Cultura

Juan D’Arienzo, el rey del compás

Dirigía su orquesta con un histrionismo inconfundible y extendió la popularidad del tango a todos los rincones del país, haciendo bailar a generaciones de argentinos.

Se jactaba: “Soy el único invitado al Japón por el emperador Hirohito y el príncipe Akihito; las demás orquestas son contratadas por empresarios”. Pero nunca fue a Japón, por la misma razón por la que nunca aceptó ninguna oferta de tocar en el extranjero: “No voy aunque me giren un cheque en blanco: después de lo que le pasó a Gardel, le tengo miedo al avión”.

Juan D’Arienzo nació en Buenos Aires el 14 de diciembre de 1900. Sus primeras armas como músico las hizo a los 16 años como violinista y animando películas mudas junto a Miguel Bonesi, quien fueaestro de Carlos Gardel, José Razzano y Azucena Maizani. En esa época lo apodaron “El Grillo”, por las estridencias que arrancaba a su instrumento. Debutó en teatro con la compañía de operetas y zarzuelas liderada por María Penellas y Esperanza Iris, integrando una orquesta que interpretaba tangos, chotis y pasodobles. En 1918 formó un dúo con un viejo condiscípulo de su misma edad, Ángel D'Agostino, para animar las funciones de un teatro de títeres y marionetas en el Jardín Zoológico.

En la década del 30 dirigió una de las orquestas más populares de la historia del tango. Recordaba con su voz gangosa y monótona: “En 1937 había señores directores en cartel: Osvaldo Fresedo, Julio de Caro, pero el tango estaba completamente bajo. Entonces entré con un ritmo distinto y volvió a colocarse en el lugar que merecía.” La gente se identificó de inmediato con esa cadencia saltarina que brotaba del escenario del antiguo Chantecler, de la calle Paraná. Por ese entonces agregó su nombre al elenco del sello que ya no abandonaría: RCA Victor, registrando Hotel Victoria y el vals Desde el alma. Por esos años, el jazz era más popular que el tango. En los carteles de los bailes, las jazzband estaban anunciadas en letras grandes y el de las orquestas típicas apenas si se veía. Pero con la aparición de D´Arienzo, el orden se invirtió, porque hizo al tango la atracción principal: “Conmigo cien orquestas de tango y mil clubes de barrio florecieron”. La venta de sus discos creció a un ritmo vertiginoso, con dos temas que dieron la vuelta al mundo: La Cumparsita y La Puñalada.

Su ritmo era elemental, nervioso, movido, con algo de galope: “No hacemos juegos de contrapunto ni figuras complicadas”, decía. Así se mantuvo en primer plano durante casi cuatro décadas. Conspicuas figuras del tango pasaron por su orquesta: Rodolfo Biagi, Carlos Di Sarli; Ciríaco Ortiz, Héctor Varela y Aníbal Troilo, entre otros, debieron sujetarse al implacable empeño de Juan D´Arienzo de mantener intacto el estilo que lo había consagrado. Igual disciplina impuso a los cantores: “De acuerdo con su modalidad, recio o melódico, tienen que adaptarse al estilo de la orquesta. La gente dice, a veces, que tal cantor imita a Alberto Echagüe y no es cierto. No se imitan unos a otros, es la forma en que los hago cantar yo y el repertorio que tengo. Responden a la personalidad de la orquesta, se identifican con ella y parece que cantaran imitándose, pero no es así”, explicaba el artista.

A su manera

Su estilo de dirección fue único: entre autoritario y gimnástico. Le gustaba parecer un muñeco articulado moviéndose a lo largo del escenario en una coreografía: “Cuando dirijo soy natural. Y me trasformo. Yo dirijo así, lo siento así. A la vez trasmito mis sentimientos a los músicos y ellos, al público. Soy otro tipo arriba del palco. No lo conozco a ninguno.” En los primeros tiempos dirigía con una batuta, luego lo hizo con las manos solas: “Son más expresivas”, decía. En realidad dirigía con el cuerpo entero, acaparando la atención del público: “No crea que es para que el público me mire. Lo vivo así. Una mirada quiere decir algo siempre, que alguien se tiró a chanta, que no toca. Son mis corriditas clásicas cuando veo que algún elemento afloja, está distraído. Para que esté atento y exigirle lo que quiero lo animo, lo entusiasmo”, explicaba.

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