cultura

Diego y su hinchada de escritores

Galeano, Benedetti, Dolina, Soriano, Sacheri y Fontanarrosa son algunos de los grandes que admiraron y eternizaron la magia del Diez.

"El más humano de los dioses”, así lo llamó Eduardo Galeano, quien no solo lo admiraba por los prodigiosos jueguitos que Diego podía hacer dentro de una cancha, sino también por la valentía de “denunciar a viva voz las cosas que el poder manda callar” y su costumbre de lanzar golpes para arriba cantándoles las cuarenta a los dueños del poder: “En el 86 y en el 94, en México y en Estados Unidos, denunció a la omnipotente dictadura de la televisión, que estaba obligando a los jugadores a deslomarse al mediodía, achicharrándose al sol, y en mil ocasiones más, todo a lo largo de su accidentada carrera, Maradona ha dicho cosas que han sacudido al avispero”.

Era lógico que un escritor que siempre estuvo del lado de los humildes no dejara de defender a Maradona, a ese rebelde dentro y fuera de la cancha, incontrolable cuando hablaba, pero también cuando jugaba: “No hay quien pueda prever las diabluras de este inventor de sorpresas, que jamás se repite y que disfruta desconcertando a las computadoras. No es un jugador veloz, torito corto de piernas, pero lleva la pelota cosida al pie y tiene ojos en todo el cuerpo. Sus artes malabares encienden la cancha. Él puede resolver un partido disparando un tiro fulminante de espaldas al arco o sirviendo un pase imposible, a lo lejos, cuando está cercado por miles de piernas enemigas; y no hay quien lo pare cuando se lanza a gambetear rivales”.

El escritor uruguayo comprendió a ese hombre que había cometido el pecado de ser el mejor y que estaba agobiado por el peso de su propio personaje: “Tenía problemas en la columna vertebral, desde el lejano día en que la multitud había gritado su nombre por primera vez. Maradona llevaba una carga llamada Maradona, que le hacía crujir la espalda”. También supo ver la facilidad con que se lo juzgaba y condenaba: “El placer de derribar ídolos es directamente proporcional a la necesidad de tenerlos.”

Cuando en 2015 murió Galeano, Maradona dijo: “Gracias por enseñarme a leer el fútbol. Gracias por luchar como un 5 en la mitad de la cancha y por meterles goles a los poderosos como un 10. Gracias por entenderme, también. Gracias, Eduardo Galeano: en el equipo hacen falta muchos como vos. Te voy a extrañar”. No cuesta imaginar lo parecido que hubiera sido el epitafio recíproco.

Otro uruguayo, Mario Benedetti, dijo: “Aquel gol que hizo Maradona a los ingleses con la ayuda de la mano divina es por ahora la única prueba fiable de la existencia de Dios”, y en 2008 le dedicó un poema, “Hoy tu tiempo es real”.

Alejandro Dolina, que en 1996 actuó junto al Diego en la película El día que Maradona conoció a Gardel, dijo: “Maradona me sigue generando muchísimas cosas. Ha sido muy generoso conmigo. Con el tiempo me fue generando cada vez más emoción, porque se añade a la magia de Diego tocando la pelota, a lo que uno recibe cuando está ante la presencia de un especialista. Deja de ser emoción y pasa a ser el asombro de aquel niño de cinco años que vio a uno tocando el piano y se preguntaba cómo hacía para tocar así. Ahora es la emoción de un hombre grande escuchando al mismo pianista. La emoción de verlo a Diego jugando, pensando, imaginando, resolviendo problemas sin solución en un se­gundo. Ese era el asombro. Ahora la emoción es más intensa”.

Por su parte, Osvaldo Soriano, que decía que haber visto jugar al Diez era comparable a haber estado en la primera fila escuchando a Gardel, escribió en alguna oportunidad: “La fuerza interior de Maradona no tiene parangón en este país. Por eso nos cuesta entenderlo. Y no hablo solo de fútbol. Sabe que la antorcha se gana con genio, pero sobre todo con esfuerzo; ahora sí, grande, tormentoso, imponente, se convierte en un ejemplo de vida: las que pasó y cómo llegó a imponerse a sí mismo solo él lo sabe. Y es posible que nunca pueda explicarlo. Maradona supo que algunos habían brindado por su caída y eso en lugar de matarlo lo resucitó. En tiempos de minimalismo y hombres mediocres, parece una leyenda, el personaje de un cuento de hadas, tiene el aire del tipo que cree en la gesta y el amor a una causa”.

Uno de los escritores argentinos más futboleros es, sin duda, Eduardo Sacheri, quien celebró a Maradona de esta forma: “Además de piola, es un artista. Es mucho más que los otros. Así que, señores, lo lamento, pero no me jodan con que lo mida con la misma vara con la que se supone debo juzgar a los demás mortales. Porque yo le debo esos dos goles a Inglaterra. Y el único modo que tengo de agradecérselo es dejarlo en paz con sus cosas. Yo conservo el deber de la memoria”.

Roberto Fontanarrosa, quien celebraba en Maradona al jugador que había demostrado que la mano es más rápida que la vista y que era capaz de salir entre cuatro con el balón pegado a su zurda mágica y sacando la lengua como burlándose, alguna vez dijo: “Diego merece habitar el Parnaso donde moran Carlos Gardel, Juan Manuel Fangio, Perón, Evita, el Che Guevara, Carlos Monzón y unos pocos más”. Ojalá esa profecía se haya cumplido.

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