El hijo del viento

Un platense de 25 años le hace frente al mal clima y, en los días que hay sudestada, arriesga su vida al surfear en el Río de la Plata 

Agustín Mauad nació en el lugar equivocado, pero eso no le impide hacer lo que le gusta. Aunque para cualquier amante del surf el contexto ideal es la playa, este platense se la rebusca para poder desarrollar su pasión en un lugar donde la geografía no lo ayuda mucho. Por eso, mientras cualquier vecino se preocupa por el viento, si derribó algún árbol o si se cayó algún poste de luz, él se entusiasma: “Solo cuando sopla del sudeste se puede surfear en el río”, afirmó.

En Punta Lara, cuando el Río de la Plata está crecido, un muro de contención genera efecto rebote en el agua y permite que se practique este deporte. “El recorrido de la ola no es tan largo, pero es muy divertido y también peligroso. Hay que andar a centímetros de la pared y cuando está en su máxima expresión no permite error. Además, hay que tener precaución con los grandes troncos que trae la sudestada y que quedan atrapados contra la contención del muro”, contó Mauad.

Las posibilidades que ofrece el río para ser surfeado resultan escasas. Apenas una vez por mes, el viento sopla del sudeste y forma las olas: “Si no pudiste chequear el reporte, pero ves que todo se vuela, andá pensando la excusa justa para escaparte por un momento de las responsabilidades cotidianas” dijo Agustín entre risas, y agregó: “La ola que se forma no será la Pororoca del Amazonas en Brasil, pero alcanza para satisfacer la demanda de los surfistas de la ciudad.” 

Este joven, inconsciente pero con conciencia social, tiene un límite: “Cuando el agua supera los muros de contención dejo de surfear. No da que uno ande divirtiéndose mientras a la gente se le está llenando de agua la casa. Ahí salgo y trato de darle una mano a los vecinos” relató Agustín. 

En esta misma línea, desde su espacio La Ola Madre, no solo dicta clases, sino que además colabora con comedores infantiles a los que suele llevar alguna tabla para enseñar principios básicos de este deporte, en el que el equilibrio es lo primordial.

Él, que hace poco se mudó a Ensenada para estar más cerca de su escenario favorito, practica el surf desde los 12 años. De chico se pasaba los veranos enteros en San Bernardo y ahí no solo conoció la cultura, sino que también comprobó que esta actividad no necesariamente es para gente “acomodada”. “Ahora tengo un surfshop en Villa Elvira. Me pareció una buena idea instalarlo ahí, porque este deporte está asociado a las clases altas. En países como Brasil o Perú, que tienen un gran cultura surfer, lo practica gente de cualquier clase social”, detalló.

No conforme con realizar la actividad en un lugar tan poco convencional, Agustín va por más. Ahora planea una nueva aventura: quiere surfear las olas que generan los barcos. “No es fácil, pero estamos en proceso de encontrar el lugar exacto y de conseguir las lanchas que necesitamos para llegar hasta las embarcaciones”, concluyó. 

Noticias Relacionadas