Cultura

Edgardo Scott, los cassettes de la buena memoria

Este escritor argentino radicado en Francia acaba de publicar un libro que compila relatos de tono autobiográfico que se leen de un tirón, sin necesidad de dar vuelta al lado B.

Edgardo Scott nació en Lanús en 1978 y actualmente vive en Francia. Fue fundador e integrante del Grupo Alejandría, que en 2005 inició en Buenos Aires el movimiento de lecturas y ciclos literarios en narrativa. Publicó No basta que mires, no basta que creas, Los refugios, El exceso y Caminantes: flâneurs, paseantes, vagabundos, peregrinos. Su más reciente libro, Cassette virgen, enhebra relatos donde lo autobiográfico y la ficción se realimentan para grabarse en la memoria y recordarlos una y otra vez, como quien pulsa play.

—El cassette es toda una marca generacional. Los más jóvenes lo ven ahora como una pieza de museo, pero era la posibilidad de hacer el propio seleccionado ­musical. ¿Te acordás cuáles fueron las primeras músicas que grabaste en cassette? 

—Sí, me acuerdo. Yo le había propuesto a la editorial que la tapa fuera un radiograbador de doble cassettera. En general, no tengo mucha imaginación visual, pero me había acordado de eso: de gastar ese radiograbador en el año 90 o 91, con temas de los Redondos, The Police,  Sui Generis, Eric Clapton y un montón de músicos más.

—¿Qué hizo que Cassette virgen sea el libro que más disfrutaste escribir?

—Yo supongo que uno disfruta mucho cuando se da cierta facilidad en la forma de los relatos, que la escritura vaya saliendo con cierta fluidez. Casi todos los relatos fueron escritos de una sentada.

—¿Cuándo descubriste el tono que iba a tener el libro?

—Esa voz ya la venía trabajando, esa primera persona, en mi primer libro de cuentos, que se llama Los refugios, que salió en 2010, y que justamente se publicó a través de la Editorial de la Universidad Nacional de La Plata (Edulp), y que se va a reeditar el año que viene. Ahí ya había algunos relatos en primera persona que no tomaban al narrador como alter ego, pero que tenía la misma entonación.

—En el prólogo, cuando hablás del tono que elegiste, decís: “Todo está atravesado por el Borges de Bioy”, considerándolo el gran libro de la literatura argentina del siglo XXI.

—Sería difícil soslayar que hay como una unanimidad sobre que Borges es el gran escritor argentino del siglo XX. Me parece que después de la muerte de Borges hubo cierto consenso en considerarlo el gran escritor de la literatura argentina. A mí me parece que el libro de Bioy permite humanizar a Borges, a que la gente pueda acceder a un retrato lo más ajustado y lo menos solemne posible, lo menos estatuario posible de Borges. Hizo una grieta a esa estatua de Borges. Me parece que para mi generación ese gesto de Bioy, para una sociedad tan hipócrita como la Argentina, es extraordinario.

—¿Qué te llevó a radicarte en ­Francia?

—Me llevó el amor. Mi mujer vivía en Francia, ella es escritora también. Nos conocimos en Buenos Aires, tuvimos un año de romance a distancia epistolar y, en determinado momento, cuando hubo que elegir decidí irme para allá. Hace cinco años que estoy viviendo en Francia.

—Escribiste un libro a propósito de la pandemia, contanos algo de ese trabajo.

—Es lo que viene ahora, después de Cassette virgen. Es un libro que se llama Contacto. La pandemia nos pegó a todos. A todos en algo nos modificó la vida, nos interpeló fuerte. Yo inventarié las cosas que estaban prohibidas o estaban en jaque: los besos, los abrazos, la saliva, el aliento, el cuerpo a cuerpo, y empecé a escribir, tomando asociaciones de películas, de libros, de canciones, en torno a eso. Después incorporé un glosario de época, que son las cosas que la pandemia trajo y están en nuestro vocabulario actual. Se me armó un libro de ensayo en torno a eso, justamente para tratar de poner algo que siento que es una especie de final de una época.

Noticias Relacionadas