenta el riesgo de sufrir infartos de miocardio y accidentes cerebrovasculares y, para muchas personas, empeora con el consumo de sodio.

Solo un aumento de 4 milímetros en la presión arterial -por ejemplo, de 130 a 134 milímetros de mercurio- puede poner en peligro la salud de algunas personas, y la presión arterial de quienes son especialmente sensibles a la sal puede aumentar 10 o más milímetros de mercurio con una dieta típica rica en sal.

Un equipo de la Universidad de Stanford calculó que reducir unos 350 miligramos de sodio al día (menos de una sexta parte de una cucharadita) reduciría la presión arterial sistólica en solo 1,25 milímetros de mercurio y, sin embargo, evitaría alrededor de un millón de accidentes cerebrovasculares y ataques cardíacos.

Un nuevo estudio llevado a cabo en 600 pueblos de China rural demostró que la sustitución de la sal de mesa normal por sal reducida en sodio redujo significativamente la tasa de episodios cardiovasculares y muertes asociadas durante un seguimiento medio de menos de cinco años.

Los efectos positivos se produjeron en los hogares que utilizaban sal de mesa modificada en la que el cloruro de potasio sustituía al 30% del cloruro de sodio, aunque no se produjeran cambios en el uso de otras fuentes ricas en sodio como la salsa de soja y el glutamato.

En la actualidad, la cantidad de sodio en la dieta estadounidense supera en más de un tercio el límite diario de 2.300 miligramos recomendado por la Asociación Americana del Corazón para personas sanas, y es más del doble de la cantidad -1.500 miligramos- que la asociación considera ideal para personas con presión arterial elevada (N de E: en Argentina se consume más del doble de la recomendación diaria).

La necesidad fisiológica de sodio de nuestro cuerpo es de 220 miligramos al día; cantidades que proporcionan un enorme margen de seguridad. La especie humana evolucionó con una dieta muy baja en sodio, de 200 a 600 miligramos al día. De hecho, nuestro cuerpo está diseñado para conservar el sodio y eliminar el potasio. El cuerpo retiene el exceso de sodio, lo que aumenta las posibilidades de sufrir efectos nocivos.

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