Homero Manzi y el misterio de la musa de Malena

Fue uno de los tangos más famosos del compositor santiagueño. Desde que se estrenó en 1941 hubo muchos intentos para desentrañar quién es la mujer a la que está dedicado.

Desde muy joven, Homero Manzi empezó a escribir poemas. A los 15 años, estando de pupilo en el Colegio Luppi, bocetó sus primeros versos. Más tarde, combinaría su militancia política –a mediados de los años 30 fundó Forja, junto a Arturo Jauretche y Raúl Scalabrini Ortiz– con la composición de letras de tango. De sus numerosas obras, Malena, sin duda, es una de las más célebres. ¿A quién se la dedicó? ¿Quién era esa mujer de voz de sombra, cuya canción se hace amarga en la sal del recuerdo?

A finales de 1941 terminó de escribirla. La inspiración de Homero había trepado a alturas difíciles de seguir, allí estaba la desolación de los seres calcinados de amor, la pena de los enamorados contrariados por la suerte. “Solo puedo escribir lo que me ha pasado”, dijo Manzi, advirtiendo que se trataba de una historia real, aunque sin dar mayores datos de los protagonistas.

Se han dado distintas hipótesis sobre la identidad real de Malena. La más convincente es la que apunta a Nelly Omar, con quien habría tenido una relación sentimental. Considerada por los críticos como “un milagro” de la cancionística, fue una artista que marcó el camino para las mujeres que querían inclinarse por el tango. Una artista con un fuerte compromiso político, visceralmente peronista: su versión de Evita capitana es uno de los íconos del movimiento justicialista.

Nelly Omar no solo no negó nunca que Malena estuviera dedicado a ella, sino que, incluso, dijo que también le había inspirado al poeta otras obras, como Fuimos, Después y Solamente ella. Avalando esta versión, el historiador Norberto Galasso detalló: “Manzi era casado, pero el gran amor de su vida había sido ella. A tal punto que el director de Radio Belgrano me contó que ella lo acompañaba cuando Manzi estaba muy enfermo; cuando veía que se retiraba su mujer y Acho (su hijo), por otra puerta la hacía pasar a Nelly Omar”.

Por su parte, el poeta Jorge Boccanera explica que el compositor incorpora una simbología lorquiana de lunas, sombras y puñales, que desembocan en un sino trágico, como si del territorio fantasmagórico de Lorca partiera rumbo al barrio de Manzi, esa “yunta oscura trotando en la noche”. “La Malena” era además una de las voces del cante jondo que Lorca solía mencionar en sus charlas sobre el tema, esas gitanas poseídas por un duende que sube desde la planta de los pies.

“¿Acaso la Malena del argentino no se entrega toda en cada verso? ¿No tiene tonos de callejón oscuro en su voz? ¿No se pone triste con el alcohol, no canta con voz de pena?”, se pregunta Boccanera. Su teoría se contrapone a aquellas que han querido ver en aquel tango una canción de amor: “La letra no pasa por ahí, sino por la creación y el modo en que surge del lodo una calle sin dictados de musa, más cerca de lo visceral”.

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