CULTURA

El hombre que les tomó juramento a catorce presidentes

El escribano general de gobierno Jorge Garrido fue testigo de todas las idas y vueltas ocurridas en Casa Rosada durante 35 años, y hasta asesoró al pintor de un mural del Salón Blanco

Asistió a 350 juramentos, incluyendo los de 14 presidentes, en su carácter de escribano general de gobierno, cargo en el que se mantuvo imperturbable entre 1940 y 1975, viendo pasar asunciones democráticas, golpes de Estado, chirinadas y crisis de gabinete. Terminó volviéndose una suerte de presencia fantasmal en Casa de Gobierno, inevitable y puntilloso a la hora de labrar las actas con las que dio fe de quienes ejercieron la primera magistratura de nuestro país.

Los Garrido eran una familia en la que la profesión de escribano se transmitía de padres a hijos, en una cadena hereditaria en la que ningún eslabón quiso rebelarse. Esa vocación llegó a su cúspide cuando en 1902 asumió como escribano general de Casa de Gobierno Enrique Garrido, que ejerció el cargo durante 38 años, hasta que fue reemplazado por su hijo, Jorge Ernesto. El cargo había sido creado por Bartolomé Mitre, mediante un decreto del 21 de agosto de 1863, “para documentar aquellos negocios de la Nación que por su naturaleza requieran la intervención de un escribano”.

A Jorge Garrido nunca le preocupó demasiado el porqué ni el cómo llegaron al sillón de Rivadavia los que se sentaron allí para decidir los destinos del país, se ciñó calladamente al ejercicio de sus funciones: “No intervengo, solo sigo el curso de los acontecimientos”, solía decir. Esa impasibilidad profesional hizo que perdurara en su cargo sin que lo tocara ninguna de las crisis que sacudieron a numerosos gobiernos. Para él, comprometerse públicamente con alguna idea política era declinar su buen desempeño notarial. Esa tradición se rompió cuando ejerció el cargo de ministro de Defensa del gobierno de María Estela Martínez de Perón.

Siempre cuidadoso, atildado, controlado, prudente, elusivo, no solo tomaba juramentos a presidentes, ministros y principales funcionarios públicos, también fiscalizaba el sorteo del Gordo de Navidad. En 1974, declaró: “Este año, por ejemplo, tuve que revisar 80 cajas de 50 bolillas cada una, me sentí mirado por infinitos micrófonos y cámaras de TV”. Esa coquetería mediática le dio ánimo para otras andanzas; en un muy popular semanario de la época dijo estar preparando una obra de arte, aunque en realidad su tarea fue de asesoramiento: “Estoy preparando una obra de arte que se llama El juramento, pintada por Antonio González Moreno. Yo lo asesoré: es un mural de ocho metros por cuatro y medio que contiene a todos los presidentes”. La pintura se inauguró en 1971. Representa al Salón Blanco de la Casa Rosada. Aparece el busto de la República, el sillón de Rivadavia, y entre nubes se observa a San Martín, presenciando la escena.

Su relación con Yrigoyen y Perón

Antes de entrar en la Casa de Gobierno como funcionario, conoció a Hipólito Yrigoyen: “Una personalidad cautivante, un gran argentino, un gran patriota. Un gran caudillo”. Pero, quizá temiendo quedar embanderado con el “populismo”, también mostró su admiración por un militar que gobernó durante la Década Infame, Agustín Justo: “Como el general José Félix Uriburu, era un hombre muy enérgico; pero en Justo a veces la astucia del político estaba disimulada por un matiz de ductilidad. Ambos podían defender una posición con tenacidad incomparable, pero Justo podía ceder en lo peor del forcejeo para hacer rodar al adversario por el suelo”.

Es muy interesante una anécdota protagonizada por el general Juan Domingo Perón, referida a la época de la nacionalización de los ferrocarriles: “Recuerdo cuando me llamó para informarme que el gobierno había comprado los ferrocarriles: Tiene que hacer las escrituras enseguida, ordenó. Le hice notar que eran decenas de miles de propiedades y que los 30 días que me pedía no eran suficientes para terminar con el trabajo. Tanto insistió que finalmente tuve que hacer la revisión de todos esos documentos en un mes”. Pero, a su vez, dijo del golpista Lonardi, uno de los que derrocaron al gobierno de Perón: “No se pudieron apreciar todas sus cualidades de patriota. Tengo aquí su retrato”.

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