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Jacques Brel según Alberto Cortez

El artista belga influyó decisivamente en los principales cantautores de la lengua castellana, entre ellos el pampeano que vivió muchos años en España.

Una de las primeras canciones de ­Jacques Brel que escuchó Alberto Cortez fue Quand on n’a que l’amour (“Cuando no se tiene más que el amor”), de 1956. Le impactó que la canción dijera que cuando no se tiene más que el amor para amueblar la maravilla de vivir y cubrir de sol y luz las sombras del barrio donde se vive, cuando no se tiene más que el amor por única razón, por única canción, por único seguro de vida: “Así, frase tras frase va creciendo en una simbiosis perfecta con la melodía hasta llegar a un gran final donde afirma que aunque no nos quede absolutamente nada más que el amor en nuestras manos, con él entonces en ellas, tendremos el mundo entero”.

Jacques Brel nació en 1929, al norte de Bruselas; toda su vida artística la desarrolló en París y sus últimos años los vivió en las Islas Marquesas de la Polinesia francesa y fue enterrado a pocos metros de la tumba de Paul Gauguin.

El extremo rigor poético de sus canciones y la belleza de sus melodías, lo convirtieron en uno de los mayores referentes de la canción de autor del siglo veinte. Luis Eduardo Aute dijo que las tres canciones de amor más bellas de todos los tiempos son Yesterday, de los Beatles; Para vivir, de Pablo Milanés; y Ne me quitte pas de Jacques Brel. Sobre este último tema, dijo Cortez: “Brel desnuda ­completamente su alma en un acto de entrega absoluta con una modestia y docilidad rayana en lo infantil y religioso; suplica, ruega ­tratando de evitar la partida de la persona que ama y ofrece para ello toda clase de promesas y sacrificios posibles con tal de no ser abandonado, al punto de rogar con humildad franciscana al final de la canción… déjame devenir la sombra de tu sombra, la sombra de tu mano, la sombra de tu perro, pero no me dejes”.

Cortez estaba deslumbrado por el Brel que cantaba al amor y el desamor, pero también al que desplegaba en sus canciones toda la tipología humana: “El Brel irónico y jocoso, por ejemplo, en Grand-Mère (“La abuela”) describe un tipo de personaje ejecutivo, arribista, ladino y evidentemente frío y calculador en la figura de su abuela, en contraste con un abuelo soñador que corre detrás de la sirvienta con ofertas promiscuas tratando de convencerla, sabe Dios con qué fines, de que el dinero no hace la felicidad y sacando como reflexión que los pequeños ahorristas carecen del sentido del valor de las cosas. Ese abuelo que es parroquiano del bar de la esquina donde Où claquent les billards et les chopes de bière. El abuelo que acaricia las rosas y llora con Rimbaud y que cada domingo al final de la jornada siente remordimientos de haber engañado a la abuela por no haberse sumado a sus negocios”. Esa ironía y sentido del humor atravesaba también las canciones de Alberto Cortez, como es el caso de Instrucciones para ser un pequeño burgués, Los demás o La miel y las abejas.

Basta recorrer el cancionero de Brel para trazar la inmediata correspondencia con el repertorio de Cortez. Las temáticas son muy similares. Por ejemplo, los viejos. Dice Cortez: “Donde Jacques Brel muestra su faceta más tierna es en canciones como Les vieux (“Los viejos”), donde pinta con un pincel digno del mejor realismo el tremendo y desgarrador mundo de los viejos solitarios que solo tienen por única la compañía del reloj que les marca las horas del tiempo que les queda de vida. Con esa mano de pintor genial va dibujando paso a paso la vida y costumbre y cómo han ido perdiendo sus cosas y el gusto de la vida y, sobre todo, la tremenda soledad en la que están inmersos aquellos seres”. En otra canción, Brel habla de cómo imagina su propia vejez: “Seré insoportable salvo para mi cama y para mi negro pasado, mi perro se habrá muerto y mi barba será minable, habitaré una cierta Bélgica que me insultará tanto o más que ahora cuando yo le grite Viva la república, vivan los belgas y mierda a los flamingantes”. En tanto, Alberto Cortez, en La vejez, dice: “A lo mejor más que viejo, seré un anciano honorable / tranquilo y lo más probable grande asidor de consejos / o a lo peor, por celosa me apartará de la gente / y cortará lentamente mis pobres últimas rosas / La vejez está a la vuelta de cualquier esquina / allí donde uno menos se imagina / se nos presenta por primera vez. / La vejez es la más dura de las dictaduras / la grave ceremonia de clausura / de lo que fue la juventud alguna vez”.

Alberto Cortez no vacilaba en decir que Jacques Brel era merecedor de un título honorífico: “El pontífice de los cantautores y poetas populares de nuestro tiempo”.

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