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El músico platense que se volvió favorito de Francis Ford Coppola

Osvaldo Golijov es un músico de nuestra ciudad radicado en los Estados Unidos. Un pincharrata que logró un enorme reconocimiento internacional.

Muchos platenses supieron de la existencia de Osvaldo Golijov cuando, hace más de una década, se estrenó en el Teatro Argentino la ópera Ainadamar —palabra árabe que significa “fuente de las lágrimas”—. Pero, para entonces, Golijov ya tenía una muy larga y prolífica trayectoria, que se inició en sus años de formación con Gerardo Gandini, docente de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de La Plata y director musical del Teatro Colón, y en el Conservatorio Julliard, que funciona en el Lincoln Center de Nueva York.

Ovaldo Golijov nació en nuestra ciudad el 5 de diciembre de 1960, hijo de inmigrantes de origen judío que le enseñaron el yddish desde muy pequeño. Su madre, profesora de piano; su padre, médico. La música, una presencia constante en la casa. A los 23 años, decidió irse a vivir a Israel, donde estudió en la Academia Rubin de Jerusalén. Tres años después, se mudó a los Estados Unidos, trabajando como compositor en varias universidades norteamericanas y ejerciendo la docencia en la Universidad de Boston.

En el 2002, EMI Odeón editó Yiddishbuk, un disco nominado al Grammy de la música de cámara de Golijov y que celebra diez años de colaboración con el cuarteto de cuerdas de St. Lawrence y que incluye al clarinetista Todd Palmer. En 2006, durante dos meses, el Lincoln Center presentó el festival The Passion of Osvaldo Golijov, dedicado enteramente a la obra de este músico platense.

Cuando se estrenó Ainadamar, la revista inglesa Gramophone le dedicó la tapa de un número destinado a la música contemporánea y lo ubicó junto a Steve Reich y John Adams, entre los grandes autores de la actualidad. El libreto de la ópera fue escrito por el norteamericano David Henry Hwang. Osvaldo Golijov agrega a la orquesta una laptop y guitarras flamencas, provocando un gran impacto sonoro.

Golijov también trabajó con ­Gustavo Santaolalla para proyectos como Café Tacuba o el ­Kronos Quartet, y fue el que hizo aventurar al terreno de la música clásica al músico argentino dos veces ganador del Óscar, produciendo la pieza Ayre para el sello Deutsche ­Grammophon.

En 2007, Francis Ford Coppola estrenó Juventud sin juventud, una película que tiene música de Osvaldo Golijov; invitación que se reiteraría dos años después, cuando Coppola filmó en nuestro país Tetro —una producción que reunió a un elenco internacional que incluyó a los argentinos Rodrigo de la Serna y Leticia Bredice, la española Carmen Maura y el austríaco Klaus Maria Brandauer—. Cuando, cuatro años después, Coppola volvió a convocarlo, esta vez para que hiciera la banda sonora de la película de terror Twixt, ya supimos que se había vuelto su músico fetiche. El trabajo más reciente que han hecho juntos es Megalópolis, una película que se presentará en la edición de este año del Festival de Cannes.

Lo más reciente que ha compuesto Osvaldo Golijov es The given note, una obra para violín y orquesta inspirada en un poema de Seamus Heaney, que trata sobre un violinista solitario que toca con las cuerdas últimas de su alma en una de las islas Blasket frente a la costa de Irlanda occidental.

Para este músico, haber nacido en la ciudad de La Plata no es irrelevante, cree en las profundas marcas que deja el lugar donde uno se ha asomado a la vida: “El lugar de nacimiento o, en todo caso, el de la infancia, está lejos de ser irrelevante. En mi caso, tanto lo argentino como lo judío me definen. La infancia es el país de uno. Para un músico, para un cineasta, para un poeta, esas imágenes adquiridas cuando todo era grande y maravilloso, o aterrorizante, es imborrable. Yo no sería el mismo creador si no hubiera nacido aquí y no hubiera pasado en la Argentina mi infancia y mi juventud. Por otra parte, crear es mirar hacia adelante. Y cuando uno tiene hijos en otra parte, y ha viajado mucho, su situación obviamente cambia. Mi situación no es la misma, por ejemplo, que la de Gandini, que, como Fellini, o Almodóvar, es un artista de un lugar, aun si han viajado y si trabajan también en otras partes”.

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