Cultura

El verdadero fundador de La Cámpora

Fue presidente de la Cámara de Diputados entre 1948 y 1952, delegado personal de Perón en 1971 y fugaz presidente de la Nación en 1973. Su nombre sigue siendo emblema de la juventud peronista.

Fueron solo 49 días. Un tiempo de ebullición permanente en el que todo parecía posible. El 25 de mayo de 1973, Héctor Cámpora asumía la presidencia de un país que estaba a punto de estallar. Después de 18 años de proscripción, el pueblo argentino pudo finalmente expresarse libremente en las urnas y la Juventud Peronista registró en un cántico ese hecho: “Lanusse, Lanusse, mirá qué papelón, habrá segunda vuelta: la vuelta de Perón”.

Nacido en la ciudad de Mercedes el 26 de marzo de 1909 y nieto de inmigrantes genoveses, Héctor Cámpora fue el cuarto hijo de Pedro Cámpora y Juana Demaestre. En 1934 se recibió de odontólogo y se radicó en San Andrés de Giles, una ciudad devenida en el monumento discreto y orgulloso del viejo asentamiento rural donde el aire olía a los mejores días de un pasado que ya no existía. Allí se casó con María Georgina Acevedo Pérez y tuvo dos hijos: Héctor y Carlos Alberto. Fundó y presidió el club deportivo Almafuerte, y cuando todo parecía encarrilarse hacia una vida apacible, fuertes golpes sonaron en su puerta. No era una emergencia odontológica, sino la historia.

Lo cierto es que parecía irradiar luz. Cuando Perón se lanzó a las elecciones presidenciales de 1946, después de haber estado preso y ser rescatado por el pueblo en la Plaza de Mayo, Cámpora no estaba aún con él. Un año antes, en la inolvidable jornada del 17 de octubre de 1945, el General había sentenciado: “Dejo para siempre esa institución en la que entregué tantos años de mi vida, el Ejército argentino, para acceder a lo que ustedes han querido que sea: un trabajador”.

Cámpora es descubierto por un cazador de talentos de Perón. Algunos historiadores afirman que el General, entre otras cosas, fue el único político argentino verdaderamente completo. A tal punto que tenía un encargado secreto que recorría la provincia de Buenos Aires, haciendo casting, pero, en vez de convocarlos a una película, los reclutaba al movimiento peronista. Cuando arribó a San Andrés de Giles, todos los vecinos comenzaron a hablarle de un dentista; le dijeron que era un tipo maravilloso, al que no solo elogiaban como profesional, sino también por su compromiso con la comunidad. Un hombre de una ejemplaridad intachable. Entonces, el encargado fue a visitarlo. Y Cámpora se entusiasmó rápidamente. Pocos meses más tarde, con ese ojo aguzado de gran catador de la condición política, Perón le propuso a Cámpora ser candidato a diputado por el Partido Laborista.

El 16 de septiembre de 1955 se produjo el retorno oligárquico conocido como la “Revolución Libertadora”, inaugurando una etapa oscura de la historia argentina. A partir de esa derrota, el peronismo inició una experiencia nueva, con su líder desterrado y convertido en palabra impronunciable. En ese marco, la dictadura dispuso el encarcelamiento de Cámpora en el penal de Ushuaia, donde permaneció hasta diciembre de 1956, cuando fue trasladado a la cárcel de Río Gallegos. Allí se encontraban once presos políticos más, entre peronistas y comunistas. El 18 de marzo de 1957, Cámpora y otros cinco dirigentes peronistas (Jorge Antonio, Guillermo Kelly, John William Cooke, Pedro Gomis y José Espejo) se fugaron de la cárcel, en una acción de características cinematográficas que conmocionó al régimen y a la maniatada opinión pública.

La primavera camporista

Finalmente, el “proceso de liberación nacional” se puso en marcha de nuevo, pero con un perfil más avanzado, si se tiene en cuenta la consigna del sector juvenil, el más dinámico y movilizador: “La liberación nacional en el camino del socialismo nacional”. La Juventud Peronista comenzaba a llamar “Tío” a Cámpora.

Su gobierno se habrá de caracterizar por el estallido que produjo la reapertura de las compuertas a la participación popular. Quizás la manifestación alrededor de la cárcel de Villa Devoto, en la misma noche de la asunción al poder, liberando a los compañeros detenidos, resulte el símbolo del perfil de esos días camporistas que, en el recuerdo de muchos, aparecería como una primavera que no ha dejado de florecer.

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