La electrificación del tren que une a La Plata y Capital Federal

Dos años sin el Roca: la obra que se convirtió en la pesadilla de los usuarios

En septiembre de 2015, el anuncio de la electrificación del ramal ilusionó a miles de pasajeros. La remodelación debía llevar tres meses, pero todavía continúa inconclusa. Después de incumplir todas las promesas, desde Transporte afirman que este mes regresará a 1 y 44

Dos años atrás, miles de platenses se ilusionaron con la noticia: comenzaban las obras de electrificación del tren Roca. El plan incluía unos 53 km de doble vía de Constitución a La Plata, 150 km de cableado de alta y media tensión, cien coches eléctricos 0 km con aire acondicionado, frenos ABS y sistema antiacaballamiento para que no suceda una nueva tragedia de Once. Todo esto permitiría que el trayecto se redujera a 55 minutos, en lugar de los penosos ochenta que por entonces insumían las formaciones diesel. Los pasajeros, por fin, viajarían rápido, seguros y dignamente.

El plazo prometido fue de tres meses y, sin embargo, todavía hoy los 70.000 usuarios son víctimas de un letargo absurdo que, a la vista del sinfín de promesas incumplidas, parece infinito.

Desde que no hay tren, Ana Belén Scarna bajó su rendimiento académico. Esta estudiante se traslada de lunes a viernes desde Quilmes hasta la Facultad de Ciencias Económicas de la UNLP. “Para cursar dos horas, tengo que viajar más de cuatro”, se quejó. 

“Casi siempre tengo que buscar alternativas, porque se queda sin electricidad, hay accidentes o llueve y me quedo sin viajar”, afirmó Belén. Los trastornos para llegar a la ciudad ganaron tanto protagonismo en su vida que hasta evaluó la posibilidad de dejar la carrera. “No me dan ganas de venir, pero lo hago porque me da bronca perder las materias por problemas ajenos”, dijo, y concluyó: “Es una tortura”.

Perder tiempo y dinero

En promedio, los usuarios pierden dos horas más de su vida por día desde que no están las formaciones diesel. A eso hay que agregarle las demoras extras por desperfectos, que abundan cada vez que llueve. 

El tiempo no es lo único que los pasajeros sacrifican. Desde el comienzo de las obras, se dispuso de colectivos para reemplazar al tren, pero la escasez de unidades generó que muchos usuarios optaran por tomar el Plaza o el Costera y eso incrementó el costo de sus viajes. Es que el boleto de tren hasta Constitución, ida y vuelta, vale $4 con sube y $8 sin la tarjeta, mientras que en colectivo asciende a $78, un 925% más.

Héctor Villalba temía perder su trabajo por llegar tarde y optó por viajar a Capital en micro. “Gasto casi 2.000 pesos por mes. Antes usaba esa plata para ayudar a mi mamá con los medicamentos que ya no le cubre PAMI”, afirmó en diálogo con diario Hoy. 

La opción del colectivo tampoco garantiza un ahorro de tiempo significativo, porque el caudal de vehículos que circulan por la Autopista La Plata-Buenos Aires se incrementó luego de que las empresas sumaran unidades para cubrir una demanda que nunca llegaron a satisfacer con calidad. Actualmente, según informó el director de la Terminal, Darío Musto, a este medio, Costera Metropolitana dispone de entre 150 y 160 servicios diarios, mientras que la empresa Plaza tiene entre 250 y 280. 

A su vez, a la Autopista también se sumaron los autos de aquellos que antes usaban el tren, quienes se vieron obligados a sacar los coches del garaje para ir a trabajar. 

Quienes no tienen otra alternativa que esperar el servicio de trasbordo que los lleva desde 1 y 44 hasta Villa Elisa y viceversa deben armarse de paciencia para soportar el frío intenso, el calor abrasador y las frustrantes lluvias. Desde la empresa Trenes Argentinos informaron a este medio que ese servicio traslada entre 12.000 y 15.000 pasajeros a diario, que lo hace con 17 coches y que no está previsto sumar otros. 

La frecuencia de los que van directo por Autopista es de 5 minutos en hora pico y de entre 8 y 10 el resto del día, mientras que para las unidades que se detienen en todas las paradas intermedias el lapso entre un colectivo y otro es de 20 minutos, informaron desde la empresa. Sin embargo, los usuarios hablan de demoras mucho mayores y los inspectores, de una cantidad de micros algo menor, ya que afirman que son 12.

A la espera indigna se le suma que muchos deben viajar parados, agregando al servicio condiciones degradantes además de ilegales. En Berazategui, por caso, llegaron a formarse dos filas: una para viajar parados y otra, sentados.

Esto motivó que en febrero de este año la diputada del Frente para la Victoria Valeria Amendolara y varios usuarios se reunieran con el defensor del Pueblo de la Provincia, Guido Lorenzino, quien se comprometió a interceder ante las autoridades provinciales y nacionales. Tres meses después, Amendolara hizo una solicitud en la Cámara de Diputados provincial para que “se mejore, con mayor frecuencia y con unidades punto a punto (es decir, directas y sin paradas intermedias) el servicio alternativo de transporte”. Todavía hoy, los usuarios esperan.

Falsas promesas

“Incumplieron muchas promesas”, se quejó Carlos Garay, quien usa el tren todos los días para ir a su trabajo en Berazategui. “Hace poco circuló información diciendo que volvería en marzo de 2018. Tampoco creo que llegue, no veo ninguna garantía”, completó. 

