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El escritor que sobrevivió a Auschwitz

Primo Levi fue un escritor italiano de origen judío que estuvo diez meses prisionero en un campo de concentración nazi. Su obra hurga en lo más hondo de la condición humana.

Autor de novelas, cuentos y antologías literarias, la brillantez de sus antecedentes académicos le auguraban un futuro envidiable, pero su condición de judío trastrocó para siempre su camino profesional. Las obras más trascendentes de Primo Levi, sin embargo, fueron las referidas a su experiencia en los campos de concentración alemanes. El 13 de diciembre de 1943, cuando tenía veinticuatro años, Primo Levi fue arrestado por la milicia fascista y encerrado en un campo de Fossoli, cerca de Módena. Nueve semanas más tarde, luego de haber admitido ser “ciudadano italiano de raza judía”, fue enviado a Auschwitz junto con todos los otros prisioneros judíos: niños, ancianos y enfermos. Era el inicio de los sufrimientos en los campos de exterminio y trabajo forzado de los nazis con un terrible saldo de millones de muertos.

Primo Levi nació en Turín en 1919, a los 24 años se unió a la resistencia antifascista en Italia, fue arrestado y entregado a los nazis. Prisionero, una de las tareas de Primo Levi y de otros cinco miembros de su Kommando consistía en fregar el interior de una cisterna subterránea. El más joven del grupo era un estudiante alsaciano llamado Jean, a quien dentro de la inverosímil burocracia del campo se le había asignado el rol de mensajero. Durante una de las tareas, Jean y Primo Levi se vieron obligados a pasar una hora juntos, y Jean le pidió a Levi que le enseñara italiano. Levi aceptó y de pronto le vino a la cabeza el canto de la Commedia referido a Ulises, aunque no se explicó por qué. Levi entonó los inolvidables versos: “De ambos cuernos hubo uno, el más saliente, que cuando empezó a estremecerse murmurando cual llama que una ráfaga en sí siente; […] Y así me aventuré hacia el mar abierto”. De pronto, Jean había viajado por ese mar, y Levi creía que la experiencia le ayudaría a dimensionar el misi me: el acto de lanzarse a uno mismo más allá de la barrera, hacia una “dulce cosa ferozmente lejana”. Entonces, Levi comenzó a oír los versos en la cabeza como si fuera la primera vez, “como un toque de clarín –escribió–, como la voz de Dios”. Por un momento olvida quién era y dónde se encontraba, tratando de explicarle los versos a Jean. Algunos versos se perdían. “Daría el potaje por saber juntar el final”, se lamentó Levi, cerrando los ojos y mordiéndose los dedos.

La memoria le arrojó los versos como monedas a un mendigo: “Tres vueltas le hizo dar el remolino del oleaje, la cuarta alzó la popa y hundió la proa, que otro así previno”. Levi detuvo a Jean, sintiendo que era absolutamente necesario que entendiera ese “que otro previno” antes de que sea demasiado tarde. Al día siguiente alguno de los dos podía aparecer muerto o no volver a verse. Llegaron a la cola, entre la mesa sórdida y harapienta de los portasopas de los otros Kommando. Se anunció oficialmente que la sopa del día era de coles y nabos. Levi recordó por fin el último verso del canto: “Por fin, el mar siempre nos arropa”.

La experiencia de Primo Levi es recordada como una de las más definitivas que puede vivir un lector. A los prisioneros del campo de concentración se los desnudaba y esquilaba, y sus nombres eran reemplazados por un número tatuado en la piel. Si todavía querían ser humanos, debían encontrar en sí mismos la fuerza de hacerlo, “de obrar de tal manera que, detrás del nombre, algo nuestro, algo de lo que hemos sido, permanezca”. En esa oportunidad, Levi cobró conciencia de que el lenguaje carecía de palabras para explicar lo que era la destrucción del hombre. La experiencia del infierno de Auschwitz escapaba al lenguaje porque solo podía ser sometida a lo inefable.

En Primo Levi, el sobreviviente y el escritor son inseparables. Su capacidad de observación, su conocimiento, su fortaleza moral y su suerte le permitieron sobrevivir. Su Trilogía de Auschwitz, integrada por Si esto es un hombre, La tregua y Los hundidos y los salvados, nos lega la panorámica global más expresiva del odio y ensañamiento a los que fueron condenados tantos inocentes de nada que no fuese la falta de sangre aria.

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