CULTURA
Entrevista a Marcos Nuñez
El escritor y docente platense acaba de publicar una muy auspiciosa ópera prima, el libro de relatos Formas de acomodarse a la catástrofe.
Pese a que el año pasado ganó un importante concurso literario -el II Certamen Internacional de Relatos Negros organizado en Madrid en homenaje a Dashiell Hammett, con su novela La última puerta- basada en un crimen ocurrido en nuestra ciudad en los años 90, reconstruido ficcionalmente-, Marcos Nuñez acaba de publicar en nuestro país su primer libro, cuentos que se internan en los insondables misterios de la condición humana y sus vínculos.
—¿De qué trató Conversaciones ajenas?
—Conversaciones ajenas (2023) es mi primer libro. Son historias que indagan en la naturaleza de los vínculos. Digo que son situaciones que pueden estar pasando al otro lado de la pared, reconocibles aunque no por eso previsibles. Si algo me propuse al escribirlo fue tirar del hilo de situaciones como, por ejemplo, un hijo que visita a su padre en un asilo; o un profesor y su alumna en un pequeño pueblo; o dos hermanos entrados en años y un viejo rencor; o la relación posible de los padres de un niño y el conductor del vehículo que atropelló a su hijo. Tensar esas situaciones, ver qué pasaba ahí, fue de alguna forma mi interés. En general, hay en esas historias una sobra de pesimismo, de fatalidad. En Formas de acomodarse a la catástrofe (2024) creo que hay una mirada un poco más optimista, el tono incluso es más optimista.
—¿El hilo conductor de estos relatos es previo a la escritura o lo descubriste una vez escritos los textos?
—Los cuentos fueron primero, los libros después. No me propuse hacer un libro. No me pasó con Conversaciones ajenas ni con Formas de acomodarse a la catástrofe. De hecho, tardé casi 10 años en escribir el primero. Hoy pienso que si me hubiera impuesto una temática o una unidad de sentido, hubiera fracasado, porque me hubiera autoimpuesto un límite, un cerco. Y nada que limite la escritura es saludable.
—¿Cómo describirías tu estilo de escritura?
—Trato, intento, en cada línea, en cada párrafo, que haya algo vivo. Me gusta la literatura que está viva.
—¿Cómo resolviste el diseño de la tapa?
—Francamente, había en el origen una idea de una mujer sola apoyada en la baranda de un balcón. Pero después de pensarlo mucho decidí no incluirla. Sentí que una imagen podía eclipsar sentidos, además, no sé si representaba el espíritu de todos los textos. La idea es abrir sentidos, no cerrarlos. Las tapas, como todas las decisiones en torno a la producción del libro tienen relación directa con mis limitaciones. Al ser un libro de factura artesanal, el diseño, la maquetación, la elección de los materiales, la impresión, la costura los hice yo en mi casa. Es el mejor libro que pude hacer.
—¿Qué le debe el escritor al periodista que también sos?
—Hay algo muy valioso que me dio el periodismo: la iniciativa. Escribir, pensar qué escribir, pensar cómo escribirlo, escribir, escribir. La carrera en la Universidad Nacional de La Plata me dio mucha práctica, te hacen escribir un montón. La práctica y que te lean fue valiosísimo para mí en ese tránsito. Después bueno, el periodismo y la literatura trabajan con ese mismo barro que es el lenguaje. Simple y sencillamente lenguaje. El interés en la literatura se dio de forma natural.