En 2016, el Presidente Mauricio Macri afirmó que las obras del Roca estarían listas antes de terminar el año. A lo largo de 2017, con los andenes de 1 y 44 todavía vacíos, el Gobierno nacional anunció que eso sucedería en marzo. Después sostuvo que se haría a fines de junio, pero luego extendió el plazo a julio, más tarde a agosto y, ahora, ante la consulta de este medio, desde el Ministerio de Transporte afirman que sucederá en septiembre. Desde esa cartera atribuyen la demora actual al robo sufrido a fines de junio en un obrador de Villa Elisa.

Más allá de las promesas de Nación, fuentes extraoficiales afirman que el tren llegará en febrero o marzo del año que viene. Sin embargo, Norberto Rosendo, ingeniero ferroviario y presidente de la comisión Salvemos al Tren, sostiene que “volverá a La Plata en octubre, durante la campaña”.

El ingeniero está convencido de que será exhibido en un momento oportuno para el Gobierno, aunque eso implique ponerlo a funcionar en condiciones precarias. “Con la cantidad de subestaciones eléctricas que hay, no alcanza la tensión para que el sistema se mantenga estable”, afirmó ante este medio. 

Para que el tren funcione en óptimas condiciones se necesita de una subestación eléctrica cada 25 kilómetros. La más cercana, actualmente, está en Temperley y abastece hasta Villa Elisa. “Al extender el servicio a 1 y 44, la energía será insuficiente y habrá fallas”, adelantó Rosendo.

Para evitarlo, es necesario construir una subestación más. “Podría ser en Tolosa, si se busca expandir la red ferroviaria, o en Quilmes, si se la quiere dejar como está”, afirmó el presidente de Salvemos al Tren. “Todo indica que se va a hacer en Quilmes y no me extraña, porque la política de este gobierno es que crezca el negocio de los hidrocarburos y no el de las energías renovables”, criticó Rosendo.

Pereyra y Hudson, aislados

En el proyecto original de electrificación, las estaciones de Pereyra y Hudson no figuraban. Tras los reclamos de los vecinos, se corrigió el supuesto error pero se decidió no construir andenes provisorios para ahorrar costos. Desde 2015 el tren no para en ambas estaciones porque faltan las estructuras definitivas. La historia de su construcción merece un capítulo aparte.

En junio pasado, cuando las obras en 

Hudson estaban por concluir, se dieron cuenta de que habían construido un andén más alto que el otro. Para bajar del tren, los pasajeros debían subir un escalón. Como solución, decidieron levantar las vías.

Al grave error de cálculo se le sumó la inoperancia en Pereyra. Allí las obras habían comenzado, pero debieron suspenderse en marzo, luego de un enfrentamiento entre diferentes facciones del gremio de la construcción. Así, tras cinco meses de inacción, se evidencia la falta de voluntad para resolver conflictos y avanzar con los andenes.

El dinero está, las obras no  

Además de los cambios mencionados, la electrificación del Roca implica renovación de estaciones, elevación de los andenes, construcción de un nuevo viaducto en Ringuelet, reparación del taller de Tolosa, creación de puestos rectificadores, renovación de vías y de los sistemas de señalamiento junto a otras obras eléctricas, y la creación de los pasos bajo nivel (PBN) de Villa Elisa, Villa Castells, 1 y 38, y 1 y 32. La mayoría de estas obras están a medio ejecutar o sin empezar.

A su vez, la construcción de los PBN en 1 y 32 y en 1 y 38 puso en alerta a muchos vecinos de la zona que bregan por el soterramiento, lo cual evitaría que esa área de la ciudad quede aislada por el cierre de los cruce peatonales.

De acuerdo a datos de la Secretaría de Hacienda de la Nación, durante la primera parte de este año solo se ejecutaron poco más de $35 millones del crédito otorgado por el Banco Interamericano de Desarrollo para la electrificación de este ramal. El monto inicial del empréstito era de $2.892 millones y tenía destinados para estos primeros meses $421 millones. Es decir, solo el 7,6% de lo presupuestado fue devengado.

Dos años pasaron desde que los 70.000 pasajeros del Roca recibieron la promesa de viajar rápido, seguros y con dignidad. Ahora, a diferencia de 2015, ya no se ilusionan. 

Palabra de los usuarios 

Lorena Ortíz

“Vengo desde Ezpeleta para hacerme un tratamiento médico en La Plata. Viajo todas las semanas y siempre es un trastorno y una pérdida de tiempo. Antes era directo, ahora venir me representa perder todo el día. Cuando uso los micros de trasbordo no sé si voy a llegar, porque no funcionan bien y es impresionante la cantidad de gente que viaja. Es la forma más económica que tengo para venir. En realidad, es la única que tengo”. 

Henrique Herrera

“Soy jubilado y vengo desde Capital dos veces por semana para realizar trámites. Como uso bastón, los transbordos resultan un verdadero trastorno porque subir y bajar del micro es muy complicado para mí. Es una dificultad tremenda, son todos problemas. Hay que subir y bajar del micro, subir y bajar del tren y así. Para gente grande como uno es algo demasiado engorroso”. 

Celia Acosta

“Vengo todas las semanas desde Avellaneda a La Plata porque mi hijo de ocho años está haciendo un tratamiento después de que le operaran la médula. Tengo que viajar con bolsos, el cochecito y el nene. Salimos a las cinco y media de la mañana para llegar a las ocho. A veces viajamos parados, con el riesgo de que en la Autopista se abra la puerta y se caiga una persona. Tengo que pedir permisos especiales en el trabajo y es un problema”.

